Cuando alguien, pasmado e hipnotizado por culturas ajenas que ha conocido por televisiones, documentales de la2, vacaciones de verano o noches de lujuria en playas levantinas, decide irse a recorrer nuestro pequeño mundo, suele ir con la predisposición lógica del encuentro con el tesoro cultural de un nuevo mundo mejor.
Suele buscar los elementos que nos contraponen.
Suele dar la razón a las diferencias que nos separan.
Suele razonar a favor del enemigo de la misma forma que mi madre siempre da un voto a favor del fontanero cuando infla la factura.
Suele dar la razón a las diferencias que nos separan.
Suele razonar a favor del enemigo de la misma forma que mi madre siempre da un voto a favor del fontanero cuando infla la factura.
En realidad se lleva al españolito que hemos mamado de pequeños disfrazado de José Luis López Vazquez pensando en el escalón superior en el que viven las suecas.
En realidad se lleva a la bondadosa Concha Velasco disfrazada de chica de la Cruz Roja que mira con admiración a los fornidos europeos como si fueran titulados superiores en comportamiento social.
En realidad se lleva a la bondadosa Concha Velasco disfrazada de chica de la Cruz Roja que mira con admiración a los fornidos europeos como si fueran titulados superiores en comportamiento social.
Después, una vez pasado el tiempo, encuentras que las centroeuropeas no se depilan tanto como tu antigua novia del pueblo que tanto te quería y que aquel muchachote glamoruoso vomita como el que más después de la ingesta de alcohol salvaje tras el take away de la última hora del pub. Y buscas, tras un vuelo barato a casa, la breve demostración de tu error.
Pero al llegar y dejar la ropa sobre la cama en la que te masturbabas en la infancia rezando para que no entraran tus padres pones la televisión y ves a Belén Esteban.
Y te vuelves de viaje hacia un lugar que tampoco es el tuyo pensando que nada ha cambiado.
Es la costra cultural que aún nos queda de la herida que nos hizo el pasado. Afortunadamente, se está curando. (excepto en Tele5, pero son italianos)
Pd: la foto la hice esta misma tarde en una pared de Bilbao.
Llevo meses sin televisión y no por decisión propia, pero cada día estoy mejor sin ella. Es cierto que solemos pensar que lo de lo demás es mejor, sobre todo cuando uno está de vacaciones disfrutando de los encantos de ciudades ajenas. Hoy tomando un café en un bar, pude ver cómo anunciaban la operación salida de este finde... por un momento pensé que "el tomate" había vuelto. No sabía si alegrarme o llorar.
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