Félix de Azúa contaba que el proceso de enamoramiento consiste, básicamente, en encontrar en el otro algo que te gusta y que deseas tener para ti por lo que se inicia un proceso de intercambio. El problema está en que, una vez pasado el tiempo, esa persona se ha convertido en lo que tú eras antes y tú en lo que era esa persona y, por lógica, os repudiais. Es una visión tremendamente catastrófica pero resulta ser un silogismo correctamente construido.
Por otra parte algunos, que se disfrazan de sociólogos, establecen los 12 puntos básicos que hacen que las relaciones duren. Hablan de pensar positivamente y de compartir actividades. Hablan, como si se sonrojaran con el trasluz de la aureola de un pezón, de tener pasión y de sentirse feliz como si fuera algo sencillo y automático que se lograra con la mera intención. También es casi un silogismo y resulta pueril como un propósito de principio de año.
Las relaciones, me da igual que sean afectivas, sexuales, laborales o coyunturales, son parte del gran misterio de este mundo superpoblado en el que vivimos a lo largo del siglo XXI. Un padre chino, cansado de que su hijo de 23 años haga más caso a ciberespacio que a la familia, ha contratado un sicario virtual para que acabe con los personajes que tenga en el World of Wordcraft. Una madre americana ha establecido las 18 reglas básicas para que su hijo tenga teléfono móvil. Los dos son modos de relacionarse. Uno está dando un puñetazo encima de la mesa y la otra intenta hacer que su niño razone, lo cual puede terminar con un puñetazo encima de la mesa si es que, como cualquier adolescente, se niega a hacerlo.
Lo curioso de los adolescentes es que intentan y juran que nunca se convertirán en lo que repudian de sus padres y descubren, un día que están relajados, en que se están convirtiendo en una copia actualizada de todo lo que vivieron entre ese periodo de tiempo desde que naces hasta que empiezas a vivir por ti mismo.
En un estudio de Science han preguntado a un buen montón de personas sobre sus valores. Les han preguntado por sus grupos favoritos y por sus parejas, por las ideologías políticas y por el tipo de ropa que les hace sacar la cartera. La mayoría ha admitido que están contentos con lo que son y con los gustos que tienen. Alguno habrá aceptado como lógico que le guste Jersey Shore o el estilismo de Lady Gaga de la misma forma que podría adorar las hombreras cuando estaba de moda Spandau Ballet. La inmensa mayoría de las personas dicen estar contentas con lo que se han convertido y, sin embargo, le dan mucho más valor a lo que quieren ahora que a lo que querían entonces. Te creiste profundamente enamorado de alguien hace 10 años y ahora ya no valoras tanto aquel amor enfermizo que viviste. Pagarías más por ver a tu grupo favorito de ahora dentro de cinco años que lo que serías capaz de abonar por ver a tu grupo favorito de hace cinco. La historia, y esa es la conclusión del estudio, parece que se acaba todos los días y existe una pasión inútil en guardar para mañana lo que crees que es definitivo hoy.
Escriben: “la gente toma decisiones que influyen poderosamente en las vidas de la gente en la que se convertirán; y cuando finalmente se convierten en ellos, ya no parecen tan interesantes”. Eso es lo mismo que decía el señor Azúa.
Supongo que quiere decir que, por muchos años que tengamos, siempre somos adolescentes que intentan enamorarse de algo cada día, como la canción de Alphaville.
Tampoco quita que, cuando te despiertas adulto y cansado, cuando los días te castigan con el juicio eterno de las decisiones equivocadas que tomaste, cuando resoplas al dejarte caer en el sofa y las resacas duran tres amaneceres... entonces añoras el pasado, pero añoras otras cosas y no es que las valores más, sino que las idealizas. Eso se llama nostalgia.
Lo otro es un descuento hiperbólico explicado con palabras de andar por casa. Más o menos certificar que nos apasiona más el futuro que el pasado que tuvimos cuando, en realidad, lo que intentamos es agarrarnos a nuestro presente que, como dice la rae en su tercera acepción, es una palabra que significa regalo.
Tampoco quita que, cuando te despiertas adulto y cansado, cuando los días te castigan con el juicio eterno de las decisiones equivocadas que tomaste, cuando resoplas al dejarte caer en el sofa y las resacas duran tres amaneceres... entonces añoras el pasado, pero añoras otras cosas y no es que las valores más, sino que las idealizas. Eso se llama nostalgia.
Lo otro es un descuento hiperbólico explicado con palabras de andar por casa. Más o menos certificar que nos apasiona más el futuro que el pasado que tuvimos cuando, en realidad, lo que intentamos es agarrarnos a nuestro presente que, como dice la rae en su tercera acepción, es una palabra que significa regalo.
Cuando me despierto, vieja, y me doy cuenta de los errores, siempre pienso que gracias a ellos ahora soy lo que soy.
ResponderEliminarEsta es una de mis canciones favoritas.
Yo.... me llamo Ralph, enhorabuena, sigues tan sembrao como siempre, y feliz año nuevo
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