Joseph Kony es un cabrón, un asesino y un tremendo malandrín.
Es por eso que 52 millones de visitas se consideran a favor de todas y cada unas de las determinaciones que este video mantiene. Lo comparten, se indignan, lo mantienen en su cerebro para poder demostrar a sus allegados que son personas consecuentes con la verdad, la bondad, las buenas personas y los derechos humanos. Haciendo click en "me gusta" la parte filantrópica del cerebro se estimula.
Claro que siempre puedes preguntarles, con un mapa de Africa que tienes a mano, que te señalen con el dedo donde está Uganda.
Independientemente que Kony sea verdad, mentira, exageracion periodística o la reencarnación de Satán en la Tierra, cubre esa necesidad tan hipocritamente moderna de preocuparnos, indignarnos y exigir invariables avances en los derechos humanos cuando éstos han sido cercenados lo suficientemente lejos como para que no nos toque (aunque nuestro mundo comercial se beneficie de ellos).
Nuestras viejecitas sienten una satisfacción prácticamente orgásmica cuando dan un par de euros en concepto de apadrinamiento de un niño vietnamita. Nuestros convencidos gafapastas se escandalizan de las malas condiciones laborales del chino medio y, de una manera absurda, aunque se oponen a todas esas cosillas que van castigando nuestro estado del bienestar, deciden quedar con sus amigos por whatsapp para irse de botellon al parque, conducir sus coches hasta la playa, contaminar acústicamente con música de David Getta el litoral peninsular y comprar algún reloj falso a un negro que pase por el chiringuito.
Somos un grupo social que es perfectamente capaz de dar consejos sobre cómo comportarse y los extraños mecanismos que utiliza nuestro cerebro junto a un corto de cerveza y un crianza con el resultado de hablar de los demás y, sin embargo, nos asusta hablar de nosotros mismos como si nuestro miedo y nuestras imperfecciones nos hicieran débiles.
Podemos hacer declaraciones institucionales a través de nuestros gobiernos a favor o en contra de causas justas que vivan más lejos de los que llega un vuelo barato de easyjet. Nos empeñamos en llenarlos la boca con "causas humanitarias" que nos sirvan de excusa para invadir algún que otro país. Nos movilizamos por los derechos humanos de los niños del Africa.
Pero cuando tenemos que mirarnos dentro, cuando tenemos a un saco de niños sufriendo en nuestras calles o a nuestro compañero de trabajo siendo explotado, nos vamos hacia el bar más cercano y nos sentimos orgullosos de haber dado al botón que dice que estás en contra de lo que significa Joseph Kony.
Que, no lo pongo en duda, es un tremendo malandrín.
Seguiré creyendo que difundir la existencia del malandrín en cuestión es una buena iniciativa. Y sí, tal vez demos bastante asco en ese aspecto de buenismo social sin ser capaces de cambiar lo único que realmente deberíamos cambiar -nosotros mismos y nuestro entorno- pero eso no quita que dar dos euros para apadrinar un niño vietnamita o seguir la iniciativa contra Kony no sean una acción correcta, por mucha pretensión de calmar la conciencia que tenga eso.
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