Suelo preguntar, casi a modo de prueba o de curiosidad, donde, cómo y con quien te gustaría estar dentro de, por ejemplo, 10 años. "Quiero estar contigo, riéndome antes de desayunar, para ducharnos un poco antes de ir a trabajar en bicicleta. Desconozco si hay niños en esta historia"- podría ser una bonita respuesta.
Pero hay días en los que volver atrás es más nítido que la espesa niebla del futuro hipotético.
Hace 10 años vivía en otra casa. Era un apartamento pequeño, con mucha luz. Tenía una novia bajita y rubia a la que nunca le dije claramente que la quería, porque siempre he sido un cobarde sentimental y porque tenía 10 años menos. Trabajaba en el mismo lugar que ahora, pero llevaba chaqueta de traje todos los días. No tenía moto y creo que conducia aquel monovolumen amarillo, probablemente porque no sentía la necesidad de parecer más joven o porque jugaba a ser mayor, que es a lo que se juega cuando acabas de salir de la adolescencia.
Aproximadamente a la hora de llegar a casa para comer me quedé clavado delante de la televisión. Matias Prats Jr contaba cómo se caían las torres gemelas en directo y aquello se convertía en la primera noticia global televisada que nos estremeció mientras caían personas como fardos desde las ventanas y que, al menos yo, seguí en el streamin de la CNN durante toda la tarde.
Cuando preguntas a alguien donde estaba aquel día te responde rápidamente porque es un momento que está clavado en la memoria de cada uno. Por supuesto que sé perfectamente lo que hice aquel día, cómo me enteré de las bombas en los trenes de Madrid y, por supuesto, recuerdo perfectamente las radios sonando en la playa y la sensación de pena y rabia que me recorrió el cuerpo el día que asesinaron a Miguel Angel Blanco.
En este mundo global las noticias se convierten en puntos de referencia mentales del estado de nuestro mundo aquel momento y, muchas veces, lo recordamos con mucha más claridad que todas aquellas cosas que realmente han sido importantes en nuestra vida. Eres capaz de recordar si aquel día de edificios que se caían hacía sol o llovia y no puedes decir lo mismo del día en el que fornicaste (contando hacia atrás) respecto de hoy. Ya no recordamos únicamente y con claridad meridiana el primer polvo, la excitación del primer beso, el momento en el que viste aprobado en las listas de la universidad, el minuto en que descubriste que la querías o el segundo en el que un interruptor en tu cabeza apagó la limerencia que tenías activada. No sólo nos queda la imagen de nuestro progenitor aconsejándonos o la llegada al destino de algún viaje. No tenemos solamente la imagen fija del momento de recibir aquella mala (o buena) noticia, su figura despidiéndose o el recuerdo fugaz de la cara de pasión reflejada el espejo durante la última vez.
A todo eso hay que sumar las noticias.
Hoy los telediarios lo recuerdan cada momento.
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