"El Gobierno de Tsolakoglou ha aniquilado toda posibilidad de supervivencia para mí, que se basaba en una pensión muy digna que yo había pagado por mi cuenta sin ninguna ayuda del Estado durante 35 años. Y dado que mi avanzada edad no me permite reaccionar de otra forma (aunque si un compatriota griego cogiera un kalashnikov, yo le apoyaría) no veo otra solución que poner fin a mi vida de esta forma digna para no tener que terminar hurgando en los contenedores de basura para poder subsistir. Creo que los jóvenes sin futuro cogerán algún día las armas y colgarán boca abajo a los traidores de este país en la plaza Syntagma, como los italianos hicieron con Mussollini en 1945"
Esta es una parte de la carta que el suicida griego dejó para que encontraran después de pegarse un tiro ante el parlamento, al que acusa de ejercer una violencia inusitada contra aquellas personas que se supone que defiende y que son, a la postre, todos esos habitantes de la Grecia moderna que han visto recortadas y castigadas todas las prebendas que tenía a bien disponer su gobierno para con ellos.
Y hoy, hablando del tema con otras personas mientras empapábamos nuestros gaznates en alcohol, alguno afirmaba que Grecia se había destapado como un país mucho más mediterráneo que Italia o España en el que miles de personas cobraban pensiones sin merecerlo y en el que se habían dado ayudas para la ceguera a algún conductor de taxi de alguna isla remota sin preocuparse de si veía, comía o si acaso lo necesitaba. Con ello, y con veinte argumentos más, culpaban al opresor gobierno griego de hacer su trabajo tan rematadamente mal como para que éste fuera el responsable final de la situación y no el taxista vidente o el jubilado muerto.
En esta conversación hay un calado importante y está en la verdadera responsabilidad del fraude, del robo y del engaño.
Porque todos conocemos a alguien que se aprovecha de una ayuda, una subvención o una pensión que no se merece y hasta ahora hemos creído que el dinero, como la energía eólica, es infinito. Y muchos creen a pies juntillas que la responsabilidad de que alguien cometa una estafa es de los organismos que no son capaces de detectarla. Es como considerar que el ladrón no es el que roba sino el policía que no le detiene.
Eso es una estupidez, pero es. Y es mucho más común de lo que creemos.
Grecia, como partes enormes de Italia y muchas de nuestras Españas, han vivido culturalmente una exaltación del Lazarillo de Tormes patrio de la misma forma que alguno se jactaba de coger, con su Seat 131 Supermirafiori, los 160km/h en la autopista. Al último, porque no entraba en razón, le dijeron en la DGT que le iban a poner una multa que iba a pagar con un crédito personal (y por gilipollas) y esa fue la manera de que casi nadie pase de los 120km/h en las carreteras.
Con ello se demostró que algunos adultos no son más que niños que reaccionan cuando les dejan sin paga, lo cual es triste pero es extensivo al ser humano no mediterráneo.
En lo referente a la penuria económica que más de uno se está viendo obligado a vivir, como si saliera de la postguerra económica en la que estamos metidos, la responsabilidad la vivo como algo dividido entre los gestores inútiles que hemos decidido (de una forma democrática) tener y la desidia infinita para con aquellos que robaban el dinero de todos y sólamente ahora les consideramos delincuentes, cuando nos han robado desde siempre.
Si el gobierno griego ha ejercido la violencia hasta el punto de fomentar el suicidio desesperante de un jubilado también han ejercido la violencia contra él todos los que pensaban que aquella subvención no era importante, que no pagar impuestos con aquella obra de casa no suponía nada y que cobrar aquel pequeño sueldito en B era una nimiedad para con lo que se llevan los poderosos.
Viene a ser lo mismo que quejarse por lo miserable que es la política de Ryanair, lo mal que paga a sus empleados y hacer cola para coger un vuelo barato.
Viene a ser lo mismo que pensar que si no te pillan, no eres un ladrón.
Lo mismo que creer que la culpa de que todo es de los demás porque no pillaron a los ladrones. Lo mismo que considerar que el jubilado en cuestión se pegó un tiro porque le vendieron una pistola. Ahora el culpable es el armero.
Mientras una cantidad enorme de gente honrada necesita la ayuda del sistema los que han cargado la pistola con pequeñas partículas de pólvora siguen cobrando sin merecerlo.
Y alguno hasta se manifiesta de manera furibunda. Cobra una ayuda para la ceguera mientras conduce un taxi. Se lo dió un político que quería un voto. Lo firmó un médico sin mirarle a la cara. Lo pagaron todos los griegos.
No es nada que no haya pasado cerca de tu casa.
Me gusta esta entrada pero me ha dejado un poco 'choff'. Conocía la noticia del suicidio en Grecia pero no me había llegado tanto hasta que me pasé por aquí.
ResponderEliminarSaludos. :)
Estoy tan deacuerdo contigo que ya no podría decir nada más salvo que, tal vez, a día de hoy en este pais seguimos sin considerar ladrones a los que roban, si no a los que roban lo que nosotros no podríamos robar.
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