Una de las cosas que el ser humano ha ido aprendiendo con la madurez contemporánea ha sido jugar a ganar. "No me gusta perder ni a las chapas"- ha sido una frase que se asociaba con el éxito y con la capacidad de cada uno de poder convertirse en una especie de héroe.
Sin embargo, con el paso del tiempo y con todos y cada uno de los acontecimientos que hemos vivido últimamente hay un cambio en esos "mandamientos para el éxito" que nos hemos ido creyendo: ganar no es lo mas importante.
A veces se nos olvida que cuando nos juntamos con un grupo de amigos a jugar un juego de mesa lo importante es disfrutar del juego mucho mas que ganar o de que nos admitan "pulpo" como animal de compañía. Hasta hace nada nos creímos reyes de la creación como si los Ferrari, los bolsos de Gucci o los microprocesadores fueran mas importantes que Dios o que nuestra propia felicidad.
Nunca fui capaz de solucionar la paradoja del "peón en paro". La base de esa paradoja es cruzarme por la calle con un antiguo compañero de colegio que va cogido de la mano de una sencilla mujer mientras unos niños corretean a su alrededor. Me acerco, después de haberle reconocido, y le saludo. Me cuenta que estuvo trabajando en la construcción y que las cosas no le funcionaron, que durante ese tiempo tuvo dos o tres hijos por los que su mujer dejó su empleo (y me la presenta) pero que después se quedo en paro y que ahora pasea por la calle aprovechando el tiempo para disfrutar de su familia. "Soy feliz" me dice. Esa es precisamente la parábola: la conclusión no puede ser correcta.
Sin embargo lo es.
Hace demasiado poco tiempo vivíamos creyendo como dogmas de fe ciertas las previsiones de futuro que nos hacíamos. Nuestras empresas lanzaban previsiones de balances. Los telediarios previsiones metereológicas. Las parejas previsiones sentimentales con el proyecto común y el nombre de nuestro tercer hijo antes de empezar a hacer el primero. Las carreteras señales indicando el camino. Esas formas de presuponer el futuro era la forma en la que nos creímos capaces de asegurar el devenir de los acontecimientos. Yo sabía, detrás de mi mostrador, que si estábamos a día 5 y resultaba ser un sábado soleado la caja sería importante. Ahora ya no lo se. Tampoco saben mis compradores si acaso sus vidas cambiarán mañana. Los conductores, cuando se encuentran con un banco de niebla en medio del camino, tienen esa sensación de pérdida que incluso lleva a pensar que se está conduciendo en círculos. Sin embargo, un dia, mi padre me dijo que me fijara en esa línea contínua que está a la derecha. Ese es el truco. Pararse no es una opción. Al final siempre se llega a algún lugar. Quizá no es el que supusimos.
Pero lo importante de viajar, a veces, es el viaje por encima del destino.
Ganar no es más importante que aprender a disfrutar del juego.
Incluso, de esa manera, perder tiene el encanto mágico de tiempo en que jugamos juntos, por ejemplo, a un juego de mesa (con o sin revancha).
Incluso, de esa manera, perder tiene el encanto mágico de tiempo en que jugamos juntos, por ejemplo, a un juego de mesa (con o sin revancha).
Supongo que lo importante no es ganar, sinó no dejarse ganar. Aunque eso implica tratar de ganar siempre.
ResponderEliminarPodría ser. Es un buen punto de vista. Yo intentaba hablar del trayecto, de esa idea tan e los años 80 en las que el mundo y los trabajos se dividían en los que tenían éxito y los que eran fracasos. A veces lo que parece un fracaso, como en la parábola del peón, es en realidad un éxito y todo depende de la manera en la que se interioriza ese proceso. A veces disfrutar del juego, estar tranquilo e intentar poder respirar es mas importante. Dejarse ganar, como dices, implica una creencia falsa: que somos semidioses capaces de modificar el resultado. No lo somos.
ResponderEliminarAsí que, si la vida es un viaje (y el juego, un trayecto), lo importante es disfrutar de la compañía.
ResponderEliminar(versión tuiter)