29 de abril de 2012

El peso de los secretos

Decia Sabina, "ese flaco coquero que vivia donde habita el olvido, y que cuando era más joven, siendo un joven aprendiz de pintor, le cantaba a su princesa en un hotel dulce hotel. Al que le gustaba pasearse por la calle melancolía en un caballo de cartón, hablando mucho de Madrid. El mismo que a veces alucinaba ser una chica Almodóvar aunque sea por 19 días y 500 noches, y que ahora, tan joven y tan viejo y con la frente marchita, sigue intentando hacer la canción más hermosa del mundo" que tenemos escondidas más de cien mentiras.
Y resulta que han descubierto que cuando mayor es el secreto que nos guardamos nuestro cuerpo, que muchas veces es el espejo perfecto de lo que nos pasa por dentro, responde físicamente peor. Esto es: aquellos que guardan secretos de mayor calibre tienen una bajada mayor en su rendimiento físico habitual. Supongo que por eso ningún político es un gran deportista y que los deportistas parece que no tienen nada en el cerebro.

Dice el estudio que depende de la importancia que le demos al secreto. Dice que, por supuesto, depende de lo que nos afecte lo que escondamos porque muchas veces aquello que creemos infernal es una nimiedad y algunas pequeñas cosas son realmente importantes. Supongo que, después de todo, los detalles son los que formalizan todo aquello que unas veces es un abismo y otras una pasarela hacia algún lugar. En 1990 Sabina publicaba algo que me sucedió, casi palabra por palabra, mientras empezaba a jugar a tener mentiras piadosas dentro de mi y, quizá por casualidad, cuando mi rendimiento físico empezaba a decaer.
El truco para mentir, que es el mismo que para superar la prueba de un polígrafo de verdad y no el de telecinco, es creerse las propias mentiras y defenderlas como si de un mitin electoral fuera. Sabemos que la mentira, que es un proceso cerebral identificado en una determinada parte del mismo, puede paralizarse a base de impulsos eléctricos. Sabemos que cientos de microexpresiones delatan nuestros pensamientos. Ahora sabemos que si rindes menos, si saltas menos, si no te empalmas igual... quiere decir que hay algo que pesa, en forma de secreto, dentro de ti.

Claro que todos tenemos secretos. Unos reales, otros inventados. Algunos no está de más sacarlos a pasear y otros es mejor olvidarlos o, al menos, no sacarlos ni cuando te pregunten ni cuando veas que no estás rindiendo igual.

La sinceridad no significa decir todo lo que piensas.  (vease: cortometraje)

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