Conozco a una persona que se congratula de no saber absolutamente nada sobre Star Wars. Cuando haces un chiste sobre la saga de películas que a algunos se nos grabó en la memoria te repite que se ha leido a Descartes, a Platón, a Homero y se conoce perfectamente la escena de la plancha de Crimen y Castigo. Reconozco que no está de más, pero cultura, desafortunadamente para los clásicos, también existe en el cine en el que hemos devorado palomitas los demás.
Supongo que es el mismo problema que tiene un buen amigo, sesudo redactor de MondoSonoro y crítico musical de El Pais, cuando me afirma que si bien la lista de los 25 mejores discos internacionales la hace en media hora es incapaz de salvar alguno entre los 200 que le dan como seleccion previa para que rescate entre los nacionales.
Asocia, como hace la otra persona, la cultura popular a una especie de fango en el que una mente preclara es indigna de meter los pies, casi como si todo fuera "colega, donde está mi coche" o alguna barbaridad infumable de un pseudo cantaor sin gusto llamado Pitingo.
Más de una vez hemos tenido que admitir que vivimos en un mundo en el que clásicos, lo que se dice clásicos, se han asociado a la idea de libros infumables y películas húngaras sin guión que se mueven al ritmo de "The Artist", que va a ser la bomba de este año. Cuando Kieślowski presentó su trilogía "azul", "rojo" y "blanco" (que son los colores de la bandera francesa y tres maneras de tratar la libertad, la igualdad y la fraternidad) alguno era capaz de considerar que como había pocos tiros en aquellas películas de los años 90 y muchos menos efectos especiales, no eran cine. También he de reconocer que soy capaz de reirme sin parar volviendo a ver Aterriza como Puedas o El Jovencito Frankenstein y que una de las mejores tardes de mi adolescencia fue una mezcla de amigos, alcohol y películas de Esteso y Pajares. Reconozco, ruborizándome, que tengo el primer disco de Whitney Houston en la estantería pero que los que están más a la vista son todos los de RadioHead y algún Dvd de Maceo Parker. En el fondo me encanta aparentar que soy un snob.
Mantengo la teoría, probablemente absurda, que aquellas explosiones culturales que envejecen con clase tienen los boletos comprados para convertirse en clásicos de la nueva era. Cuando vuelves a ver aquellos capítulos de V (o de Mazinger Z) con los que disfrutabas y te preguntas el motivo por el que ya no te emocionan quizá es que pasó su tiempo, como pasó el tiempo de verano azul. Cuando escuchas en la radio que aquel éxito y te sorprendes lo nuevo que aún suena y lo viejo que tú eres quizá se esté convirtiendo en un clásico. Es una cuestión de tiempo, como los granos: si se queda es parte de ti y si se va era acné.
Culturalmente vivimos desde hace años la explosión artística del acné, pero siempre hay algo que se salva: Lo que envejece y todavía te hace reir, te puede hacer soñar, te estremece y te deja enganchado delante de la tele como un niño pequeño.
Eso es lo que se convierte en un clásico.
Ahora tengo que hacer dos cosas: comprar las 3 películas buenas de la Guerra de las Galaxias y seleccionar 10 discos nacionales de este año.
Ya puestos, selecciona los mejores blogs del año y así marcaré`para visitarlos.
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