Es una concepción absurda y estúpida de la parte comercial de las relaciones sociales. A veces no es algo económico porque, en realidad, el dinero es la forma de cuantificar algunas de las aportaciones o la parte fría que tienen las recompensas.
A veces es un abrazo. A veces unas croquetas. En algún momento excepcional es una mirada y otras veces son las yemas de los dedos en lugares insospechados. Pero todas, absolutamente todas las ocasiones es una recompensa.
Y la recompensa, como si fuera una bofetada para aquellos que hablan de eso de que hacer el bien es satisfactorio en si mismo, tiene siempre un componente externo y de esfuerzo ajeno. Lo siento. Uno es recompensado cuando alguien decide que la primera acción requiere una reacción contrapuesta que la devuelve y agradece. Ni siquiera debe de ser en la misma medida. Nuestros padres dejaron a un lado las diversiones que nosotros consideramos propias y nuestros hijos un derecho para que luego les devolviéramos los ratos a su lado que necesitan cuando se hacen mayores y niños a la vez, que es lo que se llama envejecer.
Una señora me trajo un bizcocho a la tienda cuando le puse unas jotas en su teléfono. Otro caballero se fue sin decir nada después que luchara por ponerle la banda sonora de "la muerte tenía un precio" como politono. Ninguno me compró el teléfono y en los dos casos me quedé, lerdo y lastrado, esperando una recompensa. Porque de eso se trata. He hecho tantos equipos personales brillantemente configurados a la medida que debería de tener lista de espera para los agradecimientos y no la veo. Si, el día de mi muerte prematura, oigo más de tres veces lo bueno que he sido me apareceré todas la noches en forma de fantasma de la hipocresía.
Hice el mal y me equivoqué todas y cada una de las veces que después pedí sinceramente perdón, porque estoy lleno de errores y contradicciones. Sin embargo estuve en cada momento que creí que me necesitaban y, como la canción poco valorada de la unión, me pregunté donde estaban en los malos tiempos.
Es cierto. Es jodidamente cierto que el desarrollo incierto y misterioso de la vida hace que quien no queremos se desvanezca y que hay quien permanece o incluso vuelve de los infiernos. También que existen momentos en los que se hace el silencio antes del nuevo ruido. Es más, aparecen ruidos que no nos gustan en intermitentes periodos de ametrallamientos de los valores que considerábamos invariables. Es un encanto y un misterio. Es un billete para el carrusel de las sensaciones que tenemos comprado de serie.
Yo pertenezco a la generación a la que convencieron que el esfuerzo tiene su recompensa. Me llevo esforzando demasiado tiempo como para pensar seriamente en plantarme y exigir mi puta recompensa. Suspensorio es un calzoncillo diseñado para proteger los genitales masculinos de una actividad vigorosa. Recompensorio debería ser una recompensa diseñada para convencer a alguien que merecía la pena el sacrificio vigoroso. O la espera. O las horas en silencio.
No me vale la satisfacción de lo hecho. No me vale. -El problema lo tiene usted- me dice mi psiquiatra. -Lo sé- le respondo- pero lo necesito. Y ya no me vale un bizcocho porque me he ganado la fábrica entera.-
-Así no mejoramos
-Lo sé.
Vivo en un oximorón cuando se trata de sentir las palmadas en la espalda.
Yo pertenezco a la generación a la que convencieron que el esfuerzo tiene su recompensa. Me llevo esforzando demasiado tiempo como para pensar seriamente en plantarme y exigir mi puta recompensa. Suspensorio es un calzoncillo diseñado para proteger los genitales masculinos de una actividad vigorosa. Recompensorio debería ser una recompensa diseñada para convencer a alguien que merecía la pena el sacrificio vigoroso. O la espera. O las horas en silencio.
No me vale la satisfacción de lo hecho. No me vale. -El problema lo tiene usted- me dice mi psiquiatra. -Lo sé- le respondo- pero lo necesito. Y ya no me vale un bizcocho porque me he ganado la fábrica entera.-
-Así no mejoramos
-Lo sé.
Vivo en un oximorón cuando se trata de sentir las palmadas en la espalda.
Tanto con el bizcocho como con la fábrica te sentirías como un perrito al que le han dado un dulce. Mi recomendación es que quemes la fábrica una vez la consigas, tal vez así te des cuenta de que a tu generación la educaron para la esclavitud con croquetas, besos y palmaditas en la espalda.
ResponderEliminarPitxin...Pide por esa boquita y veremos como apañamos.
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