3 de abril de 2019

La valentía de los simbolos.

Un par de lesbianas se han hecho una foto delante de un puesto de Vox y las redes las han idolatrado como si fueran las personas más valientes del mundo. Un catalán ha paseado por Madrid con un lazo amarillo en la solapa y uno de Madrid, a la misma hora, cantaba "Que viva España" atravesando con su coche por la diagonal. Joder, !valientes! (nótese el punto de ironía)

Hay un video de unos perros ladrándose ferozmente a través de una puerta y cuando la puerta se abre... se van.


No hay gran diferencia con la valentía simbólica que, tampoco lo voy a negar, tuvo su época más dura. Voy a poner un ejemplo. Cuando ETA, el gran asesino de España de los últimos 40 años, secuestró a Julio Iglesias Zamora en 1993 algunos corríamos el riesgo de ser apaleados por llevar un lazo azul en la solapa (y concentrarnos en silencio cada vez que había un muerto, que era demasiado a menudo). A otros les pegaban tiros en la cabeza delante de sus hijos. Después alguno lo usó para sus propios intereses y ese lazo se volvió negro, naranja o amarillo. Son grados de valentía diferentes. A veces, incluso, creo que son símbolos para tocar las narices porque degradan sus orígenes hasta limites irrisorios. Algunos políticos se ponen lazos de colores pero no hacen nada , como si fuera una firma en change.org o un "me gusta". Algunos creen que un símbolo puede solucionar un problema y los problemas se solucionan poniendo manos a la obra y actuando. Es absurdo creer que por mucho de amarillo que se ponga o muchas banderas españolas pueblen las calles alguno va a cambiar de nacionalidad, le van a bajar los impuestos o va a tener que pedir el pan en catalán. Si un símbolo no está sustentado con una base lógica de cambio poco cambio puede existir. Nos podemos manifestar cien millones de veces por las pensiones pero si no proponemos una forma viable de pago de las mismas , las mensualidades no se pagan solas. Y oye, no está mal dejar patente un problema en forma de símbolo pero con los símbolos únicamente lo que se gasta es saliva y tela.

Actualmente (y afortunadamente) que dos personas del mismo sexo se besen por la calle en España no escandaliza a nadie ni es un sesgo de valentía, incluso si se hace delante de 4 tipos de Vox. Que alguien lleve un lazo amarillo o fucsia está en su personal manera de ver el mundo. Ni siquiera es un problema que haya un negro en Vox o un pijo en Podemos. El PP tiene más homosexuales en su cuerpo directivo que la izquierda desunida. Tres puñetas me importa. Me importa muy poco si llevas una pancarta contra el  mundo animal patriarcal o un cartel a favor de la energia nuclear. Otra cosa es que no le dejes fornicar a mi perro porque la perra del vecino no le ha dado su consentimiento explicito o que me pongas una nuclear en el portal de mi casa.

Los valientes de los símbolos ladran, hacen ruido como mosquitos que han chupado sangre contaminada. Ensucian. Contaminan el paisaje. Y sin embargo creen que con eso vale. Cuando a Rufian, a una semana de la declaración de independencia y con sus lazos, le preguntaron cómo se iba a gestionar el espacio aéreo catalán, dijo que no tenia ni idea. Es un caso de valiente simbólico que,  cuando se supone que tiene que hacer algo no lo hace y no tiene ningún problema en aceptar tampoco sabe cómo hacerlo. Leticia Dolera fue feminista hasta que cesó a una actriz embarazada. Podemos expulsó a los trabajadores afines a Errejón aplicando la reforma laboral de Rajoy mientras la esposa de Pdro daba clases de cómo abaratar despidos. La ordinariez de la vida es muy diferente a la reivindicación, ¿verdad?

Es muy fácil ser valiente cuando tu símbolo no te supone nada. No te pegan un tiro en la cabeza y no tienes que mancharte las manos trabajando por arreglarlo.

El primer homosexual que se besó en la calle, la señora (Rosa Parks) de color que no se levantó en el autobús, las mujeres que hicieron la primera huelga para reivindicar su justa igualdad con el hombre... esos eran símbolos necesarios. Creo que los 15 minutos que estábamos en silencio recibiendo insultos en medio de la calle en los 90 fue necesario pero hablar de ETA ahora es tan absurdo e interesado como hablar de Franco, del descubrimiento de America o de los Nehandertales.

Hoy por hoy los valientes de los símbolos son  los egoístas cobardes de nuevo cuño que alimentan la opinión pública, afortunadamente libre pero bastante cobarde porque cuando hay que ponerse a trabajar, que lo hagan otros. ¿Para qué me voy a manchar las manos o buscar una solución si ya llevo puesto un lazo  o lo puse en twitter?

Estoy seguro que si en cada prenda del Primark saliera la cara y el salario del niño que la ha cosido, se seguiría vendiendo igual. Yo sigo fumando igual pero no tengo miedo a la muerte.

No somos una sociedad valiente sino hipócrita y cobarde. Y vaga.


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