11 de marzo de 2017

Los pies en el barro.

Del capítulo 32...

"No es difícil entender que las normas o las leyes son necesarias porque hay que marcar unos parámetros que no hay que sobrepasar, unos comportamientos que no hay que repetir. Unas salvajadas que no hay que cometer. No es necesario un límite de velocidad si no hay accidentes por conducir rápido. No hay policías si no hay delitos. No hay delitos si no hay delincuentes. En un mundo ideal en el que no se delinque sobra el resto de la ecuación. Sin embargo mantenemos, con más fortaleza que nunca, la defensa de las normas y el cumplimiento de las mismas.
(...)
Tal y como nos lo explicaron un estúpido no es capaz de ver las consecuencias de sus actos a largo plazo, priorizando el bien personal inmediato contra el mal, incluso propio, en un periodo de tiempo más lejano. Es incapaz de empatizar y se exime a sí mismo de responsabilidad. Es lo que llamábamos en el colegio “un tonto a las tres”. Pero es cierto que lo que han hecho durante tantos años tantos estúpidos deja sus consecuencias y, en definitiva, los barros en los que metemos los pies muchas de nuestras mañanas.

Tenemos horarios porque hubo que ponerlos para que no se los saltasen los vagos. Tenemos que pagar impuestos porque la contribución personal filantrópica era lo mismo que nada. Tenemos cerraduras en las puertas porque algunos tenían la costumbre de entrar en nuestras casas a llevarse los candelabros de la abuela. (...). Casi todos los estúpidos, por norma o por naturaleza, han desarrollado sus estupideces a lo largo de los años. Quizá a lo largo de demasiados años. Han generado expectativas y una forma de vida. (...) Tenemos los pies en sus barros y la vida llena de todos los intentos que hicimos para pararles. Normativas, impuestos, horarios, sanciones, policía, ejército, guardias urbanos con y sin silbato. Lo hemos considerado normal pero no lo es. El cambio lógico debería ser una progresiva y necesaria laxitud en las leyes hasta la hipotética sociedad perfecta en la que nuestro sentido común nos regule. Algo muy bonito. Algo que un hippy cargado de flores podría firmar sin dudarlo.


Existe una historia en el que una sociedad elimina todas sus armas, aparece un tipo con un palo con un clavo en la punta y les somete a todos.

En un mundo feliz un solo estúpido nos hará infelices a todos"




Extra del capítulo 32 también:

"Te voy a decir que es bastante más complejo que tengan relaciones dos personas, digámoslo, inteligentes. Los estúpidos, y más en lo que se refiere al control de los instintos básicos, nos ven más allá de sus genitales. Sin embargo el sexo es mucho menos habitual entre personas de una mayor capacidad razonadora porque valoran consecuencias. Es francamente curioso aceptar que a mayor atracción intelectual se produce una menor intensidad sexual. Consideran las derivas morales y personales de sus actos. Ya no solamente la procreación sino los lazos sentimentales que se generan tras el sexo. No son perros, por decirlo de una manera. (...)  Parece mentira que la gestión de los instintos más básicos: comer, dormir, follar… sea también un rasgo de identidad de la estupidez. Los estúpidos tienen mucha más tendencia a los desórdenes alimenticios, al desarreglo de sus biorritmos y, como supondrás, al sexo deportivo"



Pd: que sepáis que, salvo que los personajes se empeñen en cambiarlo, ya hay final.

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