8 de noviembre de 2010

Sin señoras de López en el frente.

"Señora de" ponía en una de las primeras tarjetas que yo recuerdo de mi madre. De eso no hace tantos años por mucho que yo sea un gran viejuno.
Quizá lo que sucede es que nunca aprendimos esa concepción tan moderna que es considerar al lenguaje como un elemento determinante para la propia consideración que la sociedad tiene sobre sí, como cuando se insulta a un tipo que no paga con llamarle "gitano", dices que tienes un día "negro" o simplemente vas a trabajar como un "chino". No supimos que aquello era discriminatorio hasta que nos cambiaron los términos, hasta que las ministras dijeron que no era "recien nacido" sino "criatura" o hasta que uno llevó al constitucional la enquilosada prevalencia del apellido paterno como norma escrita para cambiarlo todas las veces que se quiera o jugarselo a las chapas con la pareja que no está de acuerdo en ese tipo de cosas pero que no le importaba tanto tener un hijo contigo.

En realidad nunca puede pensar en ello hasta la semana pasada casi como me obligaron a abandonar la "ch" y la "ll" de la canción del abecedario y añorar la "i griega" cuando ahora es la "ye" porque supongo que todo lo griego ahora empieza a estar muy mal visto.

Nunca consideré aquello de mi madre (que nunca se presentaba como señora de nadie) porque es una manera de acortar las preguntas de la misma manera que los anglosajones tienen a sus Miss, Mrs o nosotros a nuestras señoras y señoritas. Si sabes que está casada conoces un obstáculo sin que lo hayas preguntado directamente. Si su primer apellido es conocido puedes esperarte saber a quien tendrás como suegro enfadado. Si te dice sus apellidos mientras te besa puedes adivinar que tus hijos podrían llamarse igual que tu padre a no ser que te enfades, el juez lance la moneda alfabética, y descubras que sales perdiendo.

No me importa mucho lo del cambio de apellidos aunque lo vea como una costumbre más que se diluye con el paso del tiempo como también se perdió el castellano antiguo.

Pd: espero que no se pierdan los "Perez", los "García" y sobre todo los "López" porque empiece alguna fea costumbre de poner a tu niño algún tipo de "jackson" o "kosner" de la misma forma que alguno de los hijos de mis clientes se llama, de una manera aberrante, Maikel. (Hacer uso de la libertad mata nuestra huella cultural cuando se hace uso sin pensar en la responsabilidad que tiene ser libre)

7 comentarios:

  1. Resumiendo que no tienes capacidad de adaptacion.

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  2. No es falta de capacidad sino que a mi no me hacia ningun daño aquello de los apellidos... (será porque soy hombre o porque, con los años, añoro la utilidad de los usos sociales)

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  3. Resumiendo Anónimo, que cualquier progreso por definición es bueno, ¿no? (Ñios, ahora es cuando me llama reaccionario, facha, caverna, etc.).

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  4. Yo me referia al cambio en las letras, los apellidos no necesitan ninguna capacidad de adaptacion porque se pueden poner como la pareja decida.

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  5. (Coño, Swift, tuporaqui...)
    A ver, yo nontiendo... el tema este de los apellidos se lo sacan ahora de la manga para los casos en que los padres "no se pongan de acuerdo", ¿no?. Pues a ver, digo yo... podrá haber desacuerdo desde el momento en que hay dos posibilidades de elección. Si no hay elección (es decir, si se sigue como siempre: primero el apellido paterno, luego el materno) se acabó el problema.

    Será que yo tampoco tengo capacidad de adaptación...

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  6. ufff!!! menudo problemon!

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  7. En esa capacidad de adaptacion os habeis olvidado de las parejas homosexuales, dos hombres se suponen que pueden adoptar hijos, la ley asi lo permite aunque luego las instituciones de adopcion no lo permiten, pero dos mujeres si pueden tener hijos ya que pueden acceder a los bancos de semen, es ahi donde tienen el dilema sobre los apellidos, a las parejas heterosexuales eso no tiene porque afectar. Esa es la capacidad de adaptcion, saber a quien va dirigida esa nueva normativa.

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