21 de junio de 2010

El Risky Bussines de Manute Bol

Echando la vista atras los años 80 resultan ser, aparte de una época con hombreras tremendamente grandes, unos años en los que cualquier cosa parecía posible (hasta que Milli Vanilli tuvieran algún nº1). Eran aquellos tiempos en los que Risky Bussiness simbolizaba la máxima pigmaliónica en la que se podía conseguir cualquier tipo de sueño, hasta los que no habíamos soñado.
De aquella época lustrosa y desequilibrada en la que no se pensaba ni en la salud del planeta ni en las minorías étnicas un joven estudiante comentó que tenía un primo allá en Sudán, que medía 2m31cm. En 1985 Manute Bol debutaba en la Nba con varias anécdotas a sus espaldas. Aquella que decía que había matado a un león y aquella que aseguraba que la primera vez que intentó hacer un mate se dió con los dientes contra el aro rompiéndose la boca. En aquel momento tenía 18 años y casi era la primera vez que oía hablar de baloncesto. Manute fue arrancado de aquel sueño sencillo que tenía de convertirse en pastor al complejo sueño de triunfar en aquella magnífica Nba de los 90 donde Bird, Johnson, Jordan, Hakeem, Mchale, Parish o Thomas lo podían todo. Sin embargo fué, por condiciones físicas obvias, el mayor taponador novato de la historia con 397. 10 años le duró el sueño y esa estampa de hombre gentil, alto y frágil se fue apagando como todo el espectáculo que pudo llegar a ser lastrado por una artritis.

Manute intentó, como era de esperar, continuar su sueño en otros paises. Jugó en Uganda, en Qatar, perdió su dinero en malos negocios, en juegos de azar, en divorcios caros y nadie le recuerda enfadado ni sin sonreir. Intentó apoyar a su pais, Sudan, recaudando fondos a base de volver a convertirse en un espectáculo que jugaba en un equipo de hockey de una baja división o en espectáculos insanos de boxeo "de celebridades venidas a menos". Hace 6 años, por culpa de un conductor borracho y con el cuello roto todos sus 231cm pasaron horas en una cama de hospital parecida a la que ayer, con 47 años, le vió morir con el síndrome de Stevens-Johnson. A Manute le quedaba todavía tiempo porque la esperanza de vida para un pastor sudanés es de 50,28 años. Quizá para una estrella rota americana de los 80 esa estadística no es válida.

Lo cierto de toda esta historia es que Manute vivió un sueño que nunca había soñado.

A veces los sueños nos sueñan. En los 80 sucedía continuamente.

Nadie nos dijo que podían salir mal (o mejor, porque son sueños de otros).

Pd: Algo 80, como Alf, versioneando...lo viejuno ahora lo llaman vintage

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