Los 3 desiertos del usuario informático

Quien me conoce sabe que trabajo desde hace aproximadamente 16 años en una tienda de informática. He vivido desde la extrañeza por las nuevas tecnologías hasta las clases de informática doméstica por teléfono en las que te embarcan algunas señoras de edad que no tienen otra cosa que llamarte pensando que ella es la única clienta. Viví los tiempos en los que algunos se sorprendían porque un ordenador era capaz de emitir sonidos y otros se asustaban porque sus hijos pudieran ver pornografía.

He visto cientos de portátiles con tiritas en las webcam porque las adolescentes que los usan tienen miedo que alguien las vea desnudándose antes de meterse en la cama de su cuarto con peluches.

He tenido que responder a millones de preguntas absurdas con la mejor de mis sonrisas e intentar explicar, sin mucho éxito, que no todos los ordenadores son iguales y que tu cuñado, que es el que toca el oboe en la banda municipal de tu ciudad, no sabe de informática de la misma forma que yo no sé por donde se sopla ese instrumento infernal.

Sin embargo la informática, que es un elemento cultural como la democracia, pasa por nuestras vidas y produce en nosotros extraños comportamientos. Supongo que cuando Franco se murió algunos se asustaron al ver ante sí el gran desierto de la libertad. Estos son los que se sientan en el ordenador con tiento y anotando lo que van haciendo hasta el exceso. Son los que te traen los mensajes de error con todas las letras anotadas del pantallazo azul. Son los que no actulizan nada y los que llaman cuando la pantalla les avisa: "No apague el equipo". - "¿Qué hago?"- "No lo apague".

Los que ya vivieron ese proceso consideran que las libertades son para disfrutarlas. Son, cual Almodovar y MacNamara cantando "Monja Jamon", los que se formatean el equipo como el que se cose la herida a sí mismo en vez de ir al médico (Rambo. Acorralado) y lo cargan de cientos de programas de poker, tres emuladores, una unidad virtual y van a casa del vecino cuando el suyo no arranca a instalarle una aplicación que les hizo gracia. Viven de keygen en keygen y cuando están en el bar yo les oigo decir que se han conectado a la web de la Nasa, que pueden hacer del ordenador de su jefe un equipo zombie con un troyano que llevan en un pendrive junto a las llaves del astra y que no les hace falta comprar ningun software porque son los reyes del crack. Nunca sé, en esos casos, si se refieren a las drogas o al sonido de su disco duro.

Y ahora, cada vez más, existen esas personas de bien que han visto con los ojos abiertos esos anuncios irrisorios de la teletienda en la que tu equipo por pequeño , barato o mugriento que sea puede hacerlo todo. Han ido a un centro comercial donde un muchacho de bajo sueldo y conocimiento menor les ha dicho a todo que sí después de endosarles una caja que nunca pudieron echar a andar. Pero quieren ver el oasis que existe en medio de ese desierto de libertad. Se sitúan delante mío con la desfachatez de la ignorancia y piden:

- Quiero un cable para conectar el pen drive al mechero del coche.

- Quiero un cable Sata para conectarlo al HDMI de mi televisión

- Quiero un cable para la Wifi

- Quiero un cable para no pagar Internet.

Son solicitudes verídicas.

Porque hoy en dia con toda esa mentira de que te sientas delante del ordenador y la vida se vuelve más luminosa algunos han llegado a la conclusión que si hay un conector, se puede conectar todo.

Y hacerlo todo.

Sin ningún conocimiento previo. Sólo por 14 cuotas. En tu casa en 24 horas. Empieza a disfrutar en las grandes alegrías que te dan el rally por el desierto informático.