El 21% de los jóvenes vascos afirma con seguridad que no tendrá hijos (en el año 2001 lo decía el 5%). Así que como soy un elemento contracultural he decidido que yo sí, que quiero tener. Que conste que lo digo con absoluto conocimiento de causa, que en estos momentos gano menos de la mitad del dinero que ganaba en el 2001 y que es bastante probable que, dada mi vida díscola y poco estructurada, tenga los soldaditos muertos.
Hay quien me dice que ni se me ocurra, que es el reloj biológico con la alarma desatada, que es el resultado previsible a una colección de fracasos y por eso necesito creer que aquello, como clavo ardiendo al que se aferran parejas en crisis continuas, pudiera ser una respuesta. Sin embargo ahí estoy, babeando como un tonto cuando un infante se acerca, añorando como un estúpido la obligatoriedad que tuve de reexplicar el mundo cuando mi sobrina me hacía preguntas con trampa. Creo, positivamente, que tener que simplificar la realidad para traducirla a una infancia de esas que aparece con los ojos abiertos mirándolo todo, es un ejercicio que no dan más que en el gimnasio de la vida.
Las teorías evolutivas mantienen que en realidad existe un componente que no controlamos y nos hace tomar determinadas decisiones sin darnos cuenta. Lo suelen llamar la teoría del gen egoista. Más o menos viene a decir que los humanos (los mamíferos en general) tendemos a buscar la manera de perpetuar nuestros genes, a continuar la especie, a seguir la estirpe. Por eso, dicen algunos, los hombres se sienten atraídos por las rubias y es que el pelo rubio suele asociarse a la juventud y la juventud con la fertilidad. (A mi me han gustado históricamente las morenas.) Por eso los hombres sanos y fuertes son más deseados. Por eso y de manera inconsciente aquella teoría evolutiva sexual es la que nos dirige sin darnos cuenta.
Y, por el contrario como si fuera un atentado contranatura, el 21% de los jóvenes ha decidido no tener hijos. Algunos afirmarán que no se puede tener hijos, un coche biturbo, una conexión de internet de fibra óptica, una hipoteca e ir a ver a los Iron Maiden. Otros asegurarán que con 1000€ para dos personas y un crío (en un caso aceptablemente común) es un imposible. A nosotros nos criaron con un sueldo y marchando de vacaciones en un Seat 124 a casa de los abuelos. La mayoría estará convencida que la posibilidad, en este mundo de infinitos, de internetes, de parejas ocasionales y de viajes sin hacer, de encontrar alguien que sea capaz de soportar nuestras taras es sencillamente cero. Algunos prefieren un iphone a un niño, aunque les despierte por la noche un chat secreto de telegram o no les guste el nuevo estado del whatsapp de su último insulso polvillo.
Una vez le pregunté a un amigo, recién parido, si acaso tener un hijo era una sensación mística, si era verdad eso que cuentan y no se me ocurrió otra cosa que preguntarle "¿Es mejor que el primer bocado de un solomillo con fouie cuando tienes mucha hambre?"- "Son cien solomillos". Y me miró con la cara de alguien que recibe regalos cuando aún cree en los reyes magos.
La mayoría de los padres descreídos lo son por una cuestión de pareja, lo cual comprendo porque es la variable en la que llevo anclado demasiado tiempo. Conozco a más de una mujer que, llegado el momento y cansada de adultos desaprensivos, se quedó embarazada de un joven fornido y poco locuaz en un espacio de tiempo imposible para el amor verdadero. Las salas de espera de los centros públicos de inseminación están porcentualmente llenas de hermosas mujeres solteras cargadas de historias de amor dramáticamente inconclusas.
Muchas personas han decidido no tener hijos por una excusa de dinero pero, como casi muchas otras excusas en la vida, la realidad se extiende más allá de lo aceptable o lo asumible. De la misma forma que no somos capaces de controlar nuestro gen egoista tampoco somos capaces de aceptar nuestros miedos o nuestras miserias, nuestras incapacidades o nuestros más absurdos pensamientos. Nadie, absolutamente nadie, habla de sus sentimientos en el siglo XXI. Queremos ser dignos, altos, máquinas sexuales, mejores padres, excelentes hijos y algunos hasta hemos aspirado a ser cultos y buenas personas. Un día descubrimos que no lo éramos y nos bloqueamos mientras ella, que también estaba tropezada en la misma piedra, nos gritaba que no éramos capaces de dar otro paso.
Y no lo dimos. Un 21% ya ha asumido que no lo dará nunca. El futuro estará lleno de jubilados solitarios.
Y a mi me han entrado las ganas porque, a pesar de todo y después de pensarlo con detenimiento, creo que hay que dejar hablar al gen egoísta. De egoísmo va todo aunque se disfrace de amor y de acontecimientos económicos. Es una cuestión humana y una forma de replantear en términos sencillos todo lo que aprendí de cómo funciona el mundo.
Quizá por eso siempre me han dicho que sería un buen padre. Quizá.
Hay una estúpida fórmula matemática que promete calcular la duración del amor eterno. También hay miles de cuestionarios en el Cosmopolitan, millones de polvos que nunca tendré en internet. Un punto cero de partida, supongo, es un punto de partida. Supongo que he tardado demasiado tiempo en aprender quien soy para poder enseñar a alguien a ser él mismo.
Pd: ahora hay que ver cómo llevar a cabo dicha cruzada porque no tengo ni Rapunzel, ni pelo, ni canción, ni almena, ni vicio.
Muchas personas han decidido no tener hijos por una excusa de dinero pero, como casi muchas otras excusas en la vida, la realidad se extiende más allá de lo aceptable o lo asumible. De la misma forma que no somos capaces de controlar nuestro gen egoista tampoco somos capaces de aceptar nuestros miedos o nuestras miserias, nuestras incapacidades o nuestros más absurdos pensamientos. Nadie, absolutamente nadie, habla de sus sentimientos en el siglo XXI. Queremos ser dignos, altos, máquinas sexuales, mejores padres, excelentes hijos y algunos hasta hemos aspirado a ser cultos y buenas personas. Un día descubrimos que no lo éramos y nos bloqueamos mientras ella, que también estaba tropezada en la misma piedra, nos gritaba que no éramos capaces de dar otro paso.
Y no lo dimos. Un 21% ya ha asumido que no lo dará nunca. El futuro estará lleno de jubilados solitarios.
Y a mi me han entrado las ganas porque, a pesar de todo y después de pensarlo con detenimiento, creo que hay que dejar hablar al gen egoísta. De egoísmo va todo aunque se disfrace de amor y de acontecimientos económicos. Es una cuestión humana y una forma de replantear en términos sencillos todo lo que aprendí de cómo funciona el mundo.
Quizá por eso siempre me han dicho que sería un buen padre. Quizá.
Hay una estúpida fórmula matemática que promete calcular la duración del amor eterno. También hay miles de cuestionarios en el Cosmopolitan, millones de polvos que nunca tendré en internet. Un punto cero de partida, supongo, es un punto de partida. Supongo que he tardado demasiado tiempo en aprender quien soy para poder enseñar a alguien a ser él mismo.
Pd: ahora hay que ver cómo llevar a cabo dicha cruzada porque no tengo ni Rapunzel, ni pelo, ni canción, ni almena, ni vicio.
Es tan egoísta decidir tenerlos como todo lo contrario, y te le digo yo que teniendo pareja desde los pantalones largos tenía muy claro que no: que no iba conmigo la paternidad. Fue una decisión muy meditada y hablada ampliamente con mi pareja hasta que ese gen que tú mentas me pilló bajo de defensas (y necesitado de sexo, por cierto) y ahora hace ocho años que tengo una princesa en mi vida.
ResponderEliminarEn mi caso, cuando hablo con otras personas, estoy encantado (en la intimidad hay de todo: poca paciencia, miedos y traumas infantiles que reaparecen, pavor a traspasárselos...).
Pero también he de decir que no seré yo quien juzgue a quienes conscientemente deciden no tener descendencia. Es una opción de vida respetable como cualquier otra y estoy seguro que aún siendo coherentes con su decisión existirá la pregunta de si fue la adecuada.
A quién sí critico es a aquellos que tienen porque sí: porque toca, porque es lo natural...y luego cargan a los demás con el peso de sus actos, olvidan la responsabilidad adquirida(tal vez porque nunca asumieron ninguna otra) o desde su inmadurez creen que todo saldrá bien porque ellos lo merecen...
"Nadie, absolutamente nadie, habla de sus sentimientos en el siglo XXI".
ResponderEliminarNo es cierto. Y lo sabes. Y sabes que lo que probablemente sea real (e infinitamente más triste) es que nadie quiere pararse a pensar qué siente, porque resulta más sencillo seguir dando pasos hacia delante, sin saber hacia dónde.
Richard Dawkins es un memo (el padre ideológico de todos los memos), aunque eso también lo sabes. Acabo de venir de mi primera reunión en una comunidad de propietarios y no imaginas cómo resulta de evidente.
Y supongo que sabes que el orden no es el correcto; primero está Rapunzel, luego viene todo lo demás. Que no es bueno hacer listas de pros y de contras, porque para ser padres sólo hay un pro ("quiero") e infinitos contras. Que no es una cuestión de números. Que no hay garantías. Que la única fórmula para saber si vas a ser buen padre es si recuerdas las enseñanzas del tuyo, porque no todos los que tienen hijos son padres, como no todos los que tienen pianos son pianistas.
Que la única certeza es que puedes olvidar tu canción de Aerosmith preferida, pero nunca olvidarás el día que fuiste padre.
Que las buenas personas quieran tener hijos es todo lo contrario a una muestra de egoísmo. Y es la demostración de la memez de Dawkins. El corolario es que parte de la familia del "divulgador" vive en el mismo edificio que yo.
Suerte, cabrón.
PD - me debes una fartura.
Estoy de acuerdo: no todos los que tienen hijos son padres y sí, es estupendo que las personas buenas quieran tener hijos.
ResponderEliminarSi lo tienes claro, con un poco de paciencia, seguro que encontrarás la persona adecuada con quien compartirlos.
Tranquilo, no hay prisa: seguro que no se "te pasa el arroz".