9 de noviembre de 2012

La muerte de los teclados

Intuyo, casi como si me imaginara a mi mismo delante de un documental de esos que acompañan las siestas o las tardes de desánimo solitario y personal, que la invención de la comunicación perenne se produjo en el momento en el que uno de nuestros antepasados descubrió que podía dejar anotaciones en las paredes de la cueva para recordar a sus compañeros la manera adecuada de aproximarse a un mamut enfadado.

Después, quizá, algunos escribas hicieron sus jeroglíficos y más tarde vino la literatura y todos esos pergaminos en idioma antiguo y muchas horas de trabajo que estudian algunos que buscan respuestas en el pasado para lo que nos suceda en el futuro.

Mi abuela decía siempre que se sacó a la primera el título de mecanógrafa (una "taquimeca" bien guapa) y mi padre intentó, cuando éramos pequeños, enseñarnos a usar correctamente la máquina de escribir verde que había en casa (con una cinta negra y roja) empezando con la posición de los dedos y dejando que la campana esa del cambio de línea nos embriagara con su sonido.

Sin embargo yo llevaba continuamente el bolsillo se la camisa manchado de los bolis Bic que se explotaban e incluso cuando empecé a escribir con el Spectrum o con aquel Spectravideo con pantalla de fósforo verde y teclado mecánico recuerdo que usaba cuatro dedos. Más o menos igual que hoy en mi mugriento logitech recubierto de moho, que es lo que se acumula entre las teclas. Sin embargo, y partiendo de la realidad de que mi generación fue la última que se esforzó por tener una bonita letra manuscrita, el poder del papel a mano y las anotaciones al borde fue enorme en mi época universitaria.

En aquellos años podíamos tomar nota de casi todo en una servilleta o en un resto de periódico. Algunos llevaban una libretita pequeña, a ser posible cuadriculada, donde tomaban nota de esos recuerdos mentales que queremos tener de vez en cuando o cuando queremos tener recuerdos. Las mujeres, con ese sidecar sin fondo que es un bolso, lo siguen teniendo en el siglo XXI, aunque reconozco que por glamour. Ahora descubres, si eres de los que se fijan en los detalles, que las personas se intercambian información a golpe de pulgar. Que ellos y ellas se hacen llamadas perdidas para no tener que anotar el teléfono y que se mandan email con sus smartphones. Algunos se buscan en facebook para dar al boton de "agregar" y ya han encontrado el mamut que han de cazar mañana.

Durante todo ese tiempo las cartas manuscritas dejaron de escribirse.

Los teclados, casi como los bolígrafos, se mueren. Se mueren por desidia, por comodidad, por una especie de esfuerzo sobrehumano que tiene enlazar letras tras otras para conseguir un sentido. Se borran antes los cursores que las vocales. Dura más un bolígrafo que un mal ratón de ordenador. Los nuevos ordenadores, las nuevas modas, han condenado a los teclados porque es más sencillo copiar una noticia que escribirla. Los afectos se han convertido en pulsar un "me gusta" o hacer un emoticono que viene prediseñado en un software. Ni siquiera la sensación de releer lo escrito antes de enviarlo perdura porque los correctores ortográficos filtran las palabras y las faltas de ortografía dejaron de ser una verguenza hace años.

Las tabletas, que son la moda cool, no quieren que escribas nada porque se supone que ese 1% de los usuarios de internet lo escribiremos por ti y porque es más fácil señalar con el dedo que sentarse a pensar.

El día que te quedes sin batería, no haya corriente eléctrica y vuelvas a una cueva... no sabrás cómo escribir, en la pared, la forma correcta de matar a un mamut. Mucho menos a un mamut enfadado, uno que no tenga facebook. Uno que no lleve debajo el botón de "me gusta".

Pd: remember "Escribir es Vintage"

1 comentario:

  1. Magnífica interpretación. Me he emocionado y todo. A mi me siguen gustando los payasos y me rio mas con el serio. Sigue haciéndonos reír, leer a máquina aunque sea. Muchas gracias.

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