22 de julio de 2010

Chupando pollas (versión b)


Diana Aller, de rápida escritura en ocasiones, brutal desparpajo en otras y espíritu provocador en casi todas, hizo un post hace unos días titulado Chupando Pollas.

Supongo que la mayoría de los lectores, ávidos de encontrar el santo grial de la mamada, habrán leído con atención las diferentes indicaciones y tipos de variaciones sobre la misma base rítmica de la felación, como si fueran composiciónes nuevas dentro de un mismo estilo musical profundamente oral, como la música gospel.

Mantengo, y Diana no lo atestigua, que no existen tipos de mamadas dependiendo del tipo de hombre o de miembro a lubricar salivadamente, sino tipos de mujeres en el momento de la acción.

Existen mujeres a las que les gusta pasar la mano con cautela como quien está buscando la botella de agua cuando te despiertas a media noche
Existen aquellas que te miran como para buscar tu aprobación.
Existen las que buscan una goma para el pelo justo un momento antes y que son estadísticamente la misma cantidad que echa el pelo hacia delante sin recordar que hay un espejo en la habitación.
Existen las que se miran de reojo en el espejo.
Existen las que intentan hacer una competición con ellas mismas de manera cíclica y las que se quedan quietas, con la boca abierta, esperando que te muevas al ritmo que consideres oportuno.
Existen las que dan vueltas con la lengua y las que dan besitos como si aquello fuera la mejilla de un niño pequeño.
Existen las que te agarran las caderas y las que quieren llegar al orgasmo contigo sobre su lengua.
Existen mujeres que gustan de lamer como un polo de limón de abajo arriba y las que la sujetan mientras pasean por la piel de los escrotos, como decia la canción.
Existen quienes recrean las películas que antes daban en televisión a altas horas de la madrugada
Existen, incluso, quienes quieren verte y esperarte.


Existen tantas mujeres como hombres, como relaciones o como pollas. Lo divertido es encontrarte a alguien que entienda, igual que tú, que hay veces que te gusta que se disfrace de colegiala libidinosa que disfrute con tu sexo como tú con el suyo, que hay veces que sólo quieres que te abrace y deje rozar sus pezones erectos como perchas alrededor de los tuyos, que hay veces que quieres verla desde abajo o verla abajo, que hay veces que quieres romperte sudando mientras la cama se ha movido decímetros de la pared o que simplemente quieres sexo sin saber lo que va a pasar porque, mis queridas lectoras, lo bueno de las mamadas es que no sepas cómo va a ser, pero sí que vaya a ser.

Soy un observador de bocas.

Y tan gorrino como se supone, pero caballeroso: siempre voy de segundo.

Usted primero, señorita.

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