27 de abril de 2020

La nueva sociedad de niños llorones

Hace unos días terminé, cosas del tiempo libre, revisando un paper de un estudio en ingles sobre las nuevas formas que tiene la sociedad en relacionarse.

Contaba que antiguamente nuestra sociedad estaba basada en el HONOR. Es decir, que cuando te sentías atacado en algo lo gestionabas como un atentado a tu honor y exigías una compensación directa a quien te hacía sentir así en forma de duelo o similar. los problemas, antiguamente, se solucionaban cara a cara.

Después, con ese incremento social y la aparición de partes sociales mucho más complejas (empresas, etc.) se basó nuestro modo de solucionar conflictos en cuestiones de DIGNIDAD. En ese caso se establece la intervención de un tercero al que se le da poder resolutivo para subsanar ese ataque a la dignidad personal que hemos sentido. Estos son los jueces, por ejemplo.

Sin embargo de un tiempo a esta parte la base se impone en el VICTIMISMO. Para ello hay que ubicarse en una minoría ( o varias, a ser posible) que sistemáticamente sean o hayan sido degradadas históricamente por otros y eso directamente establece una serie de necesidades de recompensa que se han de dar inmediatamente por parte de un ente superior. Es decir, que si eres mujer lesbiana y negra (por poner un ejemplo) da igual que hayas atracado a un jubilado por la calle porque él es machista, homofobo y racista. Eso ya, directamente, elimina de la conversación los hechos porque es mucho más importante la consideración victimaria. No hace falta entrar en debate sino que al establecerse como victima ya no hay más. Es por eso por lo que, y cada vez más, se define al otro como agresor ante la minoría que nosotros representamos. Llegado a ese punto el resto ya no se tiene en cuenta. "No voy a hablar contigo porque eres capitalista"- me dijo. "Ya, pero yo te estaba diciendo que podíamos repartir el último bocata a partes iguales"- respondí.

Partiendo de esta situación da lo mismo lo que diga ese tercero que hayamos establecido como solucionador de nuestros problemas (excepto si nos da la razón) porque si no lo hace le convertiremos en cualquiera de todas esas cosas que no somos. Será un juez fascista, capitalista o corrupto. Y exigiremos de una entidad superior una compensación moral para nosotros y , a su vez, un castigo ejemplar para nuestro supuesto verdugo. Por supuesto todo implica una superioridad moral de la victima exclusivamente por el hecho de serlo.

Vivimos en un momento en el que una horda de victimas dejan de centrarse en los hechos o en los argumentos para establecerse como minorías oprimidas ante cualquier incomodidad y buscar, en una maldad casi hitleriana del contrario, su argumento ganador. Vivimos en un momento en el que esa estrategia ha superado el punto anodino de la adolescencia para quedarse grabada a fuego en personas y personajes que hacen de ello su manera de debatir y de imponer criterios y decisiones.

Y ese miedo a la turba ( en su definición de muchedumbre de gente confusa y desordenada) hace de muchos una manera de actuar bajo una supuesta corrección política en la que es más importante no despertar a minorías victimistas que actuar correctamente. Existe un miedo a la lapidación social que algunos han interiorizado su incapacidad a decir lo que piensan no sea que eso les condene. La libre opinión desaparece pisada por lo que popularmente se ha considerado como correcto o incorrecto.

"Gracias a la Alemania nazi llegamos a la luna"-no es correcto porque nada bueno puede asociarse a "nazi" aunque la locura asesina de Hitler llevara a desarrollar los cohetes que luego se emplearon en  poner en órbita los satélites que te dicen en tiempo real donde está alguien con quien quieres ligar.

No tenemos políticos que hablen de los hechos sino de lo malo que es el otro. No tenemos empresarios que contraten por valía, sino por cumplir cuotas por miedo a la multa o a la masa. No tenemos debates en los que se llegue consensos sino peleas en las que es más importante destruir al otro que dar un argumento mejor.

Y, por supuesto, no tenemos en ningún caso la aceptación de la responsabilidad personal ni el reforzamiento de esa fragilidad psicológica tan parecida al niño que llora para conseguir sus objetivos porque es niño y llora fuerte. Es la victima y ahora parece que solamente eso ya le da la razón.

Eric Berne lo definía como la tiranía del niño adaptado. Y eso es lo que ahora arrastra a nuestra sociedad muy por encima de la razón. Niños, víctimas, que ponen por delante de todo sus propios caprichos basados en necesidades inmediatas y que si no se las dan es porque los otros son muy malos.

Lo explican bastante bien (mucho mejor que yo) aqui:


Pd: sólo hay que fijarse en los debates de los medios y algunas declaraciones públicas. "Es que XX es amigo de tal tipo de tal partido", "Es que una vez le dió una patada a un perro", "Es que una novia de hace diez años le denunció", "Es que su padre fue un imperialista incapaz de entender la idiosincrasia de nuestro pueblo", "Es que...".  Hace tiempo que la razón se quedó por detrás de lo demás.

Ojo, es de un uso mucho más común de lo que parece.

1 comentario:

  1. Joder, cuanto tiempo llevas con este blog?
    Lo encontre en la pestaña 20 de google en una busqueda cuando me aburria. xD

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