13 de junio de 2014

Los hijos de las lechuzas.

Dos cosas me enseñó la literatura en mi más tierna infancia: que no es un sombrero sino una serpiente que se ha comido un elefante y que, aunque se sea una gaviota, el precio de actuar diferente es la soledad hasta que encuentras a un grupo de raros como tú.

Nadie  me explicó que ser uno más es bastante más cómodo y mucho más rentable.

No hacer ruido, adorar el fútbol, sacar entre un 6 y un 8, progresar adecuadamente, dejarse llevar por el marketing más extendido y ver las series popularmente aceptadas sin contrastarlas con la realidad o con precursores minimalistas. Oir únicamente los 40 principales. Hacer un Harlem Shake en su momento y seguir "el legado de Tibu" como un gafapastas más.


Lo que no soy capaz de adivinar es el momento en el que tomé la senda del desatino. Supongo que fue en algún momento entre 1989 y 1994, quizá buscando ansiosamente música en Radio3 o quizá cometiendo ese error tan poco contemporáneo de preguntarme el por qué de las cosas. En medio de esos años yo cursaba la glamurosa y elegante carrera universitaria superior en ingeniería industrial. Los Altos Hornos de Vizcaya se pudrían y se decidió hacer la Acería Compacta de Bizkaia que representaba, casi como si fuera otro lugar por el cambio autonómico y "nomenclátor" de la provincia, un salto cuántico. Los compañeros hicieron sus explicaciones en clase sobre aquella empresa. Hablaron del reciclaje de metal, de los procesos que elaboraban casi una segunda vida en las carrocerías de los automóviles, de los electrolitos, de las optimizaciones en el consumo energético. Yo me quedé para el final. Expliqué que había cogido el coche y madrugado para ver la entrada del turno de las 6. Conté que, en los bares situados en los bajos de esas casas grises de hormigón, las películas pornográficas y los operarios con sus primeros copazos de brandi iban a ser los principales damnificados por el modernísimo cambio industrial y que, a mi parecer, ese era el punto a tener en cuenta a la hora de estudiar dicha compañía muy por encima de la ductilidad del material. Repetí curso. Mi padre se enfadó. Yo me decía a mi mismo que esa no era la manera de hacer las cosas y, sin embargo, como una mala adicción, fue a peor. En más de una ocasión he llegado a pensar que me empeño en hacerlo todo de alguna forma extraña o, al menos, alejándome de la mayoría. En alguna ocasión he querido pensar que no soy Truman en el Show de Truman sino que todos y cada uno teneis un conversador interior y en otras ocasiones he llegado a la conclusión que lo habeis matado y ocultado su cadáver en una estantería de ikea con diéresis.

En realidad mi profesor de termodinámica de cuarto tenía razón. "¿Son ustedes unas lechuzas?"- nos dijo interrumpiendo la clase y haciendo una pausa dramática. "Están quietos, siguiéndome con los ojos muy abiertos y sin moverse. No preguntan y no hacen nada. Luego se marcharán y comerán. Ustedes no son inteligentes, ustedes son lechuzas".

Las lechuzas acabaron la carrera y, ahora, dirigen el mundo.

Así que tenemos un mundo sin grandes cambios reales, sin alternancia cultural y con más publicidad en tres clicks de Internet que en los seis minutos de una pausa televisiva. Bebemos coca-cola, nos fiamos de los comparadores de viajes y solamente algún tipejo sin criterio como yo navega desde la barra de direcciones en vez de dejarme guiar por el interesado, cotilla y comercial Google de turno.Yo he visto cosas que vosotros no creeríais, yo he buscado en Altavista.

Cuando explico lo que eran las BBS más de uno hasta se asusta de la misma forma que cuando se hacen documentales sobre las diferentes explosiones culturales desde finales de los 70 hasta finales de los 90. Aquellas revoluciones tuvieron lugar por ese ansia, similar a la que tiene un niño al abrir los regalos, que se extendió por el mundo cada vez que se caía un muro o se moría un dictador. Todo valía y todo se probaba. También es cierto que dejó aniquilada a más de una generación. En los bares y en las calles se juntaban mods, punkys, heavys y en la televisión estaban Tocata y los electroduendes. Quizá entonces las personas se miraban a la cara y ahora miran a las pantallas de sus teléfonos porque la información editada parece mucho más ocurrente que poder ver los granos de la cara de tu contertulio.

¿Es posible una revolución cultural liderada por los que ahora están entre 18 y 25 años con la música como catalizador? Pues pensando en lo del crowdfunding, en lo de los viajes compartidos, en los grupos de interés, o, el indie, el pseudorock, el pop de bandcamp y en la coleta de Podemos se podría pensar que sí. Claro que teniendo en cuenta que detrás de casi todo hay una campaña publicitaria en forma de viral, un hastío generalizado, una creencia en la imposibilidad de ganar una lucha contra el omnipotente sistema y que la semana pasada me harté de oir Shakira, Regetton y diez o doce ritmos catatónicamente machacones, quizá haya que decir que no.

"No teneis música más..."- y dejé la pausa caer delante del que, con su mac, sus Nike y su camiseta molona, tenía el poder en forma de touchpad. "Por supuesto"- me dijo. Y puso AC/DC mientras afirmaba que "para Coldplay no es el momento". Me negué a explicar que Coldplay es la suma de U2, Radiohead y un desdén de Gwyneth Paltrow.

Es lo máximo que pude ver, aparte de descubrir que era hijo de una lechuza.

5 comentarios:

  1. Me da que somos más de los que creemos.

    Pero cuesta responder al reconocerse en una descripción así. Primero hay que descartar el Efecto Forer, y demás pedanterías varias.

    ¿Qué si somos nosotros los que nos aislamos? Seríamos el negativo de la definición de grupo.

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  2. http://naukas.com/2010/11/05/la-importancia-de-conocer-el-efector-forer/

    De verdad que somos más? Es probable que sí, en un principio. La naturaleza humana se ha caracterizado por aprender a sobrevivir y para sobrevivir en la actualidad ... Mimetizarse con el entorno es una herramienta camaleonica. Podría haber sido, tras esta idea, para eL título del post: los humanos son los nuevos camaleones

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  3. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

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  4. Leo con retraso.

    Quizá, el retrato de cómo fue, sea todavía más deprimente, teniendo en cuenta que los que dirigen el mundo no estudiaban contigo, por mucho que estuvierais en Bilbao.

    Y el de cómo es el mundo ahora, ...vale, mejor lo dejamos.

    ¿El efecto Forer es lo que sentíamos estudiando Psicología, que nos hacía sentir que poseíamos todos los síntomas de la patología que tocara ese día, y que dejaba las clases de Psicopatología, semivacías, ocupadas por los que habían abandonado ya todo tipo de esperanza?

    Buscaré la imagen de una jirafa con ojos de lechuza.

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  5. Gracias a una conversación de mi entorno, me llega esta referencia:
    Rayuela (Julio Cortázar) - Capítulo 22

    Y en no mucho tiempo me ha venido a la cabeza este post, espero que sea auto-explicativo :)

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