Dos veces me han preguntado en las últimas semanas sobre mi opinión acerca de la pena de muerte como si yo fuera una reencarnación de la derecha recalcitrante que es capaz de afirmar que el delincuente bueno es el delincuente muerto. En ambas ocasiones, como si fuera un buscador de polémicas, he afirmado que si el sistema fuera perfecto la pena de muerte se plantea como una solución correcta para todos esos delitos que, por atroces o por enfermizos, no contemplan la posibilidad de reinserción.
El problema es que nuestro sistema no es perfecto, por lo que mi posición ya no es a favor de la pena capital ya que si cometemos un solo error deberíamos de ser asesinados.
Ayer me quedé sentado delante de la2 viendo uno de esos documentales que hacen el seguimiento de 3 condenados a muerte. Hay dos momentos del documental que aún recuerdo. En uno de ellos uno de los condenados (min 11:26) reconocía que, con una bota y hace 12 años, pateó contra el bordillo a una yonki que no le dio sexo a cambio de drogas. La violó. La partió el cráneo y la volvió a violar. Sin embargo, como todos los condenados, se considera inocente porque no se siente recnocido con aquel asesino. En otro momento del documental un exfuncionario (min 26:58) de los que sujetan a la camilla al recluso (102 veces) dice "sabiamos lo que habían hecho, por qué les habian condenado. Y no era bonito, nunca lo era. Nunca pensé "vaya, no se si deberian haber condenado a muerte o no". Pensaba "Dios, a este tipo le debían de haber pegado un tiro en el momento en que lo encontraron." Habian matado niños y habian hecho cosas que no se podrían ni imaginar. Tampoco era como "Oh, venga, vamos a matarlo." Era "en fin. Tú te has puesto aquí. Mira lo que hiciste". Por eso nunca me ha afectado." El funcionario no pone en duda que su sistema es perfecto
Supongo que lo que más nos irrita de la pena de muerte en EEUU es que van por la calle con la bandera de la libertad y la justicia tapándoles los ojos porque pena de muerte hay (legal o ilegalmente) en muchos de los países que nos acompañan a los largo de este siglo XXI.
También es cierto que muchas de nuestras leyes me irritan, y no lo puedo evitar. No puedo evitar pensar que el rey de las dietas milagro en que se convirtió Iñaki de Juana Chaos cumplió 18 años de carcel por 25 asesinatos, lo que hace una media de, más o menos, 7 meses por muerto. Obviamente eso tampoco es justo aunque este hombre que ha cumplido su pena debe de estar en la calle como cualquier otro preso sometido a unas leyes de risa que permiten tanto esto como que Tejero celebre el 30 aniversario del golpe de estado tomando el sol. ¿Cual es el extremo correcto?.
El sistema del que nos vanagloriamos tampoco funciona muy bien por mucho que nos levantemos de la cama con la bandera de la tolerancia tapándonos los ojos.
Unos minutos después y aprovechando la fiebre de los desastres nucleares se proyectó un documental sobre la batalla de Chernóbil hablando y justificando la pérdida de miles de vidas humanas a base de radiación para conseguir la construcción de aquel sarcófago en el que metieron los restos de la central nuclear reventada para que una segunda explosión no acabara con la vida tal y como la conocemos en el resto de Europa. Más o menos, y desde la visión lejana de 1986, varios mandatarios de aquella época (incluído Mijaíl Gorbachov) se apenaban de las muertes que seguramente causaron pero dejaban caer la consideración de que aquellas muertes, como las muertes inocentes de Hiroshima o Nagasaki, evitaron un número mayor de muertos.
Y no dejaban de ser condenados a muerte sobre los que ni siquiera caía la duda de si eran o no inocentes, pero condenar a unos cuantos primó sobre condenar a todos.
Al fin y al cabo pena de muerte, si lo piensas con frialdad, hay a todas horas. Los liquidadores que están en Fukushima dicen que se han presentado voluntarios a su ejecución.
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