Cada noche, frente al espejo prometo escapar de esta vida e imagino otra distinta que se dibuja allí mismo.
Aquí, él no tiene nombre y me habla, a su manera. De vez en cuando, me mira en una pausa alargada, asiente y parece que en su mirada se abre una grieta por donde comienza a expulsar todo aquel amasijo de ideas estancadas en su cabeza, atrapadas, enfangándome la vida.
Cada mañana, me dejo flotar en el ancho mar, las algas trepan por mis piernas y me sostienen.
Estoy flotando adormecida. El agua me abraza y la costa no existe. Solo estas plantas que se me enredan. El mar piensa por mí y me dice: sin viento, no puedes nadar. Aquí es donde te quedas.
Esqueletos de barcos a mi alrededor. Madera gris fosilizada. En el agua flotan las mejores fotografías de las caras de todos los ahogados del mundo.
Siempre tienen los ojos cerrados y me sonríen con sus bocas de mármol gris, como sepulturas de reyes antiguos. Yo quiero tocarlas, quiero convertirme en estatua marina, quedarme con ellas, varada sin banco de arena, náufraga sin isla, enredada en este refugio de lazos viscosos que me acarician los tobillos, cansados de andar.
Quiero perderme aquí, en la quietud de alguna coordenada desconocida que nunca nadie escribirá en un mapa.
Quiero enmarañarme en esta calma de velas sin viento, de viajes sin brújula. Donde todo huele a sal, donde todo sabe a mar y sólo oigo el fresco chapoteo de mis pies... y miro y sueño que floto sobre la superficie de mi propia vida...
Cada noche, frente al espejo prometo escapar de esta vida e imagino otra distinta que se dibuja allí mismo.
ResponderEliminarAquí, él no tiene nombre y me habla, a su manera. De vez en cuando, me mira en una pausa alargada, asiente y parece que en su mirada se abre una grieta por donde comienza a expulsar todo aquel amasijo de ideas estancadas en su cabeza, atrapadas, enfangándome la vida.
Cada mañana, me dejo flotar en el ancho mar, las algas trepan por mis piernas y me sostienen.
Estoy flotando adormecida. El agua me abraza y la costa no existe. Solo estas plantas que se me enredan.
El mar piensa por mí y me dice: sin viento, no puedes nadar. Aquí es donde te quedas.
Esqueletos de barcos a mi alrededor. Madera gris fosilizada.
En el agua flotan las mejores fotografías de las caras de todos los ahogados del mundo.
Siempre tienen los ojos cerrados y me sonríen con sus bocas de mármol gris, como sepulturas de reyes antiguos.
Yo quiero tocarlas, quiero convertirme en estatua marina, quedarme con ellas, varada sin banco de arena, náufraga sin isla, enredada en este refugio de lazos viscosos que me acarician los tobillos, cansados de andar.
Quiero perderme aquí, en la quietud de alguna coordenada desconocida que nunca nadie escribirá en un mapa.
Quiero enmarañarme en esta calma de velas sin viento, de viajes sin brújula.
Donde todo huele a sal, donde todo sabe a mar y sólo oigo el fresco chapoteo de mis pies... y miro y sueño que floto sobre la superficie de mi propia vida...
En realidad,soy sólo una intrusa.
Lola Peinetas(intrusa)
sencillamente precioso, lola.
ResponderEliminarSi Cuenca tuviera mar...
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