Dice un post por ahí: Hay personas que piensan en el éxito como la mayor de las virtudes, a veces siento me me venden la idea de la perfección, la epopeya de la estupidez humana en su forma más sinuosa, a veces quisiera dejarme llevar por la perfección, ser alto, fuerte, bello, sin imperfecciones en el rostro y con los dientes rectos y blancos como la nieve.
El caso es que la atiquifobia se define como un miedo persistente, anormal e injustificado a fracasar, o a cometer errores.
Sin embargo está perfectamente demostrado que errores cometemos todos. Los asumimos, los perdonamos e incluso muchas veces los compartimos, siempre y cuando se acepten como algo normal del ser humano. Edison decía que los 5000 fracasos que tuvo en las diferentes experimentaciones de su vida fueron 5000 modos correctos de descubrir cómo no había que hacer las cosas. Al contrario que la lógica vivimos con una adoración irracional del éxito. Somos capaces de terminar con la vida de un político porque un día tomó una decisión incorrecta, con la carrera de un futbolista porque no fue capaz de meter gol en el último minuto de aquella final cuando tenía la portería vacía e incluso inhabilitamos a profesionales cuando un día después de una mala noche hicieron mal su trabajo. Todos nos hemos cambiado de compañía o de sistema de teléfono porque un día nos quedamos sin cobertura o no funcionaba internet. Todos, en mayor o menos medida, hemos puesto una cruz sobre alguna marca o algún comercio porque se equivocó un dependiente o se coló un mal producto hasta nuestro armario. Vivimos en una situación de exigencia contínua, de arrogancias imperdonables.
Hemos sido educados en ello, en la búsqueda de la excelencia, como si fuera una puntuación diaria en cada examen que tenemos que pasar. Tenemos que hacer bien nuestro trabajo, mantener la casa ordenada, la revisión del coche pasada, los impuestos al día, las relaciones sexuales tienen que ser satisfactorias e incluso los chistes tienen que ser nuevos y frescos hasta ver que la línea de meta está situada en lugares a los que, en muchas ocasiones, sabes que no vas a llegar.
-Quiero que estés ahí.
-¿Para siempre, incondicional, transparente?. ¿Para tener hijos que corran alrededor de la mesa y seamos eternamente felices?
-No, sólo que estés
-¿Y si no lo hago bien?
Entonces hay un momento de silencio y el dueño de la fobia se va a su casa madriguera.
-¿Para siempre, incondicional, transparente?. ¿Para tener hijos que corran alrededor de la mesa y seamos eternamente felices?
-No, sólo que estés
-¿Y si no lo hago bien?
Entonces hay un momento de silencio y el dueño de la fobia se va a su casa madriguera.
Porque si algo diferencia a una persona normal que intenta hacer las cosas bien de un fóbico, producto de la exigencia social de tener que ser un robot sin errores, es que el último obstaculiza inconscientemente sus posibilidades, probablemente para demostrarte después que tenía razón.
La contracultura del fracaso nunca estuvo bien vista entre las notas del colegio que señalaban la dirección de aquello en lo que tenías la obligación de convertirte.
Ninguno de los prohumanos que marcan el rumbo de nuestra sociedad admite cometer equivocaciones. Números uno de su promoción, millonarios antes de los 30, virtuosos del deporte, amantes esposos, madres y profesionales de éxito, gestores contrastables, artistas siempre brillantes. Los curriculums que leen en la radio antes de las entrevistas a personas envidiables no incorporan fracasos.
Así que te miras en el espejo y te preguntas cómo gestionar la verdad absoluta de quedarse siempre a mitad de camino en las expectativas, de no obtener los resultados laborales esperados, de no llevarte al orgasmo a diario, de no acertar con las palabras y de haber asumido como común que nunca es suficiente.
Hay, supongo, una fobia para justificarse. Siempre.
q bibliografia me recomendarias y has utilizado???me ha encantado!!
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