Nuestro propio cielo

Se suele suponer que todo el mundo tiene algún tipo de fantasia sexual, que es una especie de obligación social (tenerla). Por mi parte creo que la desconozco. He tenido pensamientos obscenos con mujeres de grandes pechos, pero un tiempo después los tuve con aquellas de pechos como cerezas. Me ha excitado la línea intermitente de la depilación brasileña pero recuerdo con añoranza infantil el roce del inicio del vello púbico cuando deslizaba mis dedos bajo el elástico de su braga. Y también me excitaba igualmente ver cómo el hilo del tanga se queda atrás cuando se desnuda.

He pensado en mujeres altas pero adoro la sensación de agarrar por la espalda y arquear su espalda mientras la muevo con un brazo porque no es tan alta como mi anterior pensamiento. Me gusta gemir en un oido como si se me fuera el aire y ver moverse como si tuviera un maremoto por dentro, aunque también disfruto pensando que es de las que se quedan quietas. Me gusta lento, a veces. Me gusta algunos días que me digan cosas y me gustan los ojos de halcón que entornan algunas sin decirme nada otros días. Hasta me gustan los errores que nos hacen, a los mortales, reales las escenas sexuales de alcoba.

No tengo fantasias sexuales. ¿Fantasias? las tengo todas.

Nuestro propio cielo (2007) from Roberto Pérez Toledo on Vimeo.

O quizá simplemente es que sólo he vivido algún que otro Fuck&Go.
O quizá es que, como Sabina, para olvidarla pienso en todas las demás.