24 de abril de 2012

Racismo democrático

Hace un par de semanas un director de sucursal bancaria, tras la coletilla "yo no soy racista, pero..." decía que su experiencia le ha hecho aprender que "los moros no pagan sus créditos, los sudamericanos (excepto los ecuatorianos) no tienen palabra, los gitanos siempre han sido unos morosos, los chinos pagan muy bien y los negros, si bien no tienen ni un euro, suelen terminar cumpliendo". Luego hacía una pausa y me decía "bueno, sí. Es racismo, pero no estoy yo para hostias."

La democracia, que es la obligación minoritaria de aceptar lo que decida la mayoría, tiene estas cosas. Supone que en Egipto algunos de los que mandan con el respaldo de sus votantes quieran prohibir los bikinis en la playa. La democracia no quiere decir que las calles se llenen de tiendas de Zara, de McDonalds y de amor libre. La democracia significa que si la mayoría de tus vecinos deciden poner de administrador a un idiota tienes dos opciones: joderte o irte.

Claro que si la deriva popular y la psicosis colectiva en la que vivimos nos lleva a pensar que cualquier extremo (el que quiere quemar a los moros y matar a los maricas o el que arrasa los starbucks y se alegra porque expropien YPF) merece nuestro voto... entonces nos hemos convertido en uno más, como si el viaje al lado oscuro de la radicalidad solo sirviera para sacar el racista que vive dentro de ti.

Y últimamente, como si fuera una tendencia global o un trending topic, ser racista está de moda. Democráticamente de moda.

Porque, en el siglo XXI, la estupidez ni se abstiene ni vota en blanco.

3 comentarios:

  1. Si la mayoría de tus vecinos tiene una opinión influída por los medios (movida por factores emocionales principalmente; miedo, ira, resentimiento...), es que no tiene opinión. Me pregunto dónde está la línea que separa el ser un individuo de ser una porción más de "la masa".

    Y la solución no sé cual es, pero desde luego es fácil volverse racista o misántropo en estos días.

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  2. En este país somos tan patéticos que nos rasgamos las vestiduras viendo el avance de la ultraderecha europea y nosotros la tenemos en el própio gobierno integrada y no pasa nada. Nos creemos que sacando una ley de violencia de género o dejando a los gays que se casen ya no somos homóbofos y misóginos y lo somos tanto o más que nadie. No hay más que ver las actitudes cotidianas y hasta el própio lenguaje. De hecho somos peores que la mayoría porque otros al menos tienen el valor de mostrar las caras, y es que ya puestos a revolcarse en la miseria humana es mejor dejarse de hipocresías baratas. Cuando viajas a Japón te encuentras con cierta frecuencia establecimientos con un cartel a la puerta donde pone que no se admiten extranjeros, la verdad es que jode sentirse discriminado, y vas y piensas, coño, esto en España no pasa, y es verdad, en España no pasa, aquí los dejamos pasar a todos y después los miramos con asco

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  3. El racismo, miedo al diferente es innato al ser humano. Si además le unimos nuestra actual forma de vida marcada por el consumismo y nuestra pertenencia social ligada a la capacidad de consumo, podemos añadir el clasismo como acelerante (no es lo mismo un moro que un jeque.
    Por otra parte, amiga, eso de decir que la masa no tiene opinión y que el miedo no la crea es como deconocer o negar la realidad histórica de la inquisición o la edad media. Todos tenemos opinión aunque esta sea detestable. Y en democracia, y esto es racismo, el voto de un gitano vale como el mio, así que si deseo que no me coman tendré que votar con mis ideas o las del miedo.
    AMEN

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