15 de marzo de 2021

El año en que la ideología lo manchó todo.

Entiendo que cuando alguien se tiene que enfrentar a lo desconocido lo que hace es buscar en su interior algún tipo de recurso que le permita salir adelante. No sé: hacer una cabaña con ramas o dibujar una cara en un balón para poder conversar con el Señor Wilson.

Y también, si es que alguno de los psicólogos de postín que leen este blog no me lleva la contraria, se aprende a mirar los pequeños detalles. A investigarse el ombligo. Si recordamos cómo éramos hace algo más de un año lo que nos preocupaba era la paz en el mundo, las democracias árabes, la globalización y las libertades de los refugiados sirios. Nos sentábamos en nuestro pedestal occidental para intentar dar lecciones a los demás sobre lo que deberían hacer casi como el jubilado que se apoya en la valla para explicar la manera en la que mover los escombros de la zanja.

Entonces es cuando, justo en el mismo momento en el que alguna superdotada moral quitó su contador Machismo-Coronavirus, nos dimos cuenta que estábamos en una isla desierta. Y nos pilló donde nos pilló. A unos con un bar, a otros viviendo con alguien que no soportaban, a más de alguno con un proyecto vital a medias y quizá a demasiados en ese silencio incómodo que tiene la soledad. Hay que reconocer que también a algún estudiante mediocre de enfermería le pilló con trabajo fijo antes de terminar los estudios. Hay que aceptar que quien tenía el poder no se iba a poder dedicar a gastar dinero y ser molón, a jactarse de su locuacidad en las tribunas mientras las cosas seguían por los caminos conocidos. A quien, como los demás, le pilló en un determinado lugar, tuvo que hacerse fuerte en él. Hacerse fuerte o joderse y tener que lidiar con lo que le ha tocado, según cómo se mire.

En ese momento, asustados, buscamos la supuesta determinación de aquellos que estaban ahí para salvarnos. Nos dieron dos o tres respuestas fantásticas: saquemos a Franco del valle de los Caidos, intentemos meter al rey en la cárcel, cerremos muchos negocios por el bien de los demás mientras subimos el sueldo de los funcionarios ( donde están los sueldos de los políticos, por cierto), digamos lo mucho que vamos a ayudar mientras se sigue obligando a pagar los autónomos, echemos la culpa a Europa del Iva de las mascarillas, hagamos un invento que esconda bajo las siglas ERTE todos los parados que se pueda y esperemos a vencer al virus tres o cuatro veces durante el año. No nos olvidemos que Pdro aseguro que se había vencido al virus en verano y que aseguraba que en unas semanas la tasa de infección estara por debajo de 25. ( Octubre 2020). No nos olvidemos que algunos, quizá con la inercia del mundo en el que creen vivir, seguían asegurando que la pandemia era una cuestión de género. Es curioso como todo lo malo es, según para quien: machista, bolivariano, chino, capitalista, poco ecologista o racista cuando no culpa de los medios malévolos que difaman con la verdad. Algunos, casualmente parejas de otros, solo han salido a dar lo que parecían buenas noticias propósitos y cuando sus palabras han sido abrumadoramente arrasadas por cosas como la mayor subida del precio de la luz de la década, se han escondido como bellacos.

Porque el mundo se ha dividido entre los que van a cobrar y los que no, entre los que pueden seguir haciendo el panoli con sus "pajas mentales" y los que se levantan por la mañana sin saber si van a sobrevivir al llegar la noche. Entre las mociones de censura y las colas del hambre. Entre el "salimos más fuertes" y los que se quedaron por el camino.

Mientras tanto hemos aplaudido creyendo que eso era algo más que un postureo emocionante, hemos descubierto que hay vecinos, aprensivos justificados, que no querían bajar en el ascensor con nosotros y también hemos hecho de nuestras "necesidades ombligueras" algo suficientemente potente como para jurar ser solidarios con los demás pero "sálvese quien pueda". 

Muchos nos hemos convertido en princesitas o en niños adaptados que lloran sin dolor para que alguien les de de comer, les cuide o les solucione los problemas que no somos capaces de reconocer que nos superan.


A lo largo de éste último año han desaparecido personas que nos juraron que estarían ahí siempre y hemos desaparecido para algunas personas, porque no estamos libres de la culpa general ni de la responsabilidad personal. Hemos puesto como la excusa perfecta todo lo que pasaba fuera mientras se nos derrumbaba la casa cada tarde y cada noche. Nos hemos radicalizado y hemos consumido más cultura que nunca mientras, curiosamente, los creadores se están muriendo de hambre.

Pero, si nos damos cuenta, aquellos que nos tenían que indicar cual era el camino correcto, a falta de ideas y de responsabilidad, con un fracaso más nítido que la luz de la mañana, han decidido apostar a la ideología y la palabrería para hacernos sentir, según vamos conociendo los resultados catastróficos reales de una verdad imposible de ocultar, que estamos solos.

Con esa ideología lo han ido manchando todo como una diarrea que no es capaz de limpiarse por mucho papel higiénico que compres.

Y, amigos, si algo he aprendido en todo el año, es que con ideología no se arregla nada, pero pareces digno.

Para solucionar los problemas, en el mundo de verdad, hay que mancharse las manos.

Hace un año nos despertamos encerrados en casa y, un año después, seguimos igual pero más pobres, en paro, desolados, teniendo miedo a dar y recibir abrazos y perdidos mientras discutimos sobre si es de derechas o de izquierdas, del rey, de Franco, de la dictadura bolivariana, del comunismo chino o de Trump todo aquello que nos hace sentir mal.

Y el teatro está en el telediario, plagado de actores malos incapaces de nada. Hacen suya esa intención homeopática de que sea el tiempo quien solucione todo para luego, si es que se arregla, juren que fueron ellos quienes arreglaron las heridas. Y hay heridas que sólo sanan con puntos de los que duelen cuando te los dan.

14/3/2020 - 14/3/2021: ese fue el año en el que la ideología lo manchó todo porque quien tenía que hacer, en vez de reconocer que era incapaz, hizo una puta mierda en una serie mediocre en la que , cada capítulo, era una rueda de prensa de guión infantil lleno de palabrería.


Pd: a los resultados me remito.

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