17 de abril de 2012

El gusanillo de la compasión

Alguna vez hemos comentado que las religiones surgieron, muy en el principio, como una manera de identificar a un grupo de humanos respecto de otro e incluso establecieron ese "tabú" de no poderse casar con alguien de un grupo diferente no por problemas morales sino porque aquello resultaba la entrada de enfermedades a las que el nuevo grupo no estaba preparado. Por eso mismo, y a modo de ejemplo, los judios no sufrieron de una forma tan virulenta alguna de las plagas del antiguo Egipto (básicamente aquella que mataba a los niños y no era más que peste extendida por las ratas) porque su religión les exigía recoger el grano a modo de ceremonia siendo ese el lugar donde se iban a comer las ratas, así que mientras ellos no tenían peste los malísimos egipcios si.

Sin embargo también es cierto que la mayoría de las religiones, aparte de haber fomentado más de una guerra irracional contra los infieles, suelen hablar de ayudar al prójimo, hacer el bien y establecer que todos somos iguales ante los ojos de algún Dios.

Desde ese punto de vista y si le sumamos eso de que los humanos venimos del mono y que genéticamente hay muy pocas diferencias entre todos podríamos venir a decir que está mundialmente aceptado que somos bastante parecidos.

Es por ello que cuando nos sentamos delante del televisor y vemos a unos tipos que se mueren a miles de kilómetros de distancia tendemos a sentir compasión.


Supongo que por eso mismo cuando se establece una guerra, una competición deportiva o un análisis entre los diferentes sistemas operativos del mercado se tiende a enumerar las diferencias para que lo que nosotros defendemos no sienta compasión por lo que defiende el equipo o el ejército contrario. Por eso mismo los anuncios de CocaCola están llenos de abrazos multirraciales en el que todo el mundo bebe de la misma botellita de la que podrías estar bebiendo tú.


Cuando asumimos, allá por los finales de los 80, que éramos más o menos parecidos se desarrolló aquella conciencia social global tan chula en la que los éxitos musicales eran mundiales, el norte se movilizaba por África y cantábamos que We Are The World. Después nos preocupamos por nuestros amigos los animales e incluso el rey de España era presidente honorífico de WWF. Más tarde llegó consideranos parte de un todo terráqueo que había que cuidar para conseguir un bien común donde los más afortunados cedían sus ventajas a los que no tenían tanta suerte.

Pero dejamos de ser compasivos y empezamos a pensar que no éramos tan iguales. Unos creyeron que la cultura nos diferenciaba. Otros que lo hacía la dieta, la orografía, las prácticas sexuales, el color de la piel, el supuesto coeficiente intelectual y, sobre todo, el dinero que éramos capaces de gastar.

La mente humana es capaz de generar herramientas de defensa, al estilo Milgram, para anular aquellos casos que le pueden hacer daño. Por eso no queremos creer que somos tan parecidos que nos puede pasar a nosotros.

Y ahora, de la misma manera que la historia ha buscado excusas para que nos consideremos únicos y exclusivos en medio de la evolución, lo primero que buscas en tu vecino son los puntos que te diferencian para matar a ese gusanillo de compasión que puede aparecer cuando él lo pasa mal y haces como que no te importa.

El mismo gusanillo que hace que pienses que al jugador del equipo contrario no le duele, el mismo que te impide mirar a la cara a los que piden por la calle.

Pd: el video es de un disco que sale hoy y como emula videos de canciones que fueron famosísimas y no tenía ganas de poner el típico video de personas alrededor del mundo ni el del ruso ese que tocó 1000 tetas....

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