26 de mayo de 2010

La mutación global a David Vetter


Uno de los problemas de la comunicación por internet es que cuando estás hablando con tu millón de amigos o manteniendo una relación sexual a distancia, sin roces y con lag, en el momento que se va la luz no tienes a quien abrazarte.

Será por eso por lo que nuestros hábitos han cambiado para mejor o para peor, según se mire.

Una de cada 10 personas de este mundo se siente sola sin tener que ser, precisamente, el dentista que recomienda un chicle con azucar.

Lo nuevo es que, según el mismo estudio, esa sensación de soledad embarga más a los jóvenes que a los viejos (60% contra 35%) cuando los jóvenes, precisamente, deberían de estar en el burbujeante momento de excitación de las relaciones sociales. Sin embargo la tristeza de ver cómo tu número de amigos es enorme y a tu alrededor sólo tienes 4 paredes y una habitación vacía es una ironía que no pasa desapercibida a los ojos de la salud mental de nuestros nuevos adolescentes de la generacion Y.

¿Todo ello es malo?. No precisamente.

Los estudiosos del comportamiento ha llegado a conclusiones peculiares sobre cómo el acceso a internet ha variado nuestros instintos más básicos. Por ejemplo: algunos mojigatos anclados en la versión moral americana consideraban que el facil acceso a la pornografía convertirían nuestro mundo en un pozo negro de violadores enfermos. Sin embargo y tras reconcoer que el 42% de los menores entre 10 y 12 años han consumido pornografía y que el numero de usuarios de internet en la soledad de su cuarto ha pasado del 16% al 65% (eeuu), aparte de que "sexo" sigue siendo una de las más buscadas en la red, se ha demostrado que han bajado las enfermedades de transmisión sexual, los embarazos no deseados y ha crecido (16%) el uso del condon. Se supone que esa capacidad de sencillo consumo de pornografía ha tenido que ver en los hábitos sexuales de la sociedad, y de manera positiva en muchos casos. No todo va a ser maldad en la Sodoma electrónica.

Quienes castigan o castigamos a las nuevas maneras de interactuar que nos da esa tormenta tecnológica en la que vivimos ponemos en entredicho esa, tal y como escribían en algún artículo hace poco, generación instantánea que se ha acostumbrado a tener todo y tenerlo todo YA.

Algunos creemos que tras la resaca y la excitación de ver cómo crece tu número de amigos, de poder ver el gran escaparate que es internet, de hacer alguna que otra compra y tener alguna que otra erección (o eyaculación en el mejor de los casos) virtual comprendes, cuando estás limpiando la alfombra, que es mucho mejor oir la risa de tu compañera mientras te ves de rodillas, desnudo y con la espuma de limpiar alfombras frotando la mancha que estar oyendo el ventilador de tu caliente ordenador.

Internet, si. Pero es mucho más divertido acompañado.

Aprenderemos, como con todo.

Ahora estamos pasando de disfrutarlo a usarlo. Luego nos toca aprender a manejarlo. En medio del camino aprendemos que muchas veces simplemente estamos solos con una ventana enorme al exterior, como aquella triste historia del niño de la burbuja que se llamaba David Vetter.

Sigo prefiriendo un amigo de verdad que cientos de contactos pendientes del beneplácito de mi router. Claro está que tengo más contactos en el ordenador que amigos de verdad. Quizá por eso hay quien cree que la vida real es mucho menos divertida. Son errores de adolescente.

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