31 de diciembre de 2013

2014




Pensé, sinceramente, que el truco estaba en mirar hacia dentro, en ser un mejor tipo y que eso, casi como una ecuación diferencial que establece una igualdad entre un lado y otro, repercutiría en una situación mejor. Y lo hice. Y me volví a equivocar.

Sin embargo sigo con la misma idea porque soy muy terco.

Hay muchas cosas que han desaparecido este año. Una, quizá la más trascendente, es que ya he aprendido que no llegaré a los grandes sueños que tuve en la infancia. Me voy a conformar con los sueños posibles. Me volverán a dejar, a reconciliar, a enseñar el oasis de algunas caderas. Me volveré a creer pobre y volveré a pensar que estoy remontando. Me lesionaré creyendo que soy un deportista y me dará el aire del mar en la cara cuando descubra, con una tos, que no dejé de fumar.


Por mucho que los psicólogos insistan en que hacer propósitos es algo positivo para el ser humano este no es un año de propósitos, sino de pequeños saltos. Estar un poco mejor es un avance cuántico para la lucha.


Sólo espero que seamos un poco más listos y que aspiremos a más sin joder al vecino, follar sin que nos jodan, pensar antes de jodernos y aprender a no hundirnos cuando nos sintamos jodidos.

Es una cuestión de jodienda. En eso consistió el 2013 y de eso irá el 2014.

Bueno, y de enamorarse y quererse y ser mejores personas, pero eso lo dicen los whatsapp.


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