Hace un par de semanas varios miles de jóvenes, firmemente convencidos de la importancia de la solidaridad entre los pueblos y en una representación simbólica de la paz y de la necesidad de llegar a acuerdos que tienen los que se ven como diferentes, se reunieron bajo el paraguas de la música y de alguna de esas drogas que te proporcionan las ganas de abrazar a los demás. Un ratito después el paraguas eran unos cuantos misiles y cuando se pudieron dar cuenta les estaban cazando con Ak47. El amor, la paz, las flores y los simbolismos se fueron por el retrete del desierto bastante más rápido que el efecto de los alucinógenos.
Ojo, que no digo que no sea bonito e incluso necesario el mantenimiento de acciones de onanismo bondadoso pero eso no quita que la realidad se impone y está en manos de los que hacen mucho más que los que manifiestan. Mantengo que en la mayoría de las ocasiones aquellos que, por decir algo, se disfrazan de flamenco para reclamar agua en Doñana, lo hacen mucho más por su satisfacción personal que el que se mancha las manos ayudando a reconducir los pozos de agua. Reclamar publicitariamente amor, paz, agua, comida, casa, igualdades o cualquiera de las bondades que se te puedan ocurrir no vale absolutamente para nada si nadie se pone manos a la obra. Podemos estar muy de acuerdo en que hay que eliminar las comisiones bancarias pero la solución es ir con dinero en metálico y no pagar con tarjeta, jodido vago de los cojones. En cierta ocasión una muchacha joven, con sus rastas y su ropa étnica, esperaba gentilmente a que personalizáramos el ordenador que nos acababa de solicitar. Durante ese tiempo me contaba, con una radicalidad aceptable, las maldades miserables de la banca convencional. Llegado el momento de pagar, sacó la tarjeta. "En la esquina"- le dije- "hay un cajero. Con lo que me has contado entiendo que recorrerás los 20 metros y sacarás el dinero, porque el banco se queda unos céntimos". "Ni loca"- respondió. Así que activó la tarjeta en su movil de marca cara e hizo ganar a la banca convencional.
Vivimos en una sociedad de imagen, eso está claro. Pero también es una obviedad que por mucho que vayas con un pañuelo morado tejido por siete mujeres palestinas tuertas, lo seguirán estando después e incluso habrá más. Viene a ser lo mismo que rezar para que llueva con la salvedad que los creyentes están convencidos que hay un ser omnipotente capaz de escuchar sus plegarias.El activista, por el contrario, hace su reivindicación y se va a casa a poner frases copiadas e imaginativas en X, antes twitter.
Porque aquí hay mucho listo de los cojones concienciado con la paz pero no tienen los huevos de hacer un escudo humano en la frontera de Gaza o pelear por la salvaguarda de Ucrania. Básicamente porque se los van a cepillar desde uno u otro lado. Y no mola. No mola pasar hambre en Africa o defender los derechos de las mujeres en Iran. Eso no. Defiendes la paz desde tu casa en paz y las mujeres en un pais donde tienen hasta algún derechito más que el hombre. Publicas tu reivindicación grabada en horizontal desde un sitio donde estás a salvo de todo lo que te indigna. Eso te convierte en un hipócrita y en un imbécil.
Ese onanismo reivindicativo es la excusa perfecta para que las injusticias campen a sus anchas y, a veces, te pegan un tiro mientras sujetas un cartel de paz.
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