29 de enero de 2012

Sexy basket.

“You’re right. You’re absolutely right. I have been watching so much porn on the Internet lately, and I’ve been seeking so much sexual gratification, that it’s like I don’t even know how to relate to real women anymore.”

La frase no es mia, porque no soy Shakespeare ni Hank Moody. Resume obviedades de esas que uno no es capaz de admitir en público pero son reales, negarlo es admitirlo.

El caso es que la FIBA ha establecido una norma en el baloncesto femenino para los uniformes que deben de vestir las jugadoras. Desde ese uniforme de camisetas varias tallas más grandes y pantalones que llegan a la rodilla hasta los maillot ajustados que empezaron a lucir las jugadoras australianas, las brasileñas y las españolas (que fue más comentado que la medalla de bronce) parece que hay un salto cuántico en la competición y, como es lógico, más de una jugadora (entre las que está la que se supone que es la mejor del mundo) se ha opuesto por injusto y sexista. ¿Lo es? Si.


Pero la FIBA sabe, tú sabes, yo sé que existe un componente comercial en todas y cada una de las competiciones. Sabemos que Sharapova es lo que es por dos motivos: por jugar bien al tenis y por guapa. Sabemos que parte de la audiencia del Voley playa femenino no conoce las normas del propio deporte pero fantasea con chicas en la playa mientras espera, delante de la televisión y engordando con una cerveza, a que se le salga un pezón a la delantera neozelandeza.

Aunque no se resta ni un ápice de la calidad artística, deportiva o intelectual de nadie Beyoncé no llenaría tantos estadios si no explotara su componente sexual. Sabrina no sería famosa sin aquel momento del especial de fin de año. Las Seat Girls no se hicieron famosas en Internet por lo bien que bailan.


La FIBA, como cualquier otra empresa, parece buscar ganar un dinerillo a base de unos derechos televisivos. No puede decir, porque sería políticamente incorrecto, que los derechos televisivos de la euroliga femenina podrían cotizar al alza porque tenemos el caso de aquella liga americana de futbol femenino en lencería que tiene tanto éxito entre los que se debaten entre ver deporte o consumir porno. Beckham vendía tanto por deportista como por guapo (dejo caer para las mujeres sugestionadas por el sexismo unidireccional) y supongo, aunque está muy mal decirlo, que si me dan a elegir entre una competición deportiva de nivel y lo mismo pero que mueva mis sentidos más primitivos me sucederá lo mismo que tener que decidir entre aquella maravillosa mujer o su clon podrido de dinero. Hay cosas que son un plus, como el canal. Ese al que muchos se subscribían por el cine pero encendían la tele cuando ponían el porno.



Pd: yo, personalmente y como soy un tipo ordenado prefiero no mezclar: el baloncesto cuando es baloncesto y el porno cuando es porno. Tampoco veo voley femenino, ni masculino. No me gusta el voley.

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