9 de junio de 2021

Vacuna de albóndigas.


Una vez, probablemente fruto de la idealización de la naturaleza humana, quise pensar que si bien en estado de relajación las personas son proclives a cometer estupideces también me creí que cuando las cosas se ponen complicadas salen esos comportamientos racionales que nos generan una capacidad muy por encima del resto de los seres de la evolución. Es por eso que durante las guerras y en complicados momentos históricos algunos humanos han hecho cosas maravillosas. Quise mirar hacia atrás y creer que la borrachera fruto del estado del bienestar que habían conseguido nuestros abuelos era circunstancial. Creía, iluso como un mirlo, que si hacía falta nos íbamos a poner serios y darme la razón.

Pero no.

Si algo ha demostrado el año y medio de pandemia, alarma, bulos, contrabulos, mentiras a medias, análisis estadísticos con grupo de control manipulado, generalizaciones infantiles y demasiado internet, es que la duda nos hace comportarnos como gilipollas.

Hoy me han comentado que alguien, con estudios superiores y que es capaz de vestirse solo, ha decidido no vacunarse porque su tarotista le ha dicho que en la máquina de "quantum" que utiliza para las predicciones le sale que la vacuna es mala.

Lo cojonudo de todo esto es que te lo dice exactamente con el mismo tono de voz con el que te puede explicar el Teorema de Frobenius. Entonces piensas "joder, que lo dice de verdad".

Por supuesto que cada uno es perfectamente libre de hacer y decir lo que quiera pero la argumentación lógica debería de ser obligada. Tener miedo es licito. Creer a su tarotista es ponerse un cartel en la cara de idiota y una justificación para partírsela y después afirmar, con cara de circunstancia, que el ángel San Gabriel, aparecido de entre la nada, te ha obligado a hacerlo. Coño, has empezado tú.

Lo curioso es que en más de un lugar han dado por perdida la lucha contra la inteligencia humana y han propuesto "incentivos" para vacunarse: en China te dan a elegir entre albóndigas o alas de pollo gratis. En EEUU, según el estado: marihuana, donuts, boletos para sorteos, entradas para el zoo o palomitas con una entrada de cine. En Israel, una cocacola y un bocadillo. En Rusia, helado. En Dubai, 10% de descuento en compras.

No es que algunos se indignen porque les traten como imbéciles, es que el sistema funciona. Las vacunaciones crecen. Quizá es porque nada le gusta más a un ser humano contemporáneo que algo gratis. Ya lo decía el chiste: un señor me ha dicho que me daba este helado si le...

Estoy esperando el momento en el que echen las cartas gratis para que se vacune la estúpida de la que me han hablado hoy.

Citando a Nick Hornby cuando se preguntaba si es que escuchamos música pop porque estamos tristes o si estamos tristes por escuchar música pop, me pregunto si nos tratan como estúpidos porque lo somos o si la nos volvimos estúpidos para que nos traten mejor.

O si la manera de sobrevivir es ser un estúpido, que es más o menos lo mismo que vacunarse para el mundo en el que vivimos. Al fin y al cabo entre vacunarse sin más o vacunarse y que te den unas albóndigas, es mejor lo segundo.

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