6 de julio de 2017

Waiting in vain

Dice la traducción de "waiting in vain" (brutal en la version que Annie Lennox hizo sin querer) : sé que estoy en el fondo de tus opciones pero la sensación de esperar está bien así que no me trates como una marioneta sobre una cuerda porque sé cómo hacer lo mio. No me hables como si pensaras que soy tonto. Quiero saber cuando vendrás. No quiero esperar en vano por tu amor porque el verano está aquí y yo sigo esperando.
Al menos sabe lo que espera, que ya es mucho saber. Yo he creído saberlo alguna vez pero me quedé como si me hubiera pillado spiderman: lleno de telarañas.

Conozco a quien intenta vivir esperando ese momento de furiosa emoción irrefrenable que les arrastre a un mundo mejor, como cuando en una película suenan de lejos unos violines que van acaparando todo para desembocar en un lustroso final emocionante, tonto y feliz como un villancico. Salir corriendo desnudo hacia el mar, entrando a saltos hasta que las olas hacen perder el equilibrio. Follar como leones. Gritar muy fuerte. Bailar sin tener en cuenta los esguinces o conducir con las ventanillas abajo, la música bien alta y el aire soplando. Cantar dentro del casco de la moto. Residir en un video de los Aerosmith de principios de los 90 donde la tecnología funcionaba y era bastante amazing. Hemos sido educados esperando un punto de éxtasis infinito que lanza los sentidos más allá de lo imaginable. Esperando, como los papalagi, pendientes de lo que vendrá y algo cariacontecidos por lo que no fue.

Nos encantan las canciones que empiezan suave y revientan a los tres minutos y eso es por que queremos aguantar y saber que va viniendo, como la subida de la curva de Masters&Johnson, un punto álgido en la montaña rusa de las sensaciones de la que no nos queremos bajar.

Un día mi hermana se me acercó. Me dijo que a su alrededor dos hombres llamaban su interés. Uno soso, correcto y elegante que la adoraba y la tenía siempre, por hacerlo puntuable, entre 6 y 8. Estaba bien. Correcto. Otro, sin embargo, la podía hacer reír de una forma desenfrenada un día y matarla de rabia el siguiente. En una escala del diez llegaba al trece o estaba en cero. Siempre era una sorpresa. No voy a hacer un spoiler de su elección.

Dicen que nos volvemos conformistas con el paso de los años pero un 7 es más que la media entre 13 y 0, que es 6.5. Quizá ese fue el error. Quizá el error es esperar al 13 hasta que se nos hace de noche esperando. En vano.

Vivimos en una sociedad que busca el extremo en sus comportamientos. Los debates que acaban a hostias, los duelos a muerte en Torremolinos o el amor que termina sobre el suelo del portal y a mi me gustan las camas y las bañeras. He aprendido a ser más comedido con el tiempo porque cuando hice todo lo demás nunca pasó nada. Las drogas que llevan las emociones al extremo, al final, matan generaciones.

Cuando me calmé me pasó lo mismo pero las multas por exceso de velocidad desaparecieron y los fracasos fueron menos dolorosos. Uno cae desde más abajo y le da tiempo a poner las manos. Tengo una lesión en el hombro.


Pd: Eso no quita que, sorprendentemente, el año pasado tuve un momento en el que quise gritar y correr hasta que la cuarta ola del cantábrico me tumbara de la misma forma que, después, tumba la logística. A veces el niño consentido adaptado que llevo dentro me sigue arrastrando en la búsqueda de lo que sentí.

Canción desconocida maravillosa desde el 2.58: TODO EN VANO, skimo.

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