14 de mayo de 2013

Los que nos quedamos

Muchas veces tengo la sensación que los jovenes que se van son todos premios nobel y que los que nos quedamos a trabajar en España más o menos somos los asesinos de Marta del Castillo.

Podemos lanzarnos al abismo de las cifras y comentar cómo más de un pais se ha preocupado en acaparar investigadores y cómo les hemos cambiado a los paises del norte de europa a nuestros licenciados por sus borrachos. Podemos hablar de cómo las madres hablan orgullosas de sus hijas "que estudian en Wisconsin" y hacen callar a las que "trabajan en Almendralejo" como si aquella premisa que establece que "cuanto más lejos es mejor" fuera verdad, como si los españoles por el mundo nos estuvieran llamando tontos desde la televisión de nuestro salón.

Se han ido muchos jovenes. Tan inteligentes como los que se quedan porque cualquiera sabe que un título universitario en este pais de risa nunca significó que pudieras ser un tipo capaz de hacer algo provechoso para el mundo. En la universidad nunca me enseñaron a servir café en un Starbucks de Oslo. Reconozco que tampoco me explicaron que existía una posibilidad de no ejercer, de una manera obscenamente remunerada, en aquella profesión para la que me estaban aleccionando. Tampoco estoy convencido que los saharianos, los ecuatorianos o los alemanes que vienen a España sean ni lo mejor ni lo peor de su pais.

También emigraba, con el pañuelo de cuatro puntas en la cabeza, Alfredo Landa.

Discriminar a quien se queda o a quien se va es una simplificación digna de un habitante de la casa de gran hermano. Llamar estúpido a un joven universitario que ha decidido esforzarse el doble para salir adelante en su pais natal es darle una patada en la boca. Decir tres veces la palabra Bitelclus hace que aparezca Bitelchus Lampreave.

Seguimos viviendo en esa concepción rural y arcaica en la que el césped del vecino es mucho mejor que el nuestro, sobre todo si es americano, británico, alemán o francés. Seguimos fantaseando con los pechos de la vecina sin darnos cuenta de lo maravillosamente perfectos que son los que se acuestan a nuestro lado o las imperfecciones quirúrgicas de los de Angelina Jolie.

Bombardear diariamente desde los medios con lo buenísima que es la materia prima española que se va deja en muy mal lugar a los que un dia decidimos quedarnos como si fuéramos las ratas que ni siquiera abandonamos el barco.

De España se van científicos y se van porreros. Se va Diego el Cigala, se fue Yola Berrocal y se va Willy Toledo. También volvió Mariano Babacid. Se van parados cansados de no encontrar trabajo y se van algunos por amor mientras otros se van, casi como ha pasado siempre, buscando aventuras. De España se van jubilados buscando otras playas y algún que otro prófugo de la justicia como los pederastas británicos que pasean con calcetines por las costas de Málaga.

Fuera de nuestro pais hay algunos que viven como soñaron mientras otros se arrastran como mochileros eternos. "El alquitrán del camino embriaga más que el suave vino del hogar"- cantaba Sabina para describir la sensación agridulce de no atreverse a volver a casa sin haber ganado alguna guerra, como un indiano chulesco. Pasa exactamente lo mismo con la gente que decide quedarse a cuidar de su madre. Nadie es mejor ni peor por decidir irse, quedarse o dejarse los pelillos de la nariz largos.

Quienes se fueron siguieron sus sendas, no son mejores. Pensar lo contrario es lanzar piedras contra el tejado de quienes, ahora, sacan este pais adelante.

Estoy muy cansado de que por ser universitario, empresario, español y luchar cada dia por trabajar y dar trabajo pagando los impuestos con los que pagar a los médicos y los profesores estupendos que tenemos venga un medio de comunicación a decirme que, además, soy tonto por no marcharme.

Cuidarnos un poco, joder.

5 comentarios:

  1. Ahí le has dado, porque los que nos quedamos, la mayoría de las veces, hemos elegido quedarnos, así que no está bien quitarnos el mérito.

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  2. Irse para poder comer solo es un mal síntoma. Los que tienen que hacerlo son víctimas y los que se quedan también. Mientras, los que salen beneficiados de todo ello (mercados, empresas deslocalizadas...) se descojonan a su costa.

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  3. Y si estás en paro y aún así no emigras porque no te da la gana o porque por el motivo que sea no puedes o no quieres separarte de tu gente... Ya es una constante. "Pues si no encuentras trabajo vete", "Es que hay que irse", "No sé qué haces que no vas fuera a buscarlo, ahí estás sin hacer nada". Como si tuviéramos todos las circunstancias o la facilidad de dejarlo todo.

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  4. Imagino que todos somos capaces de reconocer nuestros esfuerzos (aunque sean de paja) y nos cuesta admitir los de los otros (siendo vigas).

    Mi ombligo guarda pelusas dignas de ser admiradas (por los demás).

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