21 de enero de 2013

Tú no puedes encajar la verdad

Tú no puedes encajar la verdad!" - le gritaba un grandísimo Jack Nicholson a Tom Cruise en el interrogatorio final de Algunos Hombres Buenos. Lo decía con la absoluta certeza de que la verdad, como un componente global y completo, blanco y puro, exacto y textual, tiene siempre componentes que, en este mundo de meritorios (que no de merecedores) lo convierten en algo gris. "Dime que me vas a querer siempre" es lo mismo que pedir que mientas porque algún día, después de que te haya castigado con el peso de su pierna sobre la tuya, lo único que deseas es dormir solo de la misma forma que alguna noche quieres vicio y ella besos. Hay momentos en los que sonries en una visita a sus amigos en vez de jugar, como un adolescente con demasiados años, a un videojuego. La verdad, como la sinceridad, se compone de la parte de certeza que nos resulta incómodamente gratuita.

Sin embargo en este hipócrita escenario en el que la verdad se supone que se acepta por dolorosa que sea (pero se castiga cuando es dolorosa) asistimos a puestas en escena políticas en las que se gritan palabras como justicia, responsabilidades y verdad de una forma tan elocuente que, para algunos, no suponen más que una liberación en vez de una amenaza.

Y la verdad, por su propia definición, es siempre una amenaza.

La semana pasada el gobierno argelino, en vez de sentarse a charlar amigablemente sobre el motivo por el que un grupo de terroristas se habían atrincherado en una planta de gas con unos cuantos rehenes extranjeros (que son los que cuentan) para ver si podían llegar a una solución, lanzaron unas cuantas bombas llevándose por delante casi todo lo que pudieron y zanjando la crisis en un par de días. Recordé un libro que subtitula "¿Por qué vendemos democracia a cambio de seguridad?" y que responde a todos esos que, en medio de una cerveza, proclaman la falta de valentía de los jueces y los políticos, los empresarios y los policias... "esto lo arreglo yo con un buen par de hostias". Lo que se les olvida es el hipotético caso en que las hostias se las den a ellos y les encanta gritar, cuando las cosas no salen como debieran, que aquel gobierno, aquel novio o aquel supermercado, les engañó ocultando la verdad.

La verdad, en el siglo XXI, empieza a ser un componente de confianza. Importa más que lo hagas que cómo lo hagas. A los muchachos de las olimpiadas de Londres se les olvida añadir, dentro de la verdad, los sobornos para conseguir aquellos juegos y , sin embargo, se sienten orgullosos de haberlos organizado. A los organizadores de los viajes de alcohol y vicio se les llena la boca con el sol y las playas de Salou, con las grandezas culturales de los festivales de música moderna de la España contemporánea. A mi se me olvida, lo reconozco, la redondez de algun culo al describir a alguna amiga porque sé que si añado ese componente de la realidad la verdad no me hará precisamente libre y es más que probable que la verdad termine siendo un castigo mucho más que una liberación, por mucho que nunca haya estado en mi mano.

"¿Eres tú John Wayne o lo soy yo?"- admitió el recluta bufón, el mismo que fue premiado por admitir la verdad cuando aseguró que no creía en la virgen María. En la vida real admitir verdades, acertadas o no, no tiene ningún premio.

Reconozcámoslo: la verdad se ha convertido en un arma en contra de quien la ejercita. Si apareciera el lider del gobierno, el rey, dos jueces o el señor de la oposición admitiendo un error basado en una verdad, los lobos del enemigo se lanzarían como bestias salvajes a la yugular con el fin de despedazarlo. Si no aprendimos a agradecer la verdad y a perdonar los errores es complicado que alguien pueda valorar las ventajas de funcionar con valores absolutos que nunca van a ser recompensados.

"Soy un cabrón, un corrupto. Lo admito. Me he lucrado y estoy dispuesto a cumplir la pena. Aquí está el dinero que me llevé." ¿Votaríamos a ese político?

"Lo reconozco. Te engañé. No me di cuenta de todo lo que te quise" Nunca más volví a saber de ella. (es un ejemplo novelado). Tengo más de un conocido/a, engañador/a sexual profesional, que repite continuamente lo mucho que ama a su mujer/esposo y lleva varios años de matrimonio feliz.

Dime ahora para qué vale la verdad hoy en día por mucho que algunos, en sus atriles y en sus alcobas, la pidan como un valor absoluto o como un eslogan de un mal anuncio publicitario de esos que tienen un asterisco que puntualiza lo que te encantaría creer que es cierto.

Pd: La verdad no es lo cierto, es la creencia.


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