Google, en su magnífica visión del mundo desde sus oficinas de Mountain View, ha decidido etiquetar los negocios para luchar contra el racismo. Por eso mismo en las fichas de algunas tiendas se puede leer: "Propiedad de negros". Con dos cojonazos.
También existen las leyendas: "Dirigido por mujeres", "LGTB+ friendly", "Espacio seguro transgénero" y cosas así. Todo maravilloso.
Será que soy un raro pero me importa, textualmente, una mierda pinchada en un palo si quien manda es una mujer o una cabra siempre que el producto o el servicio que voy a solicitar se haga correctamente. Desconozco el día en el que nos empezó a importar un carajo lo que vamos a comprar y fue más importante si el tipo que nos lo sirve mea sentado o de pie, si es adorador de Satán o si se la pela con los primeros videos de Wham!. Supongo, porque solamente es un suponer, que quien no ha hecho en su vida una barra de pan cree, porque estamos sumergidos en un mundo de estándares, que todos los panaderos lo hacen igual. Que todos los que tienen la carrera de medicina son médicos con las mismas capacidades y que, por supuesto, todos los que gestionan una tienda son exactamente iguales. Unicamente partiendo de esa premisa soy capaz de entender que sean relevantes otros factores.
Sin embargo, y esto es una lucha perdida, poner este tipo de adjetivos a un comercio se me hace muy similar al "Tienda de Judíos" de aquella Alemania. Es cierto que en este caso se intenta que sea a favor en vez de en contra, pero eso tiene más que ver con la visión del cliente que con la acción en sí. A mi primo Jose Ramon, de Burriana, si le dices antes de entrar que es "propiedad de moros", no entra. A alguna charocrática salvaje del Caribe, si le dices que es "propiedad de hombres", tampoco entra. Si el comercio es pequeñito y pone que es "gestionado por Gordos", te lo piensas. Y mira que la gordofobia es la última tendencia en victimización. Si la han cagado ya con las mujeres, los transexuales y los homosexuales, hay que añadir a los gordos.
De un tiempo a esta parte poner adjetivos a las cosas es una obsesión. Si vas a comprar pan y pides pan, en la panadería, esperan que le pongas apellido: de semillas, media cocción, gallega, rústica... Quiero pan, ya está. No es tan difícil. Crujiente por fuera y con miga para untar. No es mejor Mari Carmen López que Doña Luisa de Antuño Cifuentes de todos los Santos, las dos son "esa señora". Por supuestísimo, Mari Carmen la gorda y Mari Carmen la flaca, deberían de no tener adjetivo después del nombre. Un argelino asesino y un tipo de Mostoles asesino son asesinos. Las tendencias sexuales de la gente me importan exclusivamente si existe alguna posibilidad de que tenga sexo conmigo. Por lo demás, como si se la machaca con documentales de orcas asesinas.
Es cierto, por supuesto, que las palabras determinan cómo vivimos nuestro presente. Que si nos preocupamos de la manera en la que definimos nuestro entorno, éste va cambiando su realidad poco a poco eliminando aspectos que lo hacían bastante más áspero. No niego esa realidad pero se nos han ido las manos con la intencionalidad de etiquetarlo todo y creamos situaciones que sobrepasan lo entendible. -Hostia- le dice uno a otro desayunando un croissant que sabe como lamer el suelo de un after- esto está malísimo-. El otro le mira como si se hubiera follado a su gato después de votar a Hitler y le enseña la bolsa -Es LGTB+ friendly, fabricado por mujeres transgénero negras y gordas-. Así que, bajo la pena de haberse convertido en un homófobo racista que está en contra de la determinación sexual de las personas libres, te tienes que comer el puto croissant. Sin embargo los bollos que hace el repostero de la esquina, que se levanta a las 3 pero es blanco y le gustan las mujeres, no te los vas a comer por muy buenos que estén porque Google y los maestros de la nueva moral no le han dado respaldo intelectual. ¿A que es absurdísimo?.
Bienvenidos al mundo moderno homologado donde hacer las cosas bien, o mejor, es menos importante que la etiqueta.
Me encantaría que los que defienden estas gilipolleces fueran, no al mejor médico, sino al que sea gordo, negro, mujer, objetofóbico, hable euskera batua y con una polla tatuada en la cara. Ojo, que quizá pueda ser el mejor médico pero si jugamos a hacer un baremos de puntuación, las capacidades profesionales cuentan lo mismo que cada una de las estrellas anteriores.
Lo que no entiendo es cómo no nos hemos ido a la mierda ya. Buen camino sí que llevamos, sí.
Y no voy
ResponderEliminara decir
nada del
lenguaje
inclusivo,
jamas creí
que habia
espacio para
tanta tontuna .
Oye, a ver si dejas el pan en paz de una puta vez, que ya tenemos bastante con Ángela Rodríguez.
ResponderEliminarGracias