4 de diciembre de 2013

El dueño de la tienda de cigarrillos electrónicos

Existe un determinado personaje, españolísimo hasta la médula, que se empeña en creer que la riqueza (y, como consecuencia anormalmente implícita, la felicidad) crece en los árboles de la oportunidad. Se vió, cuando era pequeño, cien veces el final de Risky Business y obligó a su pareja a ver Armas de Mujer un buen montón de ocasiones porque le ponen las rubias con carácter pero que parecen tontas. Le ponen, también, los coches más que caros, aparentes. Se compró un Mazda Mx5 para creer que tenía un 911 cabrio pero luego estuvo conduciendo un Hyundai coupe hasta que se le cayó una rueda por el óxido. Claro que era un Coupé de los primeros. Siempre hay una excusa para la incompetencia.

Cada vez que acude a una charla en los bajos de un hotel céntrico, se emociona cuando escucha las palabras "dinamismo", "globalizacion", "porcentaje equiparable de éxito comparativo" u "oportunidad especial de negocio sinérgico". En realidad no tienen ni idea de lo que significa y se niega a verse en Dolor y Dinero como uno de los protagonistas. De "Huevos de Oro" sólo recuerda lo mucho que follaba Javier Bardem porque hay moralejas que, casi como la culpa, si no las quieres ver pues no la ves.

A lo largo de su historia montó un videoclub y estaba en lo alto de la pirámide de Amway. Contaba a sus amigos que había que invertir en sellos porque la rentabilidad era máxima y estoy convencido que se dedicaba a instalar el programa ese que tenía la cara de Pedro Picapiedra (que luego evolucionó al Wilma) para piratear la señal de Canal+. Es de esos que son de Tolosa porque "tó lo saben". Jura que piratea la wifi de su vecino y que está trabajando en una versión revolucionaria de linux con un manual que vio en youtube. Da igual que le hables de bolsa (donde invirtió y perdió), de la posibilidad en la que el número de la lotería acabe en 4 o del poker en Internet, donde tiene miles de dólares virtuales. Es homeopático, místico, acepta los poderes de las energías vitales y es capaz de demostrar todas las teorías conspiranoicas que salen en la revista Más Allá y en Cuarto Milenio. De todo está convencido.

Es el rey de las apuestas online y se le puede ver haciendo cabriolas con la liga universitaria de curling y sus resultados. Tiene la teoría de que apostar a partir de las 3 de la mañana es mejor porque los americanos están cenando. No es cierta, pero a él le vale.

Ahora, precisamente ahora, después de una charla emocionante donde se le abrieron los ojos ante un gurú del nuevo mundo del siglo XXI, acaba de abrir una tienda de cigarrillos eléctronicos.

Y cree está convencido que se va a hacer rico.

En mi barrio han abierto 7 el último mes. Estoy seguro que van a durar menos que mis pulmones pero ves en sus ojos esa ilusión que necesitan, que han arrastrado siempre y que les hace creer que se van a enriquecer una vez más.

Porque más allá del fracaso está esa magnífica creencia en la prosperidad por mucho que la última piedra en la que tropezar tenga sabor a sandía.

Es lo que pasa cuando se tiene el corazón predestinado a creer en cualquier palabra esdrújula.

Es lo que sucede cuando has nacido para que te engañen como un fan de cualquier compañía. Lo necesitas. Hoy es el cigarrillo electrónico. Mañana será otra cosa, fantástica y emocionante como buscar un tesoro con un mapa que te han vendido.

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