23 de julio de 2024

Incomprensibles ingredientes innecesarios del ocio.

Las virtudes que le concedemos al ocio son, en este mundo moderno, extrañas. Si dices que te has ido de vacaciones a montar en barco por el Adriático todo parece ser maravilloso y si te has ido a Gumiel de Izan aparenta que vienes impregnado a olor de vaca. No puede ser, porque no puede, que te hayas mareado y todo tu tiempo lo hubieses empleado en vomitar por el mediterráneo. Tampoco puede ser que hayas comido riquísimo, hayas aprendido sobre la vida y la meseta te ponga la piel con el punto cobrizo y dorado que tiene la buena vida. Hay quien, de la misma forma que ya se lo ha pasado de fábula antes de llegar a su lejano destino, desprecia todo aquello que ha presupuesto inferior a lo merecido.

Un hotel de dos estrellas siempre le parecerá despreciable frente a un coloso lleno de luces de Las Vegas, aunque esté lleno de imitadores de Elvis y cocainómanos ludópatas.

Un coche será mejor si te saluda al entrar que si simplemente te lleva. Hoy tuve una curiosa conversación sobre lo bueno que es un Tesla en la que yo argumentaba sobre la frágil ingeniería de los frenos y las tolerancias de acabados. La otra persona me decía "pero si es un Tesla" casi como si al llegar a Ibiza, por arte de magia, vayas a ser feliz. Por supuesto que eso implica lo contrario: si entras en un bar de Villanueva del Bierzo, te han comido las chinches por mucho que Carmiña sea una mujer limpísima.

Como todo en la vida el sexo vale como ejemplo extremo. Puede ser que estar acurrucado en el sofá sea maravilloso, pero hay quien considera ( hombre y mujer) que si no la atas, la azotas hasta que se le pone el culo rojo y te terminan doliendo los huevos como en erecciones adolescentes, no te lo has pasado bien.

Nunca he sido un gran trasnochador. Cuando tenía sueño, me iba a casa. Alguna vez he visto amanecer pero son veces que las puedo contar con los dedos de una mano. En absoluto ha sido, jamás, un objetivo primario. Todos conocemos a alguien que, llegada una hora, se va al baño y reaparece con los ojos muy abiertos porque hay que aguantar todo lo que se pueda. Es como si el número de horas despierto fuera directamente proporcional al goce de la noche. Que cuando te lo estás pasando bien estés más tiempo no significa que estando más tiempo te lo vayas a pasar mejor. Tampoco significa que si tienes marcas en el cuerpo el sexo haya sido más satisfactorio.

Alberta, Canadá, no tiene por qué ser mejor que Jacinta, Mejorada del Campo.

Reivindiquemos la capacidad de encontrar la felicidad en lugares insospechados y con placeres comprobables. Suele pasar.

Mojar pan en un huevo frito en vez de una deconstrucción al vapor de almejas salvajes australianas.

Cada uno disfruta de lo que quiere y a nadie le tienen que obligar a entretenerse con lo que no le entretiene. Jersey es la prenda que me pongo cuando mi madre tiene frío. Ese hotel es al que vamos cuando tú quieres decir que te lo pasaste bien, pero te chupabas los dedos con las alitas de pollo. También es cierto que alquel dia, después de colarnos en un bar lleno de adolescentes con capucha, vislumbré la luz de la felicidad llegando a casa riendo.

Pd: intentar que cada día fuera algo nuevo y algo emocionante aurrinó una parte de mi vida. Sabes por qué lo digo.

19 de julio de 2024

Las fotos de verano y la respuesta buscada.

Poseo muchas taras. Afortunadamente las conozco casi todas pero eso no significa que las haya eliminado de mi vida sino que, como quien ha aprendido a vivir con sus disfuncionalidades, las dejo asomar si es medianamente conveniente.

El problema es que también sé que favores precisamente, no me generan.

Hace muchos años estábamos recuperando datos de un ordenador. Es curioso como la vida de las personas se puede imaginar con unos cuantos detalles que pasen por tus ojos. Primero sale en las fotos de fiesta, luego aparece siempre un muchacho, más tarde están los dos, después pasean a un perro, luego hay imágenes del embarazo, una niña muy mona jugando con el perro, de golpe él ha desaparecido, la niña crece, el perro se hace mayor y la protagonista vuelve a poner fotos de fiesta. No hay que ser Sherlock para unir los puntos de la historia.

El caso es que mi compañero no es ciego, al igual que los médicos, los fruteros o los bomberos. Comentó que la chica que aparecía en las fotos aparentaba ser tremendamente atractiva. En realidad no ese atractivo infinito y elegante de Linda Evangelista en 1989 sino algo más Samantha Fox en las paredes de los talleres mecánicos de la misma década. Algo me extrañó porque ese equipo lo había traido una familia convencional con padres del mismo atractivo que yo e hijos de bastante poca edad. Tomé la decisión, una vez recuperada la información y realizado con prestancia y calidad nuestro trabajo, de pedir a los padres que vinieran a una hora específica y sin los hijos. Así se lo hice saber. Cuando llegaron les llevé al taller. Al igual que hacemos con todos los clientes, encendí el equipo para mostrar que todo estaba en orden. "Sin embargo"- les comenté- "hay algo que creo que deberíais de saber". Me fui a las carpetas recuperadas. "Obviamente cuando recuperamos la información ésta pasa a ser visible y aunque nos importa muy poco lo que haya creo que como padres deberíais saber las fotos que guarda vuestra hija". Me miraron como si yo fuera un purista de 1949 que se hubiera escandalizado por verle el tobillo a una mujer en el autobús. "Ya sabes"- dijo la madre- "que estas niñas se hacen miles de fotos. Es normal". Entonces abrí una de las fotos en las que la "niña", a sus no más de doce años, aparecía en tanga, a cuatro patas sobre la alfombra, con un pecho que no tiene una senegalesa con tres hijos y con un chupete en la boca.

Llegados a ese punto los padres cometieron lo que me parece un error. Me pidieron que dejara el equipo ahí y fueron a buscar a su hija. Volvieron con ella y pasaron al taller. "Enséñaselo"- me pidieron como si yo fuera un verdugo. Yo abrí alguna de las fotos y me quedé callado. Ella puso la misma cara que ponen los perros cuando saben que han hecho algo mal. Sin embargo, como un primer ataque de adolescencia, quiso justificarse. "La verdad, mamá"- empezó buscando complicidades- "es que con las fotos del uniforme o jugando con mis amigas no me hacía caso nadie y con estas fotos tengo cientos de likes". Supongo que es algo parecido a las chicas que se subían las faldas de tablas un poco más allá de la rodilla y los del colegio de chicos les prestábamos un poco más de atención, pero en su versión 2.0.  A una determinada edad el reconocimiento, por el motivo que sea, es más importante que uno mismo.

Cuando me encuentro cientos de perfiles hipersexualizados en internet me acuerdo de aquel día.

Cuando llega el verano y los bikinis que dejan ver un poco pero no del todo aunque mi cerebro heterosexual juegue a completarlo, vuelvo a ese instante.

Y me doy cuenta que más de uno y de una, que han dejado atrás la adolescencia, quieren buscar la misma popularidad de aquella niña. Usan los mismos métodos. En Instagram, en Tinder, en Facebook, en una foto que te llega por whatsapp pidiéndote que te fijes en el paisaje.

Es mucho más popular una buena forma que un título de Harvard, sobre todo en estos tiempos de inmediatez.

Luego ya, si eso, puedes decir que la sociedad patriarcal te hipersexualiza pero si te lo estás haciendo tú, no te quejes.

Ahora ya podeis empezar a haceros las fotos vacacionales.

Y me las enviais, que estoy muy solo.

18 de julio de 2024

Gente a odiar.

Gente (por la calle) que odio:

- Los que van por la calle hablando ( fuerte) a su teléfono como si fuera una tostada antes de metérsela en la boca.

- El conductor que te mira de reojo en el semáforo pero se queda mirando al frente como si no lo hubiera hecho.

- Los ciclistas daltónicos.

- Las madres que te miran mal porque su niño se ha tropezado contigo o te ha atropellado con la mini bici.

- Los repartidores de Amazon que aparcan en medio porque están trabajando y los demás nos estamos tocando el orto.

- Las personas que van con paraguas pegados a la pared obligando a esquivarles cuando llueve (y no tienes paraguas)

- Los grupos que caminan ociosos ocupando toda la acera

- Los que están más de diez minutos tocando cosas en el cajero y dicen que está roto.

- Los que sueltan al perro y se ríen mientras viene a olerte los genitales.

- Los que se acercan, beodos como un irlandés, a convencerte que necesitan 50 céntimos para el autobús

- Los que se hacen los condescendientes con los negros que venden pañuelos pero no les compran después de quince minutos de conversación

- Los que te dan golpecitos en el brazo mientras te hablan

- Los que se quedan en el semáforo mirando el móvil y cuando les pitas levantan el brazo gritando y diciendo "!que ya voy, pesaU!"



José Ramón: jaque mate desde el ayuntamiento.

Tres de cada cuatro españoles quiere ser funcionario

Hace muchos años, cuando te salía un hijo que no sabías donde meterle, le mandabas con los curas. En realidad era una forma de buscarle un medio de alimentación para alguien que suponías poco capaz de valerse por si mismo.

Para que te echen, tanto de la Iglesia como de un organismo público, hay que liarla muy gorda. Con poco que se me conozca puedo afirmar que eso, precisamente, es el origen de problemas endémicos. Si desaparece la meritocracia, la multa, el despido, la ruptura, la flagelación moral y pública o la amputación de una mano, dan más ganas de robar, vaguear, cometer infracciones de tráfico o esforzarse.

Acabábamos de cenar y los fumadores nos escondimos en el colgador de la ropa que hay al final de la cocina. La rubia adolescente me pidió un cigarro. En esos momentos, casi como si fuera un grupo de yonkis a las puertas del bar unidos por sus adicciones, se abre la puerta a la sinceridad. Ella, aprovechándose del miedo que todas las madres protectoras poseen, había conseguido establecer un modo de vida aparentemente envidiable: casa en el centro con todo pagado, coche, móvil de los caros, dentadura perfecta, tiempo libre, vacaciones a elegir. -"¿No te das cuenta"- dije- "que nada de lo que disfrutas lo has conseguido tu?". Ella dió una calada larga como si estuviera esperando esa pregunta y se sinceró. "Veo a mis amigos en la misma habitación en la que nacieron, estudiando. ¿Qué quieren?. Tener un piso, un móvil, irse de vacaciones y disfrutar sin saber el dia de la semana en el que viven. ¿No?. Pues eso ya lo hago yo. Que lo haya logrado sin ese sacrificio es, sencillamente, que soy más lista". Puso, en ese momento, cara de jaque mate.

Si algo explicaba Eric Fromm en "el miedo a la libertad" es que todas las sociedades humanas necesitan de una figura superior. Puede ser un Dios, un Padre, un Jefe o incluso un Estado. Las características que se le suponen es la protección, capacidad de premio y de castigo, respuesta última a lo incomprensible y manutención. el "Dios proveerá" se ha convertido en "alguna ayuda habrá" o en "lo pagarán mis padres".

Probablemente hay mucho de cultural en todo ese funcionariado aspiracional que contagia a la sociedad actual. No es algo exclusivo de la juventud porque me encuentro a decenas de arrepentidos del sacrificio que, con sus sueños rotos, tienen sobre la mesa de su comedor de soltero infinidad de temarios públicos. Se cree que aquello es un mundo de ilusión en el que una vez que se es aceptado sólo queda sentarse a pensar en qué tipo de ocio popular gastarse las prevendas. Un club exclusivo donde los bienes llegan de manera mágica y son infinitos. Una empresa que no puede quebrar por muy mal que se haga el trabajo. Un jolgorio en el que nadie te va a mirar mal por una baja poco elegante fruto de la resaca o simplemente la desidia. Visto así es una bicoca, fantasía sexual de procrastinadores y progenitores de estúpidos.

Es no quita que haya funcionarios de vocación. Mari Carmen, que disfrutaba preparando formularios para organizar el uso del baño de sus hermanos pequeños. Alguno habrá y será eficiente hasta el extremo. Lo que habrá, y no lo pongo en duda, es algún tipo de profesional que, incapaz de enfrentarse al reto de demostrar su valía, haya decidido jugar con red al juego de la profesión. Es la misma diferencia que hay entre la intensidad de una final del campeonato del mundo y un partido playero de solteros contra casados.

Sin embargo el principal problema que tenemos en nuestra cultura occidental es que hemos asumido como verdad que quien se la juega, quien arriesga, quien se esfuerza, quien pierde, quien intenta hacerlo cada dia mejor y para el nunca es suficiente el grado de calidad de su resultado laboral, es un idiota.

Nadie quiere ser idiota.

Y José Ramon, que te envía memes mientras se toma el tercer café en el bar subvencionado del ayuntamiento, te quiere convencer que es feliz y más listo.

Así que quieres ser José Ramón porque te ha hecho un jaque mate.

Otra cosa es que un país relleno de funcionarios solamente puede terminar muriendo porque si eres un servicio, no hay a quien dar servicio y, sobre todo, de quien sacar para tu paga extra, el chollo termina. Pero claro está, es lo mismo que el ecologismo: ya solucionaran eso nuestros vuestros hijos. Que ese envase lo recoja otro. La productividad no está en mi convenio.

Tres de cuatro españoles quiere trabajar menos y ganar más sin riesgo a ser despedido.


Pd: Ultimamente, al menos en España, existe una pandemia de pequeñas huelgas y reivindicaciones que tienen un elemento en común: son semifuncionarios ( médicos, bomberos, policías, conductores de aurtobús, limpiadores de polideportivos municipales...). No verás una huelga de fruteros autónomos.

12 de julio de 2024

Coldplay, Segovia y aquello que fuimos.

Supongo que lo he contado alguna vez. Conocí a Coldplay en un bar de Segovia. No a ellos, como es lógico, sino a su música. Bajaba a Madrid en coche, probablemente en invierno. En aquella ciudad que te pilla de camino si haces un desvío estudiaba una mujer frágil y energica, que dicho asi parece un oximorón pero es real en ella. Hace mucho que no la veo. Estaba perdiendo peso casi hasta ser un cadáver de lo que era. Yo tenía una herida en el labio superior, que es la forma en la que tiene de marcarme el frío y la soledad. Por una parte llevaba alimentando, todo el viaje, las ganas de besarla pero me podía la vergüenza de una más de mis taras físicas.

Cuando nos vimos nos abrazamos de esa forma que hacen los que no saben cómo comportarse y buscamos un lugar neutral donde dejar que la forma que tienen los adultos de poblar el silencio nos llevara a algún lugar mágico en el que ya hemos estado anteriormente. Hay personas con las que solamente estar, incluso en silencio, proporciona calma y cariño en proporciones similares. Supongo que lo que nos pasaba, sobre todo a ella, es que nos sentíamos libres cuando estábamos juntos. En mi caso, aunque tenga cara de malote, casi nunca hay nada emocionante que contar. Mi formalidad cristiana me puede y me castra. Sin embargo ella, colorista y elegante, me empezó a contar con un tono que podría ser hasta tildado de coqueteo, que Segovia era una ciudad extraña. Parece un castillo en medio de la nada pero en cuanto lo recorres aparecen las mazmorras y las habitaciones ocultas. "He descubierto"- me dijo- "que soy un mujer débil". Se sonrió como si viniera una maldad detrás. "He conocido a mucha gente que está aquí estudiando y curiosamente me he topado con dos chicos a los que les falta un dedo de la mano. Es raro, ¿verdad?". Yo hice un cálculo estadístico y me acordé de Gil, un compañero de clase , muy listo por cierto, que había nacido con dos dedos pegados. "Es raro, si"- acerté a responder. "El caso"- continuó- "es que parece que no puedo evitarlo y aunque son dos chicos normalitos, es como si me dieran pena". Yo puse la cara de alguien que se intenta demostrar empático con los sentimiento ajenos. "Y no puedo evitar tirármelos"- concluyó.

Uno de los problemas que tiene dejar, abiertamente, que la otra persona haga uso de su libertad porque te gusta mucho pensar que siendo una mujer maravillosa va a elegir quedarse contigo es que estas cosas , pasan.

Así que durante un silencio de estupefacción en el que ella esperaba que sonriese por el mutilado y prolífico sexo casual mi cerebro buscó datos en el entorno a los que poder agarrarme y fui consciente, por primera vez, de Yellow. que era el segundo single de ese disco más que fantástico titulado Parachutes que habían sacado los chicos de Coldplay en el 2000. Me giré a preguntarle al tipo del bar qué era lo que estábamos oyendo y cambié de tema afirmando que sonaba muy bien. Luego nos puso Shiver y puedo empezó Trouble ya había llegado a la conclusión que eran una mezcla entre el U2 que me gustaba y el RadioHead que me apasiona. La diferencia, que eso no se sabe con un primer disco pero sí viéndolo en perspectiva, es que los más grandes evolucionan ( Zooropa no se parece a War y The Bends es tan acojonante que cuando los puristas me hablan de Kid A, pongo caras). Me compré el segundo disco de Coldplay. El single, In my Place, todavía sonaba al disco anterior, pero con más medios. Les buqué en The Scientist pero algo decía que ya no era lo mismo y no creo que fuera por la influencia malévola de Gwyneth Paltrow, novia de Chris Martin justo en ese disco. Ella, por retomar el anecdotario anterior, es físicamente muy parecida a la chica de Segovia. Ambas son capaces de parecer princesas abandonadas en almenas y hacerte sentir culpable por no estar en algún momento mientras te cuentan la violencia del sexo con el chico que limpia las caballerizas. 

Luego sacaron Fix You. La letra dice: "Cuando lo intentas todo Pero no tienes éxito, Cuando obtienes lo que quieres Pero no lo que necesitas, Cuando te sientes tan cansado Pero no puedes dormir, Atascado en marcha atrás. Cuando las lágrimas Caen por tu rostro, Cuando pierdes algo Que no puedes reemplazar, Cuando amas a alguien Pero se desperdicia, ¿Podría ser peor? Las luces te guiarán a casa ,encenderán tus huesos. Y yo intentaré arreglarte. Bien arriba o bien abajo Cuando estas muy enamorado Como para dejarlo pasar. Si nunca lo intentas nunca sabrás Lo que realmente vales. Las luces te guiarán a casa Y encenderán tus huesos. Y yo intentaré arreglarte. "


A partir de ahí, musicalmente y para mi gusto, Coldplay se murió.

Sin embargo, como casi todos los fenómenos publicitarios, alguien les ha buscado un hueco en el que reinar. Coldplay lleva, más de unos años, intentando convertirse en un referente molón, eco resiliente, bondadoso, integrador, amistoso y que haga que la gente regale abrazos por las calles a los demás porque los seres humanos somos personas amables, empáticas y generosas. Los conciertos, con sus pulseras y mensajes incuestionables sobre quererse mucho y salvar el planeta, se han ido convirtiendo en algo parecido a telepredicadores con dinero que hacen un espectáculo que intenta llevarte al éxtasis para hacer un poco más de caja. Como todo milagrero, la forma de llegar a ello es una mezcla entre dejarse sorprender, hacer grupo férreo alrededor del nuevo Dios y no poner en duda las escrituras. Probablemente, a falta de música, el espectáculo es el que manda. Eso no quita que te digan que sus conciertos reducen las emisiones de carbono, que te expliquen que los escenarios son de bambu y que ponen bicicletas que generan energía eléctrica para que los pedaleos de sus asistentes alimenten la luces. Que pidan a sus espectadores que no vayan en coche y usen botellas de agua rellenables. Nada de ir en coche, ponerse macareno a cerveza y tirar los vasos al suelo como hacen los heavys. Si vas a un concierto de Coldplay puedes hacerlo por la música o salir con la sensación de que hay un arbol más después de pagar la entrada. Todo eso independientemente de los 500 millones de dólares (estimados) que se sacan por gira. O que te rompan el corazón por darle una oportunidad a unos muchachos a los que les falta un dedo.

Supongo que Coldplay es uno de esos conciertos masivos a los que vas porque dices que te gusta la música pero gastas más tiempo en elegir la ropa que en oírte los discos. Esos instantes en los que haces algo porque quieres sentirte bien tú y luego te pones digna contándome no sé qué sobre el ecologismo. Vamos, como tener un coche eléctrico pero no hablar jamás de los pueblos africanos donde se sulfatará la batería que ya no uses.

Es un reflejo de nuestros tiempos.

No sé qué será de ella pero cuando oigo el mejor disco de estos chicos, que es cuando soñaban con la música, yo sueño con una taberna irlandesa vacía de Segovia.

3 de julio de 2024

No te toques ( por tu bien)

Si algo tiene el ser humano actual es la innata capacidad de repetir los esloganes publicitarios. Tu puedes pasar el pronto y yo el paño. Hola, soy Edu, Feliz Navidad. Qué suave, ¿es nuevo?.

Por supuesto que la publicidad jamás es algo exclusivo de los productos a la venta. Sabemos, y para eso no hace falta pensar mucho, que las cosas "gratis" suelen ser mucho más caras porque la moneda eres tú. Sin embargo y por alguna oscura razón escondida en los maquiavélicos engranajes del cerebro, nos encanta esa sensación de ser especiales, únicos y estar por encima de la media cuando hemos logrado un gambusino que no necesitábamos gratis ( o de oferta) a cambio de traer un paquetito desde Marruecos. Es un ejemplo. También me vale ver diez minutos de anuncios, regalar mi ubicación o contárselo a mis contactos. Si algo tiene la tecnología, en su aplicación real, es la cesión de algo a cambio de algo. Comercio de toda la vida pero cambiando las palabras.

En una sociedad mucho menos social y tamizada por las pantallas hemos llegado a un punto en el que la manera de entrar en tu casa es a través de tus dispositivos. También, como siempre, a través de la publicidad y sobre todo a través de la publicidad institucional. No es baladí que el primer anunciador sea el estado. Una de las principales cosas que ha descubierto el estado es que con tu dinero te pueden bombardear hasta intentar cambiar tu percepción de la verdad y, sobre todo, fiscalizar todo aquello que hasta hace nada se correspondía a tu propia libertad.

Porque aunque nos quieran convencer que vivimos en la sociedad más libre de la historia eso no deja de ser un eslogan. Podemos ir donde queramos con nuestra aplicación de mapas pero me dice los bares que están cerca. Podemos usar nuestro coche eléctrico siempre conectado aunque le den los datos de nuestra forma de conducción a los seguros para que nos cobren diferente en la próxima cuota. Podemos pagar con tarjeta aunque el banco le diga a los anunciantes en qué nos gastamos el dinero. Podemos consultar cualquier cosa en Internet a cambio de que el algoritmo nos catalogue en una determinada categoría. Los ejemplos de esa libertad son infinitos. Al fin y al cabo solamente hay que hacer una triangulación de las antenas de telefonía para saber a qué velocidad andamos, en qué medio, con quien y por donde. Si algo tiene la modernidad es la infinidad de excusas que hemos aceptado como correctas a cambio de pequeñas cositas que no parecen importantes. Los granos de arena terminan poblando desiertos.

Cuando ya hemos aceptado todo aquello como válido pasamos a un segundo grado legislativo. Poner cámaras por tu seguridad. Prohibir pagar con dinero para controlar el blanqueo. Controlar el tiempo que pasas fregando los cacharros por la liberación de la mujer. Limitarte la masturbación a 30 veces al mes para que los niños no vean pornografía. Señalarte de alguna forma si no votas lo correcto. Obligarte a contratar a la prima coja del vecino. Poner la lavadora a las tres de la mañana porque es una hora valle de la compañía eléctrica y hay que proteger el planeta. No me extrañaría que cualquier día aparezca un funcionario (que no esté de baja) disfrazado de mi madre obligándome a peinarme y a sentarme bien por la salud de mi espalda.  El término "es por tu bien", en esta sociedad mucho menos familiar, se ha convertido en un concepto institucional.

Si hay algo que me enoja soberanamente es que me traten como si fuera gilipollas. No porque no lo sea, que eso es más que discutible, sino porque se presuponga, de la misma forma que hacen algunas feministas con mujeres biológicas, que el ser humano necesita ser guiado por los pastores de la verdad disfrazados de legisladores. Esos mismos legisladores que, incapaces de solucionar los problemas de verdad, han decidido meterse en tu casa para imponerte la tele que ves, la ropa que planchas, los residuos que reciclas y las veces que te tocas. En cualquier momento usarán el mismo argumento que usaban los curas conmigo cuando la adolescencia me llegaba: "Te vas a quedar ciego". Los curas, que fueron los primeros en decirte cómo follar, como querer, como vivir y cómo alcanzar la santidad. Ahora, en cierto modo, el estado quiere ser la nueva iglesia. Sin hábitos pero con coches oficiales. Con impuestos en vez de pasar el cepillo. Igualmente intrusivo.

Un ejemplo de la obvia pérdida de libertad está en que algunos procuran no decir cosas políticamente incorrectas cuando hablan, aunque no haya maldad en sus palabras. Si en nuestro grupo hay un tipo especialmente obeso y nos piden que identifiquemos a José Ramón, no podemos decir que es "el gordo" porque eso está mal visto. Otro ejemplo es lo infantil y maniqueo (tendencia a reducir la realidad en bueno y malo) de las letras de las canciones mainstream.

Así que ya lo sabes:

"Haz uso de tu libertad, pero haz un BUEN uso". 

Dios está en todas partes. Tu gobierno también. 

No es magia, son tus impuestos.

Y no te toques.

Pd: ya verás como alguno, en una tertulia, termina afirmando que como para masturbarse hay que ver porno y en el porno se simulan violaciones, masturbarse es lo mismo que violar. Porque de la misma forma que el amor es ciego y Dios es amor, Steve Wonder es ciego y se puede deducir que Steve Wonder es Dios.