El señor Melchert-Dinkel, un antiguo enfermero convencido del derecho a una muerte digna y a la libertad de cada uno sobre su futuro, ha sido condenado por ayudar al suicidio a una serie de personas de aquellas que, con una fragilidad mental evidente, agonizaban de foro en foro en Internet buscando palabras que pudieran resultarles reconfortantes o soluciones que pudieran parecer evidentes a los problemas que les apretaban desde dentro, como una mala agonía.
Así que allí se toparon con Li Dao, una supuesta enfermera joven y comprensiva que les daba consejos de cómo acabar con su vida de la manera menos dolorosa posible.
Li Dao era el alias de William Melchert-Dinkel, un enfermero de 48 años casado y padre de dos niñas al que se le ha considerado responsable de la muerte de, al menos, Mark Drybrough, de 32 años, de la ciudad inglesa de Coventry, quien se ahorcó, y la de Nadia Kajouji, de 18, de Brampton en Ontario, Canadá, que saltó a un río congelado.
La defensa en el juicio contra este señor se basó en la defensa de la cacareada libertad de expresión ya que él no apretó el nudo ni empujo a la suicida sino que hizo gala de su opinión y sus consejos, buenos o malos, siendo la determinación final de los propios suicidas.
¿Es realmente culpable?
Según la justicia lo es.
Sin embargo si William es culpable también lo son cineastas que han copiado durante años algunos delincuentes que se ponen una media en la cabeza y entran con una recortada en el banco al grito de todo el mundo al suelo. Lo son aquellos que escribieron libros detallando la manera de cometer un crimen perfecto o simplemente los productores de Superman después de que una buena cantidad de niños saltaran desde sus ventanas pensando que el disfraz de superheroe les permitía volar.
Claro que aquello es cine y William, se va demostrando, es una mente enferma que parece disfrutar con el suicio ajeno mientras le acusan de otros 15 casos similares. Al final se convertirá en un asesino en serie y harán una película sobre su vida, y sus crímenes.
Los psicólogos criminalistas lo estudiarán con atención mientras alguno se siente en su casa después de ir al cine pensando si puede ser capaz de llevar al suicidio a alguna mente frágil que se encuentre por internet. Y el ciclo se repite mientras un coche en marcha espera la salida con el botín de un grupo de atracadores que se hacen llamar "señor marrón y señor rosa".
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