Decía el señor lobo "no empecemos a chuparnos las pollas todavía".
Y aunque le damos la razón, si es que nuestra parte racional reconoce que todo está por hacer y que no hay nada de verdad, lo seguimos haciendo continuamente. Tengo el facebook y el whatsapp lleno de mensajitos esperanzadores como si hubiera una vacuna que fuera a resucitar muertos, recuperar trabajos, alargar penes, llevar regalos gratis a los niños y 5g sin coste a la población. Nos encanta ser crédulos y magníficos. Adoramos los milagros. Es más: los esperamos y nos los creemos. Si la religión no tuviera esa mala fama más de uno se hacía costalero o se azotaba con un látigo de siete colas convencido que esa, y no otra, es la manera adecuada de lograr sus sueños imposibles. En realidad sacrificar a los hosteleros autónomos sobre la lápida sagrada del cierre obligatorio por el bien de todos se parece demasiado a sacrificar a unas cuantas vírgenes para pedir que los dioses provean de multitud de niños a la tribu.
Pero, ahí está, la algarabía feliz de los mensajes en los que "nos volveremos a abrazar", en los que "seremos más fuertes", en los que "nos quedan amaneceres que ver en compañía" borbotean continuamente mientras, en el agua hirviendo, se cuecen los huevos de las cuentas corrientes.
Me encanta pensar en qué hubiera pasado si Travolta y Samuel L se hubieran dedicado a abrazarse en vez de limpiar la sangre del tipo reventado en el asiento de atrás del coche. Probablemente a Marcelus no le hubiera hecho ninguna gracia.
Así que en esas estamos: Abrazos, buenos deseos, desenfreno feliz, alegría y chupándonos las pollas porque uno dijo que quizá haya una vacuna (a 17€ la dosis, por cierto. Y hacen falta dos. 8,000 millones de personas. Multiplica) . Nadie se acuerda de la identidad del muerto del asiento de atrás.
Nos parecemos mucho a ese que, feliz porque le han dicho que quizá tenga un trabajo el martes, se compra un coche el lunes.
Y vale, hay que buscar lo positivo.
Pero tampoco hay que ser gilipollas. En este caso, gilipollas a largo plazo.
Pues Echenique ya le ha cambiado el aceite al buga, tío.
ResponderEliminarY ahora, además, le tocará limpiar la sangre al propio muerto del asiento de atrás...
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