18 de junio de 2011

Gone with the wind

Hace tiempo, no mucho pero quizá el suficiente, se lamentaba algún opinador sobre la realidad absoluta del resultado de la crisis económica entre aquellas cosas que nos hubiera gustado que sucedieran en nuestra sociedad. Lo titulaba, si no me equivoco, "El final del sueño" y básicamente reflexionaba sobre lo poco que nos faltaba para hacer de nuestro escenario un pequeño mundo más justo y adivinaba que sin dinero y sin, sobre todo, esa sensación de futuro asegurado, iba a ser muy complicado que alguno se preocupara de los demás cuando a partir de entonces iba a tener su propia casa revuelta.

Estábamos preocupados por el color de las cortinas y por la cilindrada del nuevo coche.

Estábamos satisfechos con nuestra vida sexual y pensábamos, como el que se siente seguro de si mismo en un bar, que solamente con desear a una morena de largas piernas y pelo ensortijado aquella noche podríamos llegar hasta el cielo.

Jugábamos a ganar dinero y habíamos asimilado como propia aquella verdad en la que el mercado laboral nos esperaba con los brazos abiertos y las carteras repletas.

Nos irritaba pensar que los niños morían de hambre en etiopía, pero teníamos a Bob Geldof para que hiciera grandes conciertos y nos sentíamos parte de la solución si es que nos comprábamos los vinilos.

Definitivamente éramos unos tipos grandes: nuestro trabajo, nuestro dinero, nuestra novia, nuestras vacaciones y nuestros derechos universales. Pensábamos que todo estaba, más o menos, en orden. Creíamos que lo controlábamos todo.

¿Cuando se fue a la mierda?

Efectivamente. Ese es el momento.

Y ahora es el momento, en el caso de querer realmente ese pez, de mojarse pero no de quedarse quieto esperando que lo solucionen los demás porque una parte de nosotros no quiera admitir que fuimos parte de la desidia que nos llevó hasta este muelle. Al fin y al cabo al final del sueño hay que levantarse y empezar a dar pequeños pasos que te lleven hacia otro lugar que, como en una predecible peli de Chuck Norris en la que acaba perdiendo al principio de la última pelea, tiene que ser mejor y tiene que ganar el bueno.

Pd: mañana, dia 19, hay movilizaciones para establecer ese punto de partida necesario para que las cosas cambien. Yo iré. Eso sí: el lunes trabajaré como un perro, pagaré mis impuestos, abonaré el iva, no me aprovecharé de subvenciones que no me merezca y exigiré que la mía (y la tuya) sea una sociedad más justa. Creo que el final del sueño consiste en actuar dentro de la realidad que quiero para mi desde el punto de partida de lo que nos queda, que no es tan malo pero podria ser mejor. También podría llover.

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