29 de noviembre de 2017

Juegos de mesa. Disforia

Se define como "disforia poscoital" a ese momento en el que las emociones despegan. A veces es una sensación de exceso y a veces uno de esos sueños que llegan desde los músculos. A veces hay quien ríe sin poder parar y una vez, en el lugar en que debía estar, me puse a llorar como un niño pequeño. Hay quien dice que se debe a un momento en el que las expectativas de sexo satisfactorio no han llegado al grado esperado y otros, con los que estoy más de acuerdo, que es un instante en el que las emociones llegan de una forma mucho más fácil a los cráteres de nuestros poros. Yo era feliz llorando en aquel momento y también lo soy cuando miro una cara calmada y feliz, de esas que arquean la comisura de los labios en medio de una sonrisa incontrolable. Me gusta el calor de ese momento y subir una sábana hasta la cintura. Me gusta dejarme llevar por el tiempo que se mueve más despacio y me suele dar hambre. Una vez hice una paella a las tres de la mañana y ella llevaba puesto un albornoz que colgaba de mi baño en la casa de mis padres.

Tengo un don, sin embargo, en el que por miedo o por no querer llegar a un momento en el que se abra mi alma desnuda en dos consigo que no suceda lo que pudiéramos querer los dos. Uno no lo dice por vergüenza y otro por alguna razón extraña, por pensar que si se pasa una línea marcada por la ropa ya nunca será lo mismo. Es ese momento de las películas americanas de tercera en la que dos adolescentes se despiden en la puerta de casa, esa situación en la que ella invita a subir o no, como si fuera un atrevimiento.

Tengo un don en el que en vez de un beso pongo una barrera de fuerza entre ambos, un comentario inconveniente, una película sin gracia o un saco de razones por las que lo que deseo es una mala idea. Y me vuelvo a casa como el niño que ha pasado la tarde mirando en el escaparate uno de sus sueños.

No sé dejar de pensar ni saltar al vacío sin pedir permiso.

Lo llaman, por la disforia, post-sex-blues. Es un apelativo mucho más musical.




Porque, cuando es posible, en vez de cagarla con frases y miedos, con fantasmas o con temores o conflictos inventados, las cosas deberían de ser mucho más sencillas. Supongo que de eso va esta canción. De las mil veces que en vez de hacer lo que se debe o se quiere, se dan rodeos. Algunos somos teóricos de lo que se supone y no hemos superado, jamás, el examen práctico.


Baja la guardia. Deshazte de todo, aquí no hay entregas, pagos pendientes ni citas ni deudas. Mi miedo es mi pena. Te sobra la ropa, Ahí viene la fiera, Los ojos retando, La piel implorando, Que empiece la fiesta. Y sobre la mesa, A viajar por el mundo. Si tanto te gusto aquí va un consejo: Follame mucho. Y todas las noches después de la cena mi tele ni pelis ni móvil. Tan solo estos juegos de mesa. Entiende el asunto. Es claro y confuso. Mareos los justos que luego hay disgustos y acabo en la arena. Si a ti te divierte. A mi esto no mucho. Un cuerpo versado es un cebo que puede dejarte sin rumbo. Disculpa la brasa. Ya acabo el discurso. Si tanto te gusto aquí va un consejo: Follame mucho. Baja la guardia. Deshazte de todo aquí no hay entregas, pagos pendientes ni citas ni deudas. Mi miedo es mi pena

26 de noviembre de 2017

24 de noviembre de 2017

Fraudey.

Los cuervos, dicen, van a los lugares que brillan y te roban las joyas aunque sean de mentira. Es algo que no pueden evitar y va intrínseco en su adn. Dale a un español una oferta.

Una oferta que deje bien claro que es ese momento, ese instante y ese producto. A ese precio que no hace falta contrastar pero que lleva unas grandes exclamaciones. Que sea algo grande o brillante, con mucho de todo y que sea algo por lo que el vecino pagó bastante más. Una oferta que da igual que sea mentira o que sea uno de esos restos que quedan en los almacenes y que no saben cómo quitárselo de encima. Una oferta, un "¡ahorra o nunca!", un "¡sólo hoy!".

Dale a un español una oferta, porque ya no importa nada como si fuera una zanahoria delante del burro de sus entrañas. "Orina de perro: antes 100€, ahora sólo 2€. Sólo hoy". Alguno lo compraría orgulloso.

Hoy es el día del brillo. Hay cuervos orgullosos en los telediarios.

Haceos un favor: ved si la vergüenza está de oferta.


Pd: no sé si es algo nuestro como el rabo de toro en salsa o es algo humano. En eso tengo dudas.

Las canciones parecidas.

Tengo una absurda sensación: muchas de las canciones que oigo podrían ser perfectamente la banda sonora de un anuncio de cerveza. Están contenidas, tienen un "chispún" emocionante y acaban perfectamente orquestadas. Los videos, en todo caso, podrían empezar con un tipo pensativo en una playa y terminar en una fiesta con mil millones de amigos, más que Roberto Carlos (el cantante)
Me temo que, aunque correctas en su forma y realización, morirán en el mismo nicho. Y es una pena pero creo que cuando no es nada más de lo mismo que ya conocemos al final y se convierte en nada. Pero es algo temporal ya que llevo una semana pensando que el Jack&Diane de J. Mellencamp se parece al grandioso inicio del no menos gran disco de Lou Reed (New York, 1989) Romeo had Julliette. Y sólo se parecen en unos acordes de la misma forma que con las dos me tomaría unas cervezas. El cerebro es un componente hermoso porque está absolutamente descontrolado y nos engaña.

Nos engaña como una oferta o jurándonos que esa vez es la definitiva aunque después, en el water o en la ducha, que es cuando no podemos escapar de los pensamientos que llegan a nosotros estando con los pantalones bajados o quitados, nos da todas y cada una de las razones por las que esa vez no, no es nada definitoria. Y cerramos detrás de nosotros la puerta al salir con los ojos como un cocainómano que viene del baño en medio de una revelación de mentira. Los drogadictos las ignorarán mañana y otros, los sanos fumadores que escuchan la marejada de los pensamientos,  nos quedamos bloqueados casi hasta los 50.

Porque todas las razones son válidas y sin embargo los caminos son diferentes. Estoy cansado de vivir en los desvíos. Me he comprado una silla plegable para sentarme y, es curioso, delante de los carteles con direcciones diferentes nunca hay hierba, sólo tierra gastada.

Y canciones parecidas, esperando ser elegidas para el siguiente anuncio.
Todos los desvíos se parecen.

Pd: alguna vez un encrespado, rojizo, adecuado, nervioso y enérgico camino se iluminó delante de mí. Fui yo quien se perdió por no desprenderme de la silla. Ni del cerebro. Ni de algunos fantasmas que siempre están en el camino más allá de marzo.

23 de noviembre de 2017

Debajo de.

Literatura:

"Debajo de ella hay una fiera y una reina de las flores que canta en medio de una colina. Hay una chica con botas que camina sola en una calle mojada de madrugada. Una traviesa que se va desnudando por el pasillo y también alguien que hace las cuentas en pijama mientras termina el desayuno. Debajo hay una hija de perra y un pastel de merengue con gominolas por encima, una señora que da consejos porque saltó todos los muros que sueñan con ver de lejos los adolescentes. Hay una dama con los dedos largos que cuando se enfada lo hace para siempre pero que luego sonríe cuando te acercas demasiado con una pequeña copa de potente alcohol que lleva un poco de fruta para despistar. Lo tiene todo y no lo sabe porque el gps se le quedó sin pilas o porque nunca fue buena con la tecnología." 


16 de noviembre de 2017

Política, sexo y esencia.

Me preguntaban. O respondía, que ya no lo sé, sobre parte de la esencia de la naturaleza humana.

Respondí, sin pensar pero con convencimiento, que hay unos pocos momentos en los que cada uno se muestra como es. Hemos aprendido a escondernos detrás del personaje que queremos ser, con mayor o menor gracejo. Nos hemos creado una imagen a medida de lo que nos gusta o lo que somos capaces de dar. Conozco alguna mujer que es tan hermosa desnuda que me hace preguntar el motivo por el que se esconde detrás de sus miedos o de sus fantasmas. No es una cuestión de ropa.

Dije "hay dos momentos en los que sale la realidad que tenemos dentro: con política y con sexo". En ambas circunstancias empezamos con cuidado pero un momento después, cuando las manos han traspasado barreras o cuando uno de los interlocutores ha saltado el muro de la corrección, empieza a ser imposible esconderse porque algo nos arrastra, porque nos sale de dentro. Quizá por eso hay quien prefiere la penumbra: porque no le gusta verse reflejado en los espejos. Ni siquiera en los espejos de los ojos de quien esté delante.

Cuando estábamos en clase nos preguntábamos, de una forma pueril y tonta, cómo sería en la cama nuestra profesora de álgebra. No había nada sexual sino preguntarnos si acaso también escribía fórmulas incomprensibles en la intimidad. Uno de los grandes recursos del humor es sacar de contexto una situación.

A la cuarta copa en una charla después de cenar alguno saca un tema que arrastra, como el una partida de cartas. Normalmente en los grupos hay un mamporrero dialéctico al que se le espera . Hay un moderador, hay opinadores. También hay algunos que salen a la cocina a hacer que recogen porque no quieren entrar en polémicas. Es el miedo a decir algo inconveniente y un modo de protección por miedo a no gustar, a no controlar lo que salga de dentro o a no cubrir el expediente de las expectativas que da nuestro personaje. No lo sé seguro porque yo soy un bocazas.

Y sin embargo, bocazas perdido, emocional asustadizo, creo que lo más gratificante de la política es dejar hablar al otro y no para que se entierre en sus inconsistencias dialécticas sino para saber lo que piensa y lo es es. Lo mejor del sexo no es sudar mientras la cama se va moviendo a pequeños saltos y se aprietan los dientes con esos ojos de halcón cuando hacen amor que se les dibuja a algunas. Lo mejor es quedarse después tranquilo, casi sin decir nada y diciendo demasiadas cosas. Pudo salir la fiera pero en ese instante, con las defensas bajas, aparece la esencia.

Hay quien repite, se va, dice lo políticamente correcto o empieza a hablar de fútbol. Se está escondiendo.

Y yo, que me he quedado callado (a veces pasa) y me he quedado a dormir resulta que aprendí que es entonces cuando conocí lo que tenía debajo aquella persona.


Esa era la respuesta a la pregunta. O lo que respondí. No sé.

Pd: Luego hablé y hablé. Y no follé. Me escondo con mucha facilidad.