8 de mayo de 2021

A la libertad como toros

Si algo tuvieron en común la caída del muro y la muerte de Franco fue que las personas , supuestamente de bien, salieron de sus madrigueras como los toros al llegar a la plaza. Agitados, rompiéndolo todo, levantando polvo tras las carreras por la arena y desgastando la energía que les quedaba.

También se compraron los coches más exagerados y las camisas más feas, como si hubiera que dejar claro que la libertad es hacer lo que te sale del orto y , como todo el mundo sabe, el orto carece de gusto y no es precisamente discreto. Drogarse, reclamar el derecho a hacer el ridículo, pintar en los baños, cantar a las tres de la mañana por la acera y regodearse en todo aquello que hasta ese momento parecía prohibido. 

El complejo de nuevo rico y el de nuevo liberado se parecen de forma sospechosa. Son eyaculaciones públicas de ruidoso mal gusto que parecen disponer del derecho a jactarse sobre los demás como quien pisa la tumba de su enemigo en un catárquico baile.

Ya no quedan crestas de colores por las calles.

Mañana abren toriles. Como quien va a derrapar en la curva de La Estafeta saldremos a toda velocidad mientras, vestidos de blanco nos golpearán los mozos con periódicos que hablarán de paro, de los cientos de miles de muertos, de las enfermedades, de la crisis, de la economía globalizada que nos habrá hecho más pobres. Es probable que empitonemos a un par de ellos. Que mantengamos el trabajo y que estemos vacunados. Saltaremos sobre las montoneras detrás de los cabestros que nos marcan el camino directamente a la plaza mientras retransmiten nuestro recorrido en directo y comentan, dignísimos, cómo esta vez lo hacemos en mayor o menor tiempo. Mientras nos dejamos llevar haremos fotos felices de nuestro camino.

Pero, al final, nos torean de una forma u otra. Y no lo hace un torero capitalista con el paquete bien prieto o un político con una espada con forma de subida de impuestos, que también. Lo hace tu vecino del tercero intentado joderte mientras piensas en cómo joderle a él. Lo hace quien te dijo que te quería pero solo esperaba el momento de sodomizarte. Lo hace quien esperó a que estuvieras suficientemente borracho como para robarte la cartera. Claro que eso es otro tema.

Ahora lo que toca es hacer ruido, follar sin criterio, cantar "hoy voy a salir a por ti" absolutamente bebidos bien entrada la noche y saltar los burladeros. Ahora hay que ser una adolescente de buen ver con casa vacía, dinero regalado y la firme convicción que libertad y exceso son lo mismo, que beber más, gritar más y pasarse más significa un hito superior. El cornúpeta se cree libre los tres minutos que van desde que abren la puerta hasta que llega la primera banderilla.

Eso sí, al toro que sale a la plaza sin armar mucho escándalo le devuelven a toriles y, con suerte, vive plácidamente en algún terreno de la Salamanca profunda llegando a viejo y teniendo muchos hijos. Los animalistas y los astados listos, lo prefieren.

Moraleja: no seas gilipollas, que le dan tu oreja a otro. Y el rabo. Eso sí que duele. No pierdas el rabo.

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