Tengo un conocido que, en cierta ocasión, me comentó la manera infalible de ligar. Mantenía la teoría que hay que salir de casa pasada la una de la mañana, ir a algún bar, tomarse un par de cervezas (las justas para acelerar el verbo sin perder la compostura), aguantar un par de horas y acercarse a alguna chica que estuviera algo sola mientras sus amigas se habían ido a casa o ya habían obtenido cierta compañía. En ese momento y cuanto más adelantada estuviera la noche la posibilidad de éxito se incrementaba exponencialmente.
Señalando a la que ahora es su mujer le pregunté "¿a qué hora os conocisteis?". Titubeó un poco. "A las seis"- repondió.
Existe un refrán que dice "After two, anything will do". Existe una creencia popular bastante soez que afirma "A partir de las 12 todo lo que sangra es caza". El caso es que parte de nuestra sexualidad afecta de manera irrefrenable a nuestra manera de comportarnos.
Un estudio ha valorado la manera que tienen los hombres de comportarse en un universo con más o menos mujeres a su alderedor. Han llegado a la conclusión que en aquellas ciudades en las que el porcentaje femenino es bajo el gasto del hombre es un 32% superior que en las que hay más féminas. De la misma manera el porcentaje de tarjetas de crédito aumenta de una forma inversamente proporcional al número de mujeres a las que cortejar o con las que emparentarse.
Personalmente, probablemente por una cuestión de galantería, he considerado que cuando te interesa una mujer tiendes a gastar dinero (aparte de las invitaciones). Llevar la ropa con la que te gustaría verla vestida a un probador de Stradivarius (por variedad, obscenidad y economía) es un entretenimiento apasionante porque con la excusa de buscarle otra talla puedes hacer que se pruebe esos tacones que tanto te gustan o esa chamarra de cuero con la que sueñas que te sorprendiera alguna noche mientras estás en casa. Sólo por verla vestida con ello pagas al salir mientras se vuelve a poner la ropa con la que llegó.
Las mujeres, por el contrario, ahogan sus penas con cierta terapia (retail therapy) de compras que las ven de una forma compulsiva acumulando prendas en los probadores de Zara o mirando la composición de los tejidos en los expositores de Mango.
Desconocía la consideración que afirme que los solteros gastamos más. Gastan más los gays, eso es de dominio público, pero aquello resulta de haber asumido que todo ese dineral que supone la crianza y los pañales no se va a producir nunca, por lo que hay una excusa para tirar de tarjeta. Gastan más, en consecuencia, las personas que creen que no van a tener la necesidad de colaborar economicamente con sus hijos o una pareja que no existe.
Con eso podemos llegar a la conclusión que los solitarios gastan más.
A no ser que cuando estés solo te quedes en casa leyendo un blog.
Yo hace años que me vuelvo a casa a primera hora. Mi antigua novia conoció a un tipo que esperó a volver a casa para preguntarla si quería dormir en algún otro lugar, pero sé que la han visto en Mango y mirando de reojo en Blanco.
Ni los estudios ni las teorías son infalibles.
En mi tierra, para las condiciones que comentabas al principio, utilizamos el viejo dicho de "si tien aujeru, como si ye un calderu" con el que pretendemos, al haber superado el límite temporal, superar la barrera espacial que nos aleja de nuestro ojetivo.
ResponderEliminarDefinitivamente fallamos en nuestro acercamiento, por no poder desencodarnos, y en un nuestro plan, al terminar proponiendo al segurata. En el mejor de los casos, podremos conseguir que no nos follen.