De una u otra manera la sociedad es reflejo bastante fiel de los diferentes vomitorios periodísticos que recibimos a diario. Quízá de una manera irracional cada uno asumimos como propias las miserias y vanalidades que nos vende la prensa en general. Un día somos más brutos que Belen Esteban, otro día nos creemos los campeones del mundo de fútbol y alguno que otro consideramos que la mera pertenencia a esta patria nos hace ser los reyes del edredoning.
Es, poco más o menos, el resultado de los estados de opinión que resultan del bombardeo mediático.
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Hasta hace no mucho nos hemos creido los reyes del mundo. Hemos tenido Sol, playa, crecimiento desmesurado, una casa nueva, un coche nuevo, una moto nueva, una amante nueva y nos hemos parado más de 20 segundos en ver las cotizaciones en bolsa de nuestros valores favoritos. Hemos viajado a EEUU con ganas de comprar y nos hemos movido por europa con la cabeza bien alta. Hemos ganado la eurocopa de fútbol y el mundial de baloncesto. Tuvimos un representante número uno en el tenis mundial y algunas de nuestras empresas eran cercenadas por esos incultos dictadores de sudamérica que no sabían con quien se la estaban jugando. Nuestras mujeres habían empezado a liberarse como campeonas y a visitar destinos de turismo sexual mientras pedíamos créditos de manera exponencial para los nuevos vicios que nos iban poseyendo.
Después todo, por algún motivo que nunca es culpa de uno mismo, se acabó.
Ahora la culpa es de los bancos, y hay que quemarlos. De los inmigrantes, y hay que apalearlos. De los empresarios. Del vecino del sexto, que tiene cara de cabrón. De este gobierno que vive de espaldas a la realidad y no se baja el sueldo pero sí a los controladores que ganan como perras. De la fuerza de las maeras o del cambio climático.
Y como reflejo de un mes gris nos quedamos en casa con la cabeza baja. Alargamos la revisión del coche. Hemos vendido la moto. La última chica que vino a probar el asiento de atrás (loquillo dixit) se marchó. Se nos lesionan los jugadores y Nadal tiene un problema de rodilla. No somos capaces ni de coger un vuelo barato de fin de semana por miedo a no tener para comprar pollo (sin filetear, que es más barato) y los créditos nos miran de reojo cuando se acerca el fin de mes con cara de querer robarnos.
Tampoco es para tanto, pero eso se llama alarma social.
Porque el español medio no tiene de eso: punto medio.
La culpa siempre es de otro ¿no?
ResponderEliminarEsto (nos) ha pasado tantas veces en la historia que me da miedo lo que pueda venir ahora. ¿Pan o circo?