28 de diciembre de 2017

Los 80:la dictadura cultural que llega a mañana.

Los que tuvimos la suerte de ser parte del boom de los 70,  que es una época en la que nuestros padres se encontraron con la crisis del petróleo y casi vieron lo que nuestros abuelos les contaban de la posguerra, hemos vivido una infancia emocionante.

Hemos vivido el nacimiento del punk, el pop y hasta teníamos programas de música en televisión que no se basaba en mamarrachos de 20 años que hacen gorgoritos. Hemos descubierto a Jimmy Hendrix con los vinilos de nuestros hermanos mayores y hemos grabado en cintas de cassette dando a la pausa para que no saliera la voz del locutor entre canción y canción. Hemos asistido, atónitos, al estreno mundial del video de Thriller y a la maravillosa explisión del grunge, de radiohead e incluso del tecno del bueno, casi con Depeche. Tuvimos el London Callin´en nuestra estantería y nos quedamos de piedra con  los dos primeros discos de Los Deltonos, que eran  de la heroíca Torrelavega. Vimos en Plastic a Extremoduro. Mi vecino me pasó el primer disco de La Orquesta Mondragón y casi era  obsceno ese "...como eeees... como eeeess, es eNORME" con el que empezaba. Tuvimos a los Madness y a Los Toreros Muertos, que eran los mismo españoles.

Vimos mil veces Verano Azul, Alf, El Coche Fantástico  e incluso Falcon Crest con nuestras madres en ese periodo que había entre la comida y la merienda. Nos diferenciábamos entre los del Cola Cao y los del Nesquik,  aunque yo tenga un bote preparado en la despensa por si acaso desde hace tiempo. Jugamos al inque y elegíamos al último en el recreo para hacer equipos. Nos gustaba la chica del anuncio de Coca Cola y el más torpe, que normalmente era yo, se encargaba de poner los discos en los guateques que hacíamos para parecer mayores. Y fumábamos a escondidas teniendo miedo de las represalias de nuestros padres. Tuvimos bicicletas con asiento de moto. Las máquinas más electrónicas, Game&Watch, eran el sucedáneo para no gastarlo todo en el PacMan, el Tetris o el Ave Fénix.

Pero hemos creído que como aquello nos hizo felices debemos imponerlo a las generaciones siguientes.

De todo, absolutamente de todo (Menos de Comando G), hay una secuela, una nueva versión, una reposición. Los escenarios se llenan con Depeche, U2, Pearl Jam. Despreciamos (aunque hay mucha razón de baja calidad en ello) a todo ese fenómeno reggetonero, a los que usan el autotune, a las series llenas de anuncios y a los youtubers por miserables, zafios y carentes de contenido minimamente inteligente.

Los que hacen negocio con el ocio  saben que los padres arrastrarán a sus hijos cien millones de veces. Que el dinero no está en los que tienen veinte porque no han aprendido lo maravilloso que es el directo y creen que el sexo online es sexo cuando en realidad es pornografía. Alguno de mis amigos más jóvenes se asustan cuando algo de mp3 lo pongo en cd  sobre un equipo de música de verdad. Alguno se rinde si el vídeo dura más de cinco minutos o no tiene efectos especiales.

Sin embargo Star Wars es la película más vista.

No se si es porque los padres pagan la entrada, porque no hay otra opción,  porque la cultura se puso en pausa allá por 1995 o porque hemos aceptado imponer nuestra infancia a todas las que vengan por detrás, como si fuéramos unos dictadores de lo que debe ser, en vez de cualquier otra cosa.

A mi madre le gustan los boleros  pero no me obliga a bailarlos.
Le puse Rage Against de Machine a mi sobrina en el último viaje. Y a los Clash.
Me pareció bastante mediocre el único tema de hip hop pueril que quiso enseñarme.

Soy un nazi,lo sé. Por lo menos lo admito.

Pero, joder, ¿hay algo mejor que El Jovencito Frankenstein, Amanece que no es Poco, Top Secret, Airbag, Mazinger Z o las tres primeras de la guerra de las galaxias?. ¿Pepa Pig?. ¿Chicho Terremoto?.  No hay comparación. Es como poner frente a frente el Despacito y cualquier corte del Back in Black. Y eso que Bon Scott murió muy joven.

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