21 de agosto de 2012

El triángulo dramático, el poder y la plebe

Existe un triángulo que determina los dramas que vivimos la mayoría de los humanos que se definió en 1968 por Karpman y que se denomina El Triángulo Dramático.

En él se establece que durante esos momentos o esos conflictos las personas participantes tienden a adoptar uno de los tres extremos del mismo. Son Provocadores, Víctimas o Salvadores. Cuando se entra en dicho triángulo no se queda quieto en un solo lugar sino que se va pasando de un extremo al otro como si fuera un círculo vicioso y mientras se siga dentro de él tenemos el drama asegurado.

En realidad resulta ser un agujero negro en el que la dinámica de la discusión y el malestar se enfanga en alguno de esos juegos en los que nadie puede ganar pero que nos gusta jugar quizá como una manera de esconder nuestros miedos o una forma sencilla de no afrontarlos pero vivir en un drama controlado.

En cuestiones de poder y considerando que las relaciones entre el poder y los ciudadanos no son más que relaciones entre personas es más que probable que éste sea un juego en el que estemos enroscándonos, habitantes y dirigentes, para no darnos cuenta de las realidades en la que vivimos.

"La herencia recibida" es una posición de víctima exactamente igual que "la crisis es global". "Vamos a aplicar el copago sanitario" es postura de perseguidor. Y eso es lo mismo que bajar el sueldo a los funcionarios, porque el perseguidor es una especie de provocación continua que se aprovecha de los puntos más débiles de la otra parte. "Sacaremos a España de la crisis" es, obviamente, un salvador con uniforme de superhéroe.

Pero, y también hay que admitirlo, no se puede entrar en el juego si no juegan dos. Así que "los políticos son corruptos" es victimismo, "ocupemos el congreso" es perseguidor y "democracia real ya" es el referente contemporáneo del salvador.

Y mientras unos y otros vamos pasando de un vértice al otro, nada se soluciona aunque creamos que cambiamos hacia algún lado porque, en realidad, nada se altera. Sólo se intercambian papeles.

En 1990, Acey Choy definió el Triángulo del ganador, que es utilizar la misma estructura humana de una forma positiva convirtiendo los vértices en "Asertivo", "Empático" y "Vulnerable". En ese caso se siguen dando los cambios de papeles pero cada uno de esos vértices ayuda a mejorar a los otros dos desde un punto de partida que contiene todos los miedos y comportamientos que completan al ser humano medio como tú y como yo, como un político y como un frutero. En realidad el truco para salir de esa dinámica es, en el caso que no puedas dejar de jugar, cambiar la manera de actuar.

Pero eso, como es lógico, lleva un esfuerzo.

Lo cierto es que las relaciones entre personas no son muy diferentes que las que establecemos como grupo con quienes hemos decidido que nos manden. Nos quejamos de nuestros gobiernos de la misma forma que un grupo de casados se quejan de sus mujeres mientras sus mujeres se quejan de sus maridos en la sala contigua. Provocamos a nuestra pareja pidiéndole que cumpla objetivos imposibles como si fuéramos un gobierno pidiendo que el español medio sea lo que creemos que es un alemán o nuestros movimientos populares soliciten que los políticos nunca cometan errores. Nos sentimos víctimas de las decisiones de nuestro jefe o de nuestro amigo cuando no satisfacen nuestras expectativas y creemos tener siempre una solución al problema que hemos generado en común y que nos ha metido en el triángulo. Es un ciclo.

Sólo se soluciona cambiando de actitud (por todas las partes).

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