27 de marzo de 2011

Un domingo cualquiera

Cuando te levantas con sueño pero sin prisa puede que te guste sentarte delante de la prensa y de un larguísimo cafe que se va enfriando mientras pones cara de persona seria que está absolutamente preocupada por las noticias de infortunios que van llegando de paises en los que no has estado nunca.

Puede que te guste tener una formada opinión sobre las explosiones nucleares de Japón o las guerras civiles donde la generosa sociedad occidental inclina la balanza en el lado interesado. Puede que hagas el chiste de "menos mal que nos queda Portugal" antes de llevarte las manos a la cabeza por los sucesos locales y esa amarga sensación de que todo se va complicando en el mundo que emanan los artículos de opinion apocalípticos que están antes de la información deportiva.

Puede incluso que hayas dado el paso atrás de intentar vivir en tu mundo sin prensa y sin noticias, como si fueras un niño que vive de frente a sus juguetes y a espaldas del mundo noticioso de los adultos.

Puede que quieras que te arropen como un niño mientras resuena en tu memoria musical el You don´t Bring me Flowers de 1978

Puede que te hagas el tonto mientras sabes que te mienten, que te pongas a cocinar compulsivamente o que dejes que se consuman tus últimos cigarros junto a la pantalla para tener una excusa con la que bajar a la calle esperando que, al volver, algún elemento vivo te espere con una sonrisa, aunque sea una sonrisa con forma del helecho que se aferra a la vida en la terraza.

Puede que te mientas mientras estudias, lees o rehaces los asuntos pendientes de la rutina de la semana pero los domingos, como acantilados en los que te sitúas mirando al abismo, son aquellos momentos en los que aparecen aquellas cosas a las que tenemos miedo y de las que nos escondemos los lunes, despues de pasar un domingo cualquiera (sobre todo si hoy a las dos, son las 3).

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