Y aunque se refiere a todos esos miedos que sientes a seguir adelante o a quedarte solo en una relación más edulcorada que un referente pop, es, salvando las distancias, el mismo efecto que se siente cuando sabes que con esto es con lo que te quieres quedar pero no encuentras ninguna solución para que sea algo tan feliz como te contaron y te convencieron que iba a ser.
Nuestra educación es la principal culpable de nuestras miserias.
Hemos nacido rodeados de películas con final feliz y con plenitud absoluta. Hemos nacido, al menos las generaciones que van desde los 70 a finales de los 80, con el convencimiento absoluto que por el mero hecho de nacer nos merecemos un coche grande, una familia sonriente, un soporte tecnológico brillante y una defensa de nuestros derechos (que nos los enseñaron profesores que no los habían tenido) como si viniera de serie casi como el aire que debemos respirar.
Y, probablemente, toda esa millonada de personas se han dado de bruces contra la realidad que dice que no puede ser, que no es verdad, que se llama lujo porque lo tienen unos pocos y que se llama "sudar" porque es el esfuerzo a realizar. Así que nos sentamos en nuestro sofá y nos quejamos de la televisión que vemos, salimos a la calle y nos irritan las copas que nos sirven, nos enrabietamos porque los viajes no son largos y porque los orgasmos son cortos, porque las funerarias tienen un iva del 21% desde el mes que viene y porque los hijos que tendremos no podrán dormir en una cuna de diseño.
Nos da rabia que ella no tenga las piernas tan largas o tengo que soportar impasible sus quejas de no ser el mismo tipo que anuncia colonia saliendo del agua en medio de los anuncios mientras una parte de mi, que viene de mi más tierna infancia, me dice que si me esfuerzo lo suficiente podré convertirme en aquel.
Y no es cierto.
Hay tres manera de sobrellevar ese impacto con la realidad que supone descubrir que las cosas no son como te las contaban: 1- mentir, como el que miente en un bar al estilo anuncio de compresas para llevársela a la cama, 2- convertirte en un dibujo animado que resulta ser una caricatura de lo que se supone que debías ser o 3- aprender a disfrutar todas esas pequeñas cosas que tiene cada día que pasas.
Yo ya elegí. Los que no anunciamos colonia también tenemos un lado atractivo. Espero que alguna persona no espere que salga, a diario, mojado, en calzoncillos y seductor, cuando ella tenga un mal día porque no estaremos en ninguna playa paradisiaca, yo saldré de la ducha mojando el parquet y con las ojeras características de un autónomo castigado por el iva.
Solo hay que perder el miedo de verdad y en condiciones que te palpita desde dentro y desde el día en el que te enseñaron una lección que, corazón, no es verdad. Vivir en un anuncio puede estar bien, pero es mentira. Lo bueno es que todo eso que no parece tan bueno, lo es.
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