En cierta ocasión tuve una novia (o una amante, no se, porque se acostaba conmigo pero nunca pensó seriamente en nosotros) que aunque aseguraba su fascinación por la idea de compartir cama con dos hombres insistía en que yo nunca podría ser uno de los dos porque mi competitividad lo arruinaría todo.
Eso me hacía sentir, en cierto modo, doblemente corneado.
Tuve una empresa de tamaño aceptable para los que eran, en aquellos momentos, mis casi 30 años. Me lanzaba al abismo de las jornadas de trabajo interminable con la esperanza de la compensación social y, obviamente, económica hasta que todo aquello se lo fueron llevando bajas laborales falsas que intentaban mirar por el propio interés personal de cada demandante más que por el de sus propios compañeros o la supervivencia de lo que ahora es un negocio pequeño y peculiar.
Eso me hizo sentir, en cierto modo, 22 veces magullado.
Hace unas horas escuchaba con atención la pesadumbre con la que una pareja hablaba, entre las estanterías de mayonesa del supermercado, de la esperanza en que la situación, como si fuera algo hipotético y ajeno a cada uno, fuera a remontar y no tuvieran que estar calculando los céntimos de la compra para poder tomar una cerveza más antes de que acabe el mes.
Hablaban con un tono bajo y un ritmo lento. Casi se susurran. Es una especie de esperanza en el cielo lluvioso si es que eres un agricultor sin conocimientos de metereología que necesita ansiosamente la lluvia.
Últimamente sólo aparecen casos de personas que han sufrido y sufren los rigores de la situación. España, dicen, va a perder habitantes por primera vez en años y nos estamos volviendo, como si fuera el elenco de "españoles por el mundo" en un país de emigrantes que han dejado de emigrar a Europa (que está a una o dos horas de avión) sino que buscan la felicidad en paraísos lejanos.
Los estudiosos del comportamiento humano hablan del pensamiento positivo como el primer paso para la consecución de cierto éxito. Probablemente ese mismo pensamiento positivo llevó a algún loco a apostar por servir a cualquiera de todos esos grandes consumidores (empresas de construcción, organismos oficiales...) que han dejado sin pagar facturas a los que pensaron, en algún momento: ser competitivos, cerrar el puño, apostar a par y rojo.
La idea que se masca entre las cajas del supermercado donde ya no te atienden hermosas adolescentes cajeras que disfrutan de su primer empleo y sueñan en su futuro con una sonrisa es que si te esfuerzas, si aprietas los dientes y te haces un tipo competitivo, te van a dar una hostia del tamaño de una urbanización sin terminar en la Castilla profunda, te va a desahuciar un banco y te vas a engrosar las colas del paro donde te darán el número 4.156.213.
Así que agarras tu compra con las dos manos porque se te han roto las asas de la bolsa que has usado cien veces y te vas a casa a hacerte pequeño sentado en el sofá mientras en la televisión solamente aparecen pensamientos positivos de personas competitivas que ganaron competiciones muy lejos de aquí, como si Europa se hubiera convertido en la tumba de las posibilidades.
Porque se respira, de alguna manera, que ser competitivo en casa siempre va a salir mal. Vivimos en un primer mundo que piensa que si sobresales como el topo algún rico, que juega en el parque temático social, te va a dar con un mazo en la cabeza mientras se ríe y se mueven sus excesos de grasa al ritmo de las carcajadas.
Será el enrarecido olor del principio del otoño mientras las personas forman atascos para ir a algún lugar indeterminado donde se suponen que compiten en un primer mundo de expectativas no cumplidas, que son la madre de la decepción (cpg).
Porque ya no es solamente crisis económica, sino las pocas ganas de volver a competir no sea que la cinta que corta el ganador esté demasiado tensa y te corte el tronco. Después de volver a ver "Inside Job" me quedo con la sensación de que solamente se han hecho ricos durante los últimos años aquellos que no han fabricado nada. Que sea competitivo otro, a ser posible asiático.
Ojo a la nueva idea de la antiglobalización, que viene con fuerza.
Pd: decía la canción.. I used to like to go to work but they shut it down / I got a right to go to work but there's no work here to be found / yes and they say we're gonna have to pay what's owed,
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