Los que grabábamos cintas de cassette con recopilatorios es como si no existiéramos. Algo, casi como el Spectrum, el video beta o calentar la leche en un cuenco en el fuego y quitar la nata que se hace por encima con la parte de atrás de una cuchara. Todo aquello pasó pero se ha olvidado en la memoria. Sin embargo aquel pequeño ordenador de cintas se ha sustituido por otros más delgados y glamurosos, el video por youtube o el kodi y el microondas , que es el móvil de la cocina acaparándolo todo con mediocridad y prisa, calienta nuestra leche.
Pero no existe un equivalente a ese proceso maravilloso y personal de grabar cintas. Las playlists son demasiado impersonales y siempre se cuela alguna publicidad infame. Al final, bien hecha y totalmente intransferible, llevaba más tiempo del necesario e incluso he llegado a escribir historias uniendo los títulos para decir todo aquello que no me atrevía decir en persona.
"Vives en las cintas que me grabaste"dice Rob Sheffield recordando los recopilatorios de Renne, su esposa fallecida. Hace unos días me encontré una nota que me daba las gracias, con cariño y la nostalgia que tienen las huidas, por una noche encantadora. Me decía que le había gustado verme bailar entre las sombras y yo, el que escribe, no baila nunca. Si hice algo para lo que no estoy en absoluto capacitado es que es estaba cómodo, es que hubo magia. O es que era una nota para otro. Tampoco está de moda dar las gracias. Ni siquiera se folla como antes. Quererse de una manera mediocre pero incondicional es casi una quimera. La pulcritud, la inmediatez y la falta de artesanía son sinónimos de modernidad. Acariciar antes del sexo, reírse cómplices por alguna torpe ejecución de fantasías mal entendidas y sobre todo acaparar el relajante muscular natural de los veinte minutos de confesión, calor y paz que tiene la mejor parte de la pasión deseada es algo que casi parece una utopía. Es una competición de puntuación y después de hacer un +1 parece que hay que escaparse sin dejar una nota. Una vez dije que no a una mujer espectacular porque sabía que la conversación con ella iba a resultar frustrante y pasé cien noches con alguien sólo por la serenidad que sentía hablando y aprendiendo de la misma manera tentadora en la que una vez me quedé dormido sin buscarlo, a medio día, en un refugio al que no volví a ser invitado jamás sin contrato previo. Los condicionantes también son un lastre de la modernidad porque resultan bases invariables en una negociación que precisamente buscan no poder llegar a ningún acuerdo. "Si no corres por una playa de la toscana conmigo será que no me quieres"- le dijo ella a su amado sin recordar que no tenía piernas.
No se graban recopilatorios ni existen esos momentos de admiración en los que quedarse quieto disfrutando un paisaje, unos acordes, un razonamiento inteligente o la manera de retorcer la espalda entre las sombras, echando unos grados el cuello hacia atrás. Lo mejor del sexo es el desayuno pero hemos aprendido a salir corriendo a media noche, yo el primero. Negarlo sería ser un hipócrita porque se aprende con más facilidad a marcharse antes de que te echen y es más sencillo que luchar por tener un hueco con tu nombre.
Desconozco lo que sucedió primero: la última vez que usé el messenger o la última cinta que grabé. Sólo sé que hay una generación entera con un miedo aterrador a mostrarse, a asumir que hay lugares a los que no van a llegar, posturas que nunca ejecutarán, amores que no serán correspondidos e incluso con una incapacidad absoluta a escribir cartas de amor o buscar las frases que encajen entre los títulos de las canciones que puedan ser capaces de enternecerles.
Escribí una historia en la que él la conoce, se toman unos tequilas con naranja y canela, se hacen fotos, se envían la ubicación a tiempo real y terminan en la cama. Él le pregunta su nombre y ella se sonríe diciendo que "claro, también querrás mi número de teléfono". Él dice, balbuceando, que también lo quiere. Mientras se va vistiendo y antes de salir por la puerta se le acerca a la cara "no te lo voy a dar"- mientras le da un último beso- "porque luego me mandarás mensajes y yo no soy una princesa".
Conducir un coche autónomo es mucho más aburrido que llevar una fiera de muchos caballos que derrapa en las curvas con gravilla de los años 80. Lo llaman conducir en los dos casos pero no es igual. En uno suena una playlist de spotify y en el otro se queda enredada una cinta en la que se escuchan los cortes hechos con el play+rec y que la hacen irrepetible. No había dos cintas iguales y se tardaban horas en hacerlas bien. Todas las playlist suenan igual y se hacen con seis clicks.
No se graban recopilatorios ni existen esos momentos de admiración en los que quedarse quieto disfrutando un paisaje, unos acordes, un razonamiento inteligente o la manera de retorcer la espalda entre las sombras, echando unos grados el cuello hacia atrás. Lo mejor del sexo es el desayuno pero hemos aprendido a salir corriendo a media noche, yo el primero. Negarlo sería ser un hipócrita porque se aprende con más facilidad a marcharse antes de que te echen y es más sencillo que luchar por tener un hueco con tu nombre.
Desconozco lo que sucedió primero: la última vez que usé el messenger o la última cinta que grabé. Sólo sé que hay una generación entera con un miedo aterrador a mostrarse, a asumir que hay lugares a los que no van a llegar, posturas que nunca ejecutarán, amores que no serán correspondidos e incluso con una incapacidad absoluta a escribir cartas de amor o buscar las frases que encajen entre los títulos de las canciones que puedan ser capaces de enternecerles.
Escribí una historia en la que él la conoce, se toman unos tequilas con naranja y canela, se hacen fotos, se envían la ubicación a tiempo real y terminan en la cama. Él le pregunta su nombre y ella se sonríe diciendo que "claro, también querrás mi número de teléfono". Él dice, balbuceando, que también lo quiere. Mientras se va vistiendo y antes de salir por la puerta se le acerca a la cara "no te lo voy a dar"- mientras le da un último beso- "porque luego me mandarás mensajes y yo no soy una princesa".
Conducir un coche autónomo es mucho más aburrido que llevar una fiera de muchos caballos que derrapa en las curvas con gravilla de los años 80. Lo llaman conducir en los dos casos pero no es igual. En uno suena una playlist de spotify y en el otro se queda enredada una cinta en la que se escuchan los cortes hechos con el play+rec y que la hacen irrepetible. No había dos cintas iguales y se tardaban horas en hacerlas bien. Todas las playlist suenan igual y se hacen con seis clicks.
Olvidas la enorme ventaja del random.
ResponderEliminarGracias.
ZASCA
EliminarLa magia si existe, tb el amor incondicional , las miradas cómplices, las no prisas, los desayunos lentos y tiernos, la delicadeza y la exquisitez .....todo eso y mucho más está en cada uno de nosotros y a nuestra disponibilidad, tanto como nuestros casetes y las canciones grabadas en ellos rememorando tiempos pasados que gracias a nuestros recuerdos y a esos cassettes tan bien guardados como tesoros podemos volver a disfrutar y a revivir.
ResponderEliminarNo olvides querido escritor la belleza de la nostalgia y la valentía de la no huida en mitad de la noche.
....pena que esos ojos que me miran no sientan lo que sienten los míos, y pena de perder el tiempo con quien no vale la pena, pena de arrastrar maletas de otras épocas, pena de frustraciones, pena de recorrer kilómetros y no ir a ninguna parte, pena de cigarros que te consumen, ......yo si soy princesa
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